El cordón sanitario de los antifascistas belgas a la extrema derecha impide un congreso ultra en Bruselas

Archivo - El vicepresidente de Acción Política y eurodiputado de VOX, Jorge Buxadé, durante una rueda de prensa del secretario general de Vox, en la sede del partido, a 11 de septiembre de 2023, en Madrid (España).

Los movimientos antifascistas belgas han demostrado de nuevo su capacidad de presión y la fortaleza del cordón sanitario en la Bélgica francófona. Una larga lista de partidos de extrema derecha, desde el PiS húngaro de Orban, los neonazis del Vlaams Belang flamenco, los franceses de Renacimiento de Eric Zemmour, los británicos de Nigel Farage o miembros de VOX debían celebrar un congreso este martes y miércoles en el Concert Noble, una sala de eventos muy cercana a las instituciones europeas en Bruselas. Lo tenían todo preparado, anunciado, habían cursado invitaciones, era su gran momento antes de las elecciones europeas. Pero el congreso no tendrá lugar en el Concert Noble y probablemente en ningún sitio de Bruselas. La razón: la presión de los movimientos antifascistas.

El viernes, ante una campaña coordinada por varios grupos contrarios a la extrema derecha, la empresa que gestiona la sala y organiza los eventos, Edificio, anunció que “el evento de las fuerzas conservadoras europeas previsto para los días 16 y 17 de abril en el Concert Noble ha sido anulado”. También se esperaba la participación de miembros de La Lega de Matteo Salvini o del Rassemblement National de Marine Le Pen. Toda la potencia de la extrema derecha europea, a menos de dos meses de las urnas, en pleno barrio europeo de Bruselas.

Esta vez la campaña anti ultra fue orquestada por dos organizaciones: la Coordinación Antifascista Belga y la Liga de Derechos Humanos. Su presión fue tal que Edificio publicó un comunicado asegurando que “siempre hemos suscrito y defendido los valores fundamentales de la democracia en Europa y en Bélgica y hemos ofrecido nuestros servicios en favor de esos valores democráticos, en particular de la libertad de expresión y la libertad de asociación”. Mientras la extrema derecha busca otro lugar en Bruselas, todavía sin éxito, la anulación de su congreso muestra ese poder movilizador de los movimientos antifascistas en la Bélgica francófona, que se está convirtiendo en el último reducto europeo sin extrema derecha.

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Valonia y Bruselas, que suman más de cinco millones de habitantes, no tienen ni un solo cargo electo salido de partidos de extrema derecha. No hay dirigentes de extrema derecha conocidos. Existen los partidos de extrema derecha, pero son residuales y no tocan poder, a pesar de que en Flandes entre la NVA (aliada de VOX en el Parlamento Europeo) y los neonazis del Vlaams Belang, suman casi el 50% del electorado, una de las regiones con más voto a la extrema derecha de toda Europa.

¿Qué hace a la Bélgica francófona inmune por ahora a estos partidos? Un cordón sanitario estricto y que no sólo implica a las fuerzas políticas y que es sobre todo muy potente entre los medios de comunicación. Nadie informa sobre actividades de partidos o líderes de extrema derecha, nadie cubre los pocos y pequeños actos que organizan y anuncian a través de redes sociales, nadie invita a tertulias a personas cercanas a ellos. Mediáticamente no existen. Los medios de comunicación son firmantes de la llamada “Carta de la Democracia”, que les compromete a esa labor antifascista.

Y ese cordón sanitario es también social y se extiende a universidades, sindicatos, asociaciones culturales de todo tipo y hasta la mayoría de los equipos de fútbol, que evitan que entre sus hinchas más fanáticos se implanten grupos de extrema derecha. La idea es que sin oferta no hay demanda. Todo eso se sostiene gracias a una tradición de lucha obrera y de resistencia que pasó por la Segunda Guerra Mundial pero que había nacido antes, en la primera industrialización belga, desde el siglo XIX. Y que siguió tras las guerras mundiales en la depuración de quienes colaboraron con el nazismo.

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