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Libros

La edición no es una ciencia exacta

El panorama de la divulgación científica en España, salvo excepciones, no está demasiado asentado.

Si decimos "ciencia", ¿qué es lo primero que nos viene a la cabeza? Quizá el "Que inventen ellos" de Unamuno (aunque...); o tal vez noticias sobre los cientos, miles de científicos españoles que hoy, como antes, han de emigrar.

¿Y si decimos "libros científicos"? "No tenemos aún en España la costumbre de los científicos que escriben divulgación, aunque hay algunas excepciones, como Carbonell, Bermúdez de Castro y Arsuaga, Miguel Delibes de Castro, José Ramón Alonso y otros. Pero, en general, siguen siendo vistos (aunque cada vez menos) como bichos raros", asegura Antonio Calvo Roy, periodista científico y presidente de la Asociación Española de Comunicación Científica, quien mide la distancia que nos separa de la práctica anglosajona, "donde hacer divulgación no solo no es un demérito sino que es casi obligado: Hawking, Jay Gould, Dawkins, Gell-Mann, Sagan, Diamond... Y donde el Pulitzer de ensayo es con mucha frecuencia un libro de divulgación científica que se convierte en éxito de ventas. Y suele ser muy merecido, como los de Diamond o el de Harari".

Un panorama que, según su colega Antonio Martínez RonAntonio Martínez Ron, "empieza a mejorar, pero hasta hace muy poco era bastante deprimente. En primer lugar porque algunos de los libros más exitosos que aparecen en la sección de ciencias son directamente pseudociencias o autoayuda, como sucede con las obras de Eduard Punset y sus herederos. Hay algunas apuestas de grandes editoriales por autores jóvenes, como Pere Estupinyà, pero si quieres encontrar algo más audaz te tienes que ir a buscarlo a editoriales más pequeñas y a libros autoeditados, como los de Alejandro Alpoma".

"Tampoco hay tantos periodistas de ciencia españoles que escriban libros, aunque algunos hay (mejorando lo presente). Por lo tanto creo que el nivel es mejorable y que todavía es la excepción el científico que escribe pensando en el lector común", apunta el primer Antonio. "A lo mejor es que aquí no se puede vivir de escribir divulgación", anota el segundo.

A ver

Elea Giménez-Toledo es Doctora y Licenciada en Documentación y científica titular del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Le pregunto si el libro científico está bien tratado por las editoriales españolas. "No porque representa un sector muy pequeño" contesta, aunque matiza: "La falta de visibilidad del libro académico tiene que ver con lo que representa en términos económicos, comerciales. Se edita mucho pero tiene tiradas muy pequeñas, y el sector editorial académico tiene muchos problemas de subsistencia y muchos retos."

Giménez-Toledo es responsable del Grupo de Investigación sobre el Libro Académico (ILIA), que elabora un sistema de información llamado Scholarly Publishers Indicators (SPI). Este sistema ofrece indicadores y herramientas relacionados con las editoriales científicas o de interés para la investigación en el ámbito de las Humanidades y las Ciencias Sociales.

En España, nos explica, hay dos agencias de evaluación científica que evalúan "lo que los investigadores hacemos, lo que publicamos, y en función de eso podemos promocionar, obtener plazas, obtener ciertos reconocimientos. En esas evaluaciones tradicionalmente se ha valorado más la publicación de artículos en revistas científicas, un modelo que funciona muy bien para la física, las matemáticas o la biología pero que aplicado al caso de las humanidades y las ciencias sociales no tiene mucho sentido, porque donde publican los humanistas y los científicos sociales es en libros".

De ahí surgió la necesidad de elaborar una clasificación que, en su segunda edición (la de 2014) sitúa como editorial española mejor valorada a... tachán... Alianza Editorial.

Mestizajes

¿Sorprendidos? No hay razón porque, como recuerda Valeria Ciompi, directora editorial, desde su nacimiento Alianza compagina el libro universitario con el de bolsillo, una dualidad perfecta para el tiempo que vivimos: "El interés que ha habido en los últimos años por la economía, la sociología, la política, hace que estos libros estén en la frontera entre el libro universitario y el libro para el lector culto, que quiere enterarse de qué está ocurriendo en el mundo".

Constata Ciompi un cambio sustancial en los últimos tiempos, la edición universitaria en nuestro país ha perdido mucho protagonismo. "El cambio más importante que ha habido en los últimos años ha sido la fragmentación de la enseñanza universitaria" como consecuencia de "la multiplicación de las universidades, la multiplicación de los programas, de los grados, de las asignaturas..." Sigue habiendo obras de referencia, clásicos absolutos, "pero ya no tienen el peso o la presencia que podían tener cuando se creó la editorial".

Si se animan a visitar la web del SPI verán que la clasificación separa editoriales españolas de extranjeras, lo cual merece una aclaración. "La pregunta que hicimos a los investigadores fue que seleccionaran las 10 editoriales más relevantes de su área sin indicar si eran españolas o extranjeras ―explica Giménez-Toledo―. Pero necesitamos distinguirlas porque hay investigadores de áreas muy específicas que sólo publican en editoriales españolas y no porque quieran, sino porque el tema de investigación es absolutamente local".

¿Y en el terreno de las ciencias puras?

Le pregunto si hay algo parecido a esta clasificación de prestigio percibido para las ciencias puras y duras. No, contesta, pero sí existe una base de datos internacional producida por la multinacional Thomson Reuters, "que es quien elabora las bases de datos que se utilizan fundamentalmente en la evaluación científica para todas las áreas científicas de todo el mundo".

Se llama Books Citation Index y nació en 2011 con libros de las editoriales que ellos consideran más prestigiosas, pertenecientes todas al ámbito anglosajón. Por poco tiempo. "Ampliaron la cobertura idiomática y nuestra editorial fue invitada a participar", explica Ramón Rodríguez, director de Editorial CSIC. "Hemos entrado con plenas garantías, nuestros libros se están empezando a indexar en esa plataforma y de momento somos la única editorial académica de España incluida en ese índice".

La editorial que Rodríguez dirige es peculiar, pertenece a una institución científica y tiene una treintena de colecciones propias, "que se gestionan desde centros o institutos del consejo. El núcleo fuerte son las humanidades, donde la tradición de publicar en formato libro coexiste o es tan importante o más que la publicación en formato artículo que es lo que predomina más en el campo de ciencia y tecnología". Es, recalca, una editorial que pertenece a la administración pública, con las ventajas y los inconvenientes que esa adscripción supone. "Somos funcionarios y entramos dentro de todos los problemas de reparto de personal, etc. Eso limita la cantidad de publicación que podemos gestionar, y luego el otro limitante es el presupuesto". Hubo un recorte muy importante allá por 2010, pero lo que nos ha quedado, insiste, es suficiente para el volumen de trabajo "que somos capaces de gestionar".

Recortes

Los datos estadísticos de la web de la Federación de Gremios de Editores de España muestran que en 2012 el 3,7% de los libros publicados (6,5% en 2005) eran textos científico-técnicos, en tanto que el 10,9% (10,5% en 2005) pertenecían a la categoría de Ciencias Sociales y Humanidades.

Sí, editar ciencia "es complicado -dice Rodríguez- porque la ciencia en España siempre ha sido complicada, yo creo que a nivel social no se asume la importancia de la ciencia, es una tradición cultural española, se hace más énfasis quizá por toda la historia a las áreas de humanidades, al arte, y la ciencia... es el que inventen ellos. En ese contexto, yo creo que cumplimos más que razonablemente".

Autoedición: porque quiero y porque puedo

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Mucho más optimista se muestra Lluís Pastor, presidente de la Unión de Editoriales Universitarias. "Mi discurso es que la situación del libro científico es buena, dentro de una lógica de caída de ventas del libro en general en los últimos años, alrededor de un 40%, el libro universitario se mantiene perfectamente casi como hace unos años. Estamos demostrando que nuestro valor sigue existiendo y que nuestros libros siguen funcionando".

Pastor nos pide que nos fijemos además en el cambio del papel al libro digital. "Hay grandes editores que no se quieren apuntar porque ven disminuidos sus beneficios y como sólo les mueve el lucro no quieren abrir los ojos al mundo que viene. Hay pequeños editores que tienen dificultades para entender qué está pasando y también se borran. Afortunadamente la UNE lleva a sus 66 socios grandes, medianos o pequeños, en un convoy que los sitúa en la primera línea del cambio, en la vanguardia de la valentía de la publicación en el siglo XXI".

Reivindica la labor de las editoriales universitarias, sean públicas o privadas, porque son "un servicio fundamental para irradiar el conocimiento y para publicar la investigación". Una tarea que Ramón Rodríguez reparte entre todos los actores de la comunidad editora: CSIC, UNE y editoriales y entidades privadas, aunque sus enfoques sean necesariamente distintos. Porque la edición científica, como la misma ciencia, es una labor de equipo(s).

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