Libros

El cambio está a la vuelta de la página

Biblioteca Holland House de Londres después de un bombardeo en la II Guerra Mundial.

En estos días de proximidad a la Feria del Libro de Madrid (que arranca el viernes 31 en el Parque del Retiro), un grupo de editoriales se ha reunido en la capital para trazar una hoja de ruta sobre el futuro de su industria.

Pero en esta ocasión no han sido los grandes nombres impresos en las portadas de los best-sellers, sino más bien todo lo contrario: casas independientes, negocios casi familiares por su tamaño, que sin embargo son capaces de rellenar un espacio en particular estado de efervescencia, el de la contestación política. Organizado por la asociación Contrabandos, que aúna a 14 editoriales nacionales, el encuentro, que tuvo lugar los pasados jueves y viernes en las librerías asociativas Enclave de Libros y Traficantes de Sueños, reunió a dos decenas de actores de la cadena del libro provenientes de distintos puntos del país, así como de Francia, Italia y Reino Unido.

Bajo el lema Convertir los libros en armas, Contrabandos, creada en 2011, convocó a los colectivos Les 451 y Odei, francés e italiano respectivamente, que comparten con ellos motivaciones e ideología. “La decisión de organizar el encuentro vino de constatar que el año pasado surgieron estas asociaciones con bastantes similitudes entre ellas, y con las que nosotros también nos sentimos afines”, explica Alfonso Serrano, coordinador de Contrabandos, además de editor de La oveja roja. “Lo que queremos es plantearnos qué está ocurriendo y dar respuesta a una situación cambiante en el mundo del libro”.

Editoriales peleonas

Editoriales peleonas

Junto a los representantes de los tres colectivos, aportaron sus experiencias, sus dudas y sus aspiraciones editoriales como la barcelonesa Octaedro, que desde hace 23 años publica sobre cuestiones como la enseñanza de valores de la ciudadanía, la vasca Txalaparta, punto de referencia del movimiento independentista de izquierda (ambas miembros de Contrabandos), o la parisina La fabrique. “Una editorial independiente permite romper la jerarquía que construyen las camarillas políticas organizadas”, apunta la editora Stella Magliani-Belkacem, cuya casa publica entre 10 y 12 títulos al año, en torno a temas como la filosofía, la historia del siglo XX, la Revolución Francesa “desde un punto de vista robespierrista” o los feminismos. “Nuestra perspectiva es no crecer más, porque eso supondría pedir créditos al banco, y no hacerlo es lo que garantiza nuestra independencia”.

También participaron en el encuentro dos representantes de Ex Cuem, la librería de la Universidad Estatal de Milán que, un año después de su cierre en 2011, fue ocupada por un grupo de estudiantes que la gestionan autónomamente, y que desde entonces ha sido desalojada tres veces, primero por el rectorado y finalmente por la policía hace dos semanas. “Se trata de una librería con una historia simbólica, ya que también fue ocupada en el 68”, explicaron. De vuelta a su actividad a pesar de la intervención policial, los estudiantes venden libros de segunda mano por la voluntad, textos universitarios que se pueden escanear libremente, y publicaciones de editoriales independientes a las contactan directamente, sin intermediarios, para poder despacharlas a precio de coste. “En el circuito editorial se reproducen mecanismos del sistema capitalista que nosotros queríamos suprimir, como la división del trabajo, de ahí que nos saltemos el paso de los distribuidores”.

Entre las conclusiones extraídas, que se profundizarán en una nueva reunión el próximo enero en Roma con un mayor número de editoriales europeas, Serrano destaca la necesidad de explorar nuevas vías de cooperación por todo el continente a partir de un estrechamiento de las relaciones. Desde un posible intercambio de autores a una más incisiva observación de un mundo en pleno proceso de mutación a través de los autores, que reconocieron como el eslabón primordial de la cadena del libro, los asistentes subrayaron también la importancia de generar “un discurso común sobre la Europa y la Cultura que queremos”. Como remate, también dejaron un apunte sobre la percepción que tienen de su papel como casas independientes: “Solo así se puede construir un saber libre de verdad”.

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