Teléfono rojo

Cerrar la caja de Pandora

El pasado 3 de octubre, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) publicó la filtración de documentos sobre secretos financieros más importante de la historia tanto por la magnitud de los datos obtenidos (12 millones de documentos) como por el número de empresas offshore afectadas (catorce). Lejos de ser un problema menor, los paraísos fiscales representan una enorme amenaza para Europa: el 11% del patrimonio neto del continente (2,3 billones de euros) está escondido en estos paraísos fiscales. Para poner esta cifra en contexto, esta suma representa aproximadamente el PIB de Francia.

Aunque los paraísos fiscales tengan tipos impositivos extremadamente bajos o inexistentes, es realmente su opacidad fiscal lo que los define como tal. Es decir, la nula colaboración entre las autoridades fiscales de estos estados y, por ejemplo, la Agencia Tributaria Española. Esto significa que si una empresa española o un residente fiscal español creara (a través de un complejo proceso) una empresa fantasma en uno de estos países, la Agencia Tributaria no tendría manera de saber que esa fortuna existe, y por tanto escaparía de la legítima contribución a las arcas públicas. Pero, ¿cómo hemos acabado aquí? ¿Cuál es el origen de esta práctica?

El historiador económico Ronen Palan explica que pese a que algunos estados de EEUU como Nueva Jersey o Delaware comienzan a flexibilizar el criterio para registrar empresas (atrayéndolas con tipos impositivos bajos) a finales del siglo XIX, el concepto moderno de paraíso fiscal comienza con la Primera Guerra Mundial. Hasta ese momento, la existencia de paraísos fiscales habría tenido poco sentido puesto que las fortunas de las grandes familias europeas apenas habían sido gravadas. No obstante, para mantener el esfuerzo bélico, se introdujeron por primera vez importantes impuestos. Es en este contexto en el que dos intereses encajan: por una parte el de las grandes fortunas de ocultar su patrimonio y, por otra parte, el de Suiza –afectada por la Gran Depresión—de ofrecer condiciones más favorables (notablemente en términos de opacidad) a estas fortunas. Con ello, comienza el llamado triángulo Zurich-Zug-Liechtenstein de la evasión fiscal.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción del continente a través de políticas keynesianas dio lugar a los Trente Glorieuses, la edad de oro del Estado de bienestar. Trente GlorieusesEvidentemente, el gasto público en forma de educación, sanidad pública y prestaciones por desempleo que desembocó en las décadas de mayor igualdad y prosperidad que el continente había visto jamás se sufragó en parte con una mayor presión fiscal para las grandes fortunas. Una considerable parte de esas élites económicas, sin embargo, reaccionó tratando de esconder su patrimonio en paraísos fiscales.

No obstante, el gran salto tecnológico de este modelo llega con la revolución digital. Hasta entonces, ocultar una fortuna resultaba laborioso e incierto: uno tenía que volar a estos estados, generalmente con grandes cantidades de dinero en efectivo, para poder abrir una cuenta. Con la invención de internet llega también la posibilidad de ocultar una fortuna a golpe de clic. Asimismo, en parte promovido por este aumento de la demanda, cada vez más microestados optaron por especializarse en esta actividad: en 1990, existían en el mundo entre sesenta y cien paraísos fiscales (dependiendo de la definición utilizada), especializados en diferentes etapas del fraude y la evasión fiscal. Una tendencia que no ha cesado de crecer hasta nuestros días.

La riqueza de los europeos en paraísos fiscales (% de las participaciones financieras de hogares). Fuente: Zucman (2015) 'The Hidden Wealth of Nations', p. 24.

Hasta este punto, el retrato de la situación puede sonar pesimista. No obstante, la buena noticia es que la existencia de estos paraísos fiscales no es inevitable: es, simplemente, una decisión política. decisión políticaComo señala el economista Gabriel Zucman, podemos inventar mecanismos para luchar contra esta lacra. En los últimos capítulos de su libro The Hidden Wealth of Nations (2015), propone formar coaliciones internacionales entre grandes potencias económicas para introducir altos aranceles aduaneros para torcer el brazo de los paraísos fiscales. Esto resultaría justificado y realista. Justificado, puesto que sería proporcional al coste que estos estados tienen en las economías europeas. Realista, debido a que los paraísos fiscales son gigantes financieros pero no potencias comerciales. A través de esta medida, podría obligarse a países como Suiza a aceptar colaborar en materia de evasión fiscal para crear una suerte de registro internacional con todas las cuentas bancarias mundiales, supervisada por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Propuesta para un registro financiero mundial. Fuente: Zucman (2015) 'The Hidden Wealth of Nations', p. 99.

De esta forma, este registro sería accesible a cada autoridad fiscal nacional, convirtiendo el fraude y la evasión fiscal en una actividad prácticamente imposible. Pero además permitiría hacer frente a otro enorme problema: la opacidad de la riqueza. Con excepciones como los bienes públicos, todo el patrimonio pertenece, en última instancia, a alguien. Parte de la dificultad de luchar contra el fraude fiscal radica en cómo los propietarios de estas cuentas logran esconderse tras numerosas capas de sociedades pantalla. La creación de un registro financiero mundial permitiría luchar al mismo tiempo contra esta opacidad y contra el problema que alimentan: la concentración de la riqueza en una inmensa minoría. Para ello, Zucman propone que el FMI, a través de este registro financiero mundial, retenga en el origen todas las acciones, bonos, mutualidades, fondos de inversión, tierras y propiedades. Esta retención (que no especifica pero podría ser, por ejemplo, del 5%) sería devuelta por el FMI a sus propietarios; pero aquí viene el truco. Esta devolución sólo se haría a través de la declaración fiscal de cada individuo. Esto presentaría a los evasores fiscales con el siguiente dilema: o bien “desenmascaran” sus cuentas en paraísos fiscales a la hora de declarar su renta, o bien ven cómo un impuesto del 5% se van comiendo “a mordiscos” su patrimonio.

Sea como fuere, estas reformas –lejos de ser utópicas— son razonables y realizables. Por ejemplo, hace tan solo unos días la OCDE cerró un acuerdo para garantizar un impuesto de sociedades mínimo del 15% con más de 130 países. Como explica Eloi Flamant, miembro del EU Tax Observatory, pese a la decepción de no haber alcanzado un acuerdo en el 21% propuesto inicialmente, este mínimo del 15% es meritorio, especialmente porque países con tipos en torno al 12% o 13% —como Irlanda— se han comprometido a aplicarlo. Para Flamant este tipo de acuerdos demuestran cómo políticas que hace menos de una década parecían inimaginables son hoy una realidad.

A la hora de preguntarse por estrategias para impulsar estas medidas, es importante destacar cómo quienes utilizan estos mecanismos para evadir impuestos son, fundamentalmente, las élites económicas. Sin una élite económica lo suficientemente inmoral como para no pagar la parte que les corresponde, los paraísos fiscales simplemente no existirían. Por lo tanto, es importante comprender quienes defraudan y evaden por dos motivos: en primer lugar, para entender la relación entre la evasión fiscal y la desigualdad, puesto que los paraísos fiscales gangrenan el presupuesto público y fuerzan un race to the bottom (“carrera a la baja”) fiscal. Esta práctica mutila nuestros hospitales, empeora nuestros colegios, y desprotege a los más vulnerables. En segundo lugar, es importante comprender la influencia que esta élite política ejerce sobre el campo político y mediático. Si un puñado de microterritorios han podido hacer tanto daño a los países más poderosos del mundo es gracias al poder que esta élite económica tiene, y no por el principio de soberanía que rige el sistema internacional (que se ha cuestionado por menos). En el caso de nuestro país, además del poder económico, resulta interesante pensar que mientras que el Gobierno de Mariano Rajoy afirmaba preocuparse por el fraude fiscal, varios de sus ministros y altos cargos ocultaban su patrimonio en paraísos fiscales. Por tanto, lejos de pedir soluciones basadas en el consenso, hemos de ser conscientes de que las resistencias internas a estas medidas serán hercúleas.

Lo siento, pero da igual que recicles

Evasión fiscal por nivel de riqueza en Noruega, Suecia y Dinamarca. Fuente: Alstadsæter, Johannesen & Zucman (2019) 'Tax Evasion and Inequalit'y. American Economic Review, 109(6).

En este sentido, además de las zancadillas internas, el otro gran desafío seguirá siendo las resistencias de importantes socios internacionales. Por una parte, estados miembro de la UE cuya actividad económica radica en atraer de manera opaca grandes fortunas mundiales (Luxemburgo, Chipre y, en menor medida, Irlanda y Países Bajos) y, por otra, estados de EEUU con dinámicas comparables a la de los paraísos fiscales (particularmente Dakota del Sur y Delaware). Pese a que hay pasos inmediatos que sí se podrían dar, como incluir estos países en la lista de paraísos fiscales de la UE para avergonzarlos, resulta mucho más complicado forzarles a colaborar. En el caso de los paraísos fiscales dentro de la UE, resultaría imposible introducir un arancel o incluso tratar de expulsarlos. Por otra parte, en el caso de los estadounidenses, resultaría difícil echarle un pulso comercial a EEUU. ¿Conseguirá la UE una convergencia fiscal? ¿Decidirá EEUU cooperar —y no competir— en este tipo de políticas? Estas son algunas de las preguntas a las que tendremos que encontrar respuesta en los próximos años y que requerirán impulso político e ingenio.

En conclusión, los Pandora Papers no han sido excepcionales por su volumen; también lo han sido por su extensión temporal. Hasta este momento, filtraciones como los Panama Papers y Paradise Papers solo nos daban una instantánea de la evasión fiscal. Los Pandora Papers son únicos en tanto que contienen quince años de evolución en cuentas secretas. Pandora Papers Como señala Flamant, esta filtración no solo demuestra la magnitud del fraude y de la evasión fiscal; también pone de relieve la rapidez con la cual estos expertos fiscales se adaptan a los cambios legislativos con los que se les intenta combatir. Por lo tanto, sabemos que cerrar la caja de Pandora será difícil. Sólo a través de una coalición entre periodistas de investigación, académicos comprometidos y políticos valientes lograremos poner fin a este problema que socava nuestro contrato social.

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