Cine

El documental español crece sin ayudas

Fotograma de 'Ad Ventum', documental dirigido por Bárbara Mateos.

Rodados en España o en Uganda, de temáticas personales o políticas, con presupuestos de 200.000 a 8.000 euros, grabados en cinco años o en uno, formalmente tradicionales o innovadores. El festival DocumentaMadrid (en el centro Matadero del 27 de abril al 8 de mayo) se ha asegurado de que su sección dedicada al documental español sea un catálogo abarcable pero fiel a la variedad en el sector. Un sector que comienza a moverse. No es casualidad que este año, cuando se celebra la edición número 13, la organización haya creado un premio destinado a señalar lo mejor de la producción nacional. Al galardón (dotado con 6.000 euros) concurren nueve películas, a las que se suman otras siete fuera de competición. Solo una de las que compiten ha obtenido una subvención del Ministerio de Cultura, ninguna de las consultadas tiene apoyo de Televisión Española y, aunque las ayudas de entidades locales son más frecuentes, solo tres están en contacto con una cadena pública regional.

"Hay un problema muy grande en España. No solo no se cuida, sino que se desconoce". Habla Pablo de la Chica, director de Los otros chicos, un documental sobre la importancia del juego para los niños que viven en países en conflicto que es también el que más presupuesto tiene de los consultados. El actor, que se estrena como director con este proyecto, ha conseguido reunir cerca de los 200.000 euros del presupuesto gracias a un préstamo del Instituto de Crédito Oficial obtenido como emprendedor, no como cineasta, porque el Ministerio no le concedió la ayuda a la producción. Era probable: el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) solo otorgó estas subvenciones a 10 películas documentales en 2015, de las 27 beneficiadas.

Esta es habitualmente la única ayuda nacional a la que pueden concurrir los largometrajes de no ficción. Los requisitos para acceder a las ayudas a la amortización (las más cuantiosas hasta ahora) están pensados para filmes de un tamaño mucho mayor al que tiene, de media, este género. El cambio de normativa en las ayudas al cine (que pasan a entregarse a priori, sobre proyecto) no soluciona este aspecto: el presupuesto mínimo para optar a ellas es de 400.000 euros para los documentales. Ninguna de las seleccionadas por el DocumentaMadrid alcanza esta cifra. 

Ni siquiera el único de los concurrentes beneficiado por esta ayuda tiene elogios para el modelo. "Obtener apoyo de las instituciones es muy jodido", admite Oskar Tejedor, director de En tránsito, un filme sobre el desgarro que supone la migración de las mujeres latinoamericanas a España para los hijos que dejan allí. Y eso que él no cuenta solo con el del Ministerio —que le concedió 32.660 euros del presupuesto, unos 150.000 euros en total—, sino que también viene respaldado por el Gobierno vasco, el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación. El hecho de que su largometraje refleje parte del trabajo en la Casa de las Mujeres, un organismo municipal donostiarra, quizás haya facilitado el proceso. Aunque insiste en que "el caso de Euskadi es distinto", Tejedor dice no haberlo tenido fácil: "Al final, son familias, y yo no entro dentro de esas familias que obtienen financiación". 

Quitando Melchor Rodríguez, el ángel rojo —documental sobre el líder anarquista dirigido por Alfonso Domínguez—, que sí tiene el sostén de la Junta de Andalucía, ningún otro de los largometrajes a concurso ha contado con la administración. La otra gran fuente de financiación posible, las televisiones, tampoco ha sido de gran ayuda. "Para ellas, apostar por el documental es apostar por algo que no saben qué es", critica De la Chica. Su proyecto fue rechazado por TVE. Sin embargo, Al Jazeera entró en la producción poco más tarde, y Canal Sur lo hizo al incluirse en la ecuación la productora sevillana La Mirada Oblicua. "Y eso que era antes de los Goya", dice el cineasta, aludiendo a los dos cabezones que se llevó A cambio de nada, del mismo sello, en la pasada edición. 

 Curiosamente, los cineastas Xapo Ortega y Xavier Artigas han contado con el apoyo de TV3 para la emisión de su documental Tarajal. Desmontando la impunidad en la frontera sur —que recopila y pone en valor la información sobre la muerte de 15 migrantes cuando trataban de cruzar la frontera de Ceuta en febrero de 2014—, fuera de concurso. Si resulta sorprendente es porque han encontrado ahora tantas facilidades como negativas obtuvieron cuando se trataba de su anterior largometraje, Ciutat Morta, que relacionaba el suicidio de Patricia Heras con un caso de corrupción policial en Barcelona. ¿Quizás porque ahora se trata de señalar a la Guardia Civil, y entonces se exponía a la Guàrdia Urbana y los Mossos d'Esquadra? "Hombre, está claro que no es lo mismo", dice Ortega. Irónicamente, en este caso la emisión no resulta fundamental para su financiación: el Observatori DESC de derechos humanos ha sufragado los 15.000 euros del documental como parte de su labor.

Ningún otro largometraje a concurso tiene, por ahora, el compromiso de una cadena interesada por comprar los derechos de emisión. En parte porque sus temáticas —crítica de las fiestas patronales en las que se tortura animales, en Santa Fiesta, o la mencionada Tarajal— no los hacen especialmente cómodos, pero también porque el género es tradicionalmente bajo en índices de audiencia. Aunque el equipo de Los otros chicos y de Ad Ventum (Hacia el viento) todavía tengan los dedos cruzados. Bárbara Mateos, directora de este último —un filme que retrata una zona de Portugal arrasada por el éxodo rural y con una fuerte incidencia del suicidio—, es trabajadora de Televisión Española y se sorprende de que su cadena no apoye ninguno de los proyectos de la sección. Tampoco el suyo. "Nos cuesta apostar por nuevas miradas. Incluso en los medios, en los que siempre tienen espacio los mismos nombres", explica. De la Chica añade: "Telemadrid, que está en la región donde se produce el 80% del cine, no puede con toda la carga". 

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Ante este panorama, no extrañan los largos tiempos de maduración de las películas: The other kids, Ad Ventum y En tránsito se han gestado durante cinco años, en gran medida debido a las dificultades para obtener el presupuesto (Tarajal, como contaba con la financiación, ha podido reducir los tiempos). Esto genera un tejido de profesionales que se dedican al documental solo en sus ratos libres. Como denuncia Tejedor, "hacer un documental es militancia pura y dura. No es para ganarte la vida". Este elemento es en parte culpable, según su opinión, de que el sector haya tardado en levantar el vuelo en lo que a calidad técnica se refiere. Xapo Ortega agradece a "la democratización de los medios de producción" —el abaratamiento de las cámaras y equipos informáticos semiprofesionales— la mejora en la factura de los últimos años. Ambos opinan que aún queda camino que recorrer. 

 La experiencia de Àlex Lora, codirector junto al italiano Antonio Tibaldi de La butaca del padre, sirve como contrapunto esclarecedor de este panorama. El responsable de este documental sobre dos hermanos judíos ortodoxos y su relación con la casa familiar, completamente llena de basura, vive desde 2010 en Nueva York. Allí trabaja como montador para una productora de televisión, y es muy activo en el mundillo del cine de no ficción. "En España nadie pone un euro si no se ha metido una televisión o el ICAA, aunque luego haya muchos proyectos independientes", observa Lora. Tampoco es que allí sea fácil: todo funciona con financiación privada y la competencia es fuerte, lo que hace que proyectos como el suyo cuenten con 10.000 dólares (8.600 euros) de presupuesto. 

La diferencia es que allí, dice, hay una industria. La película, una de las más firmes candidatas a hacerse con el galardón, se estrenó en el prestigioso festival holandés IDFA y está respaldada por la distribuidora Cat and Docs, un gigante que tiene en nómina filmes como 5 broken cameras o Citizenfour (candidata y ganadora de un Oscar, respectivamente). El director trabaja ahora en otro documental junto a Adán Aliaga, uno de los pocos españoles que ha ganado el IDFA (en 2005, por La casa de mi abuela). Aliaga también se ha mudado a Estados Unidos. 

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