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'Ciutadanos', el animal bifronte

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera.

José María Martí Font

A pocas semanas de la cita con las urnas, el Ciudadanos de Albert Rivera se ha convertido en un partido bifronte como el dios Jano. En Cataluña es una formación que tiende a la estabilidad, con unas estructuras ya consolidadas y un margen de mejora limitado. Su proceso larvario, sustancialmente, ya ha tenido lugar, alimentándose tanto en el caladero socialista como en el popular. La absoluta disfuncionalidad del PP catalán, controlado todavía con mano férrea por el inefable Jorge Fernández Díaz desde su atalaya madrileña, probablemente permitirá una última sangría de votantes hacia Ciudadanos, pero las encuestas no auguran un gran crecimiento. No hay novedades en el frente catalán, donde la desaceleración del proceso soberanista le resta protagonismo. En Cataluña, a la formación de Rivera no le está llegando un aluvión de nuevos militantes más allá de algunos peones ya bregados para completar candidaturas, procedentes de los dos grandes partidos españoles, muy jibarizados.  

Nada que ver, pues, con el fenómeno de características casi tectónicas que protagoniza Ciudadanos en el resto del país. Partiendo casi de la nada y en muy poco tiempo, va a presentar listas en las próximas elecciones municipales en todas las capitales de provincia –y muchísimas otras ciudades- así como en las 13 comunidades autónomas que renuevan sus parlamentos. Son gente procedente en buena parte del PP, algunos rebotados que ya habían montado listas disidentes en torno a estructuras territoriales como el caso de los Independientes de Aragón y otros similares; políticos que llevan tiempo en la brega, con experiencia. Como explica un spin doctor (asesor de comunicación) que ha seguido la evolución de la formación, “Ciudadanos se encuentra en estos momentos en la misma situación que la auditora Deloitte cuando absorbió Arthur Andersen tras el caso Enron”. Pero la avalancha de gente que está llegando, añade este experto, es de dimensiones incontrolables para un partido que sólo tiene una estructura autonómica catalana y que ahora tendrá que gestionar una elección nacional. “Es inviable establecer un mínimo control racional sobre la gente que llega”, añade.

Poco tienen que ver estos políticos que hacen cola para subirse al carro ganador con el origen básicamente académico de Ciudadanos en su versión original Ciutadans; el manifiesto firmado hace una década por 15 intelectuales entre los que se encontraban Albert Boadella, Félix de Azúa, Arcadi Espada, Iván Tubau, Francesc de Carreras o Carlos Trías, en favor de un espacio político no nacionalista en Cataluña, fuera de la órbita del Partido Popular. Albert Rivera tenía entonces 25 años y acababa de conseguir una plaza de abogado en el departamento jurídico de La Caixa.

Fue cabeza de lista en las autonómicas de 2006 en las que aparecía desnudo en el cartel de la formación y consiguió entrar en el Parlament, aunque en aquella legislatura su presencia fue más simbólica que efectiva. Nada permitía prever entonces que llegaría hasta donde se encuentra ahora. Hay muchas leyendas sobre lo que propició su elección para encabezar aquella lista de 2006, incluida una que asegura que fue el orden alfabético del nombre de pila. Lo que sí es cierto es que la suerte de Rivera pendió de un hilo cuando en 2007, tras el nacimiento de Unión Progreso y Democracia (UPyD), algunos de los impulsores de Ciudadanos maniobraron para que fuera absorbido por la formación de Rosa Díez. De hecho, hace tan sólo unos meses la propia Díez les negaba el pan y la sal ninguneándolos en unas supuestas conversaciones que debían buscar algún tipo de acuerdo.

En Cataluña no entienden la repentina pasión por Ciudadanos

En Cataluña, con el debate político todavía envuelto por la cuestión soberanista, la opinión pública no acaba de entender la súbita pasión por Ciudadanos que embarga a una buena parte de los españoles. Para algunos es doloroso porque, entre otras cosas, el fenómeno Rivera desmiente radicalmente uno de los episodios de la transición que más ha alimentado el discurso victimista: la llamada Operación Roca,Operación Roca el Partido Reformista Democrático liderado por Miquel Roca Junyent que se presentó a las elecciones generales de 1986 y cuyo sonoro fracaso supuestamente evidenciaría el rechazo atávico de la sociedad española a que un catalán pudiera gobernar España. Tal vez fuera la oferta reformista la que no encontró eco y Rivera sea el gran desmentido a esta tesis. 

El catedrático Francesc de Carreras, uno de los firmantes de aquel manifiesto fundacional, piensa que los votantes de Ciudadanos en España proceden mayoritariamente del PP o de la abstención, y son muy pocos los que llegan de posiciones socialistas. “No como en Cataluña, que son más transversales y en donde hay un alto porcentaje que llegan del PSC y también de CiU, mientras que del PP sólo procede un 14%”. Recuerda De Carreras que, al principio, entre Ciudadanos y UPyD había un reparto tácito del territorio y reconoce que ahora, “ni siquiera hubo conversaciones; Díez no quería saber nada de Ciudadanos, en aquellas conversaciones les presentaron una resolución redactada de antemano. En cierto modo yo pienso que Rosa Díez siempre le ha tenido un cierto miedo a Rivera”.

El politólogo Joan Subirats considera que Ciudadanos ha logrado centrar el eje nueva política-vieja política en el ámbito español. “Tiene pocas hipotecas con el pasado, está relativamente virgen en los temas de corrupción y representa la misma novedad que Podemos con una ventaja: le añade un bagaje más tecnocrático y más elitista, con una componente liberalizadora del régimen”. En este sentido le parece muy efectiva la incorporación de economistas como Luis Garicano, de la London School of Economics; o de Diego Comín, de la Universidad de Dartmouth. “Eso del cambio razonable es un eslogan muy hábil”, piensa. Según Subirats, el PP y el PSOE son partidos muy vinculados a las estructuras del Estado, compuestos en gran parte por funcionarios, tanto altos funcionarios como profesores o técnicos de las administraciones, con tendencias corporativistas. Ciudadanos estaría formado más por emprendedores hartos de la burocracia, del infinito papeleo para cualquier cosa, menos vinculados a las estructuras corporativas y también menos acomplejados en lo económico. “Si uno se lee el programa encuentra una mezcla de socialdemocracia y liberalismo”, piensa el catedrático de la UAB, “ellos intentan encontrar un votante de centro, pero la verdad es que sus votantes son más de derechas de lo que piensan”.

Un relevo generacional en sus votantes

El segundo aspecto que destacan todos los analistas es el generacional. El votante del PP tiene una media de 58 años y el del PSOE se sitúa en torno a los 54. “No sabemos cuál será el de Ciudadanos, pero es evidente que es mucho más joven. Junto con Podemos, Ciudadanos forma parte del cambio generacional, una cuestión que va a ser determinante en los próximos comicios”. En las municipales de 2011 hubo una participación muy baja que ahora no se repetirá, asegura Subirats, que pone el siguiente ejemplo: Podemos ganó en la provincia de Cádiz en las elecciones autonómicas andaluzas porque, entre otras cosas, la participación subió un 8%. Podemos saca voto de la abstención y Ciudadanos también.

La gran anomalía que representaba el PP era que abarcaba desde la extrema derecha hasta el centrismo, algo que no sucede en el contexto europeo. Ahora, la ruptura de este PP abre una franja enorme. El peligro de Ciudadanos es que está creciendo de forma exponencial y de un modo un tanto descontrolado, lo que puede acarrearles problemas graves como ya ha podido verse en episodios como los de Getafe donde la dirección descubrió un curioso entrismo de un grupo proveniente de Falange. “Podemos lo tiene más controlado, no se presenta en todos sitios en las municipales y autonómicas, quieren mantener el control de quién entra en el partido. Ciudadanos lo traga todo”, señala una fuente próxima al partido.

La reválida de las elecciones municipales y autonómicas

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El peculiar tobogán electoral de este 2015 hace que nada tenga sentido si no se contempla con la vista puesta en la carrera final de las elecciones generales. Para Ciudadanos, como para Podemos, las próximas municipales y autonómicas son una oportunidad y también un riesgo. ¿Qué harán ambas formaciones el 25 de mayo cuando tengan que tomar partido político con las cartas que les hayan tocado? Ciudadanos, aseguran quienes conocen a Rivera, intentará mantener la virginidad hasta las generales, no mojarse y pasar desapercibidos en cuanto a gobernar.

Lo que sí es cierto es que a partir de esa fecha habrán perdido su condición de outsiders, y a cambio dispondrán de muchas herramientas para hacer política: asesores, asistentes, sueldos, dinero, lugares para reunirse, fotocopiadoras, etc. De hecho, Ciudadanos ya sabe lo que es estar en las instituciones. Lo conseguido en Andalucía ha sido posible, no sólo gracias a ese tan cacareado presupuesto de sólo 200.000 euros, sino a la maquinaria que se engrasa con la asignación de su grupo del Parlament catalán y, ahora, también de Bruselas.

Más que probablemente, tras el 24 de mayo esta relación cambiará y la diferencia entre Ciutadans y Ciudadanos será más evidente en tanto que el resultado fuera de Cataluña será superior al que consiga en la propia Cataluña, donde su discurso antisoberanista ya no es tan necesario. A nivel español, sin embargo, lo que ahora triunfa es el discurso regeneracionista. La gran paradoja puede ser que, finalmente, lo más visible que quede del proceso soberanista catalán sea la emergencia de una fuerza procedente de Cataluña que lo que reclama es la regeneración del Estado español.

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