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No hay que temer a Putin

Putin

Georgina Higueras

Los altos mandos militares rusos y estadounidenses están enzarzados en una guerra verbal que frena cualquier iniciativa tendente a relajar la tensión entre los dos países. El interés desatado por la reciente reunión entre Rusia y la OTAN, después de que la Alianza rompiese los contactos en 2014 tras la anexión rusa de la península de Crimea, se diluyó con las acusaciones de “intercepciones agresivas” rusas de aviones de EEUU. El hecho de sentarse a hablar ya es importante, pero lo único que se destacó del encuentro fueron las palabras del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sobre que las “diferencias son profundas y persistentes”.

Los adjetivos “agresivo” y “expansionista” son los más utilizados por los medios de EEUU –y los europeos siempre a la zaga– al referirse a Vladímir Putin. Es evidente que no es un demócrata, pero tanto en Siria, como en Ucrania, el presidente ruso ha hecho gala de contención. En Siria ha retirado sus tropas y ha pactado con Washington una tregua, que los aliados de uno y otro respetan a duras penas, aunque ambos parecen decididos forzarla. En Ucrania, rechazó las demandas de los rebeldes de darles más apoyo para expandir sus territorios y aceptó los acuerdos de Minsk.

En ambos frentes, como en la reunión con la OTAN, Vladímir Putin ha demostrado que no quiere aislar a Rusia. Por el contrario, su obsesión es mantener la influencia de Moscú en la esfera internacional. Aupado en la fuerza de su liderazgo, Putin ha jugado sus cartas frente a EEUU, con el que quiere tratar de tú a tú. Consciente de las limitaciones que le impone la difícil situación económica que atraviesa Rusia, con el petróleo –su principal fuente de ingresos—por los suelos, ha defendido la posición rusa en Oriente Próximo pero sin pretender una victoria militar.

El presidente del Estado Mayor Conjunto de EEUU, general Joseph Dunford, declaró recientemente a Foreing Policy que el despliegue en el este de Europa de otra brigada acorazada, pretende hacer frente al resurgir de Rusia. Según el general, el Pentágono prevé reforzar la defensa de Europa no solo con más tropas, sino también con misiles balísticos y ciberarmas. A su vez, el secretario de Defensa Ashton Carter señaló en febrero pasado que Rusia representa la mayor amenaza a la seguridad de Estados Unidos, por encima de los yihadistas del Daesh.

¡Vivan los muros!

La respuesta de Putin ha sido ordenar la formación de tres divisiones para desplegar a lo largo de su frontera. Si bien es cierto que en 2015 siguió aumentando el gasto militar, pese a que el PIB cayó el 3,7%, el presupuesto castrense ruso ascendió a 66.000 millones de dólares, frente a los 596.000 millones del Pentágono y a los 900.000 millones gastados por la OTAN, según informa el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), que cifra los gastos militares totales rusos en el 4,68% del PIB, tres décimas más que en 2014. El líder del Kremlin tiene claros estos datos y sabe que el futuro no pasa por un enfrentamiento con la Alianza. “Solo alguien que no esté en su sano juicio imaginaría que Rusia podría atacar a la OTAN algún día”, declaró el pasado junio al periódico italiano Corriere de la Sera.

La Unión Económica Euroasiática (UEE) encarnó las esperanzas de Putin de recuperar parte del poderío que en su día tuvo la desaparecida Unión Soviética. La revuelta del Maidan dio al traste con la UEE, ahora casi absorbida por la nueva Ruta de la Seda china. Rusia rapiñó Crimea y Ucrania se asemeja cada día más a un estado fallido.

El pasado día 2, la OTAN comenzó en los países del Báltico unas maniobras junto a la frontera rusa y tiene previstas otras de gran envergadura y con fuego real este mismo mes en Europa del Este. No hay que tener miedo a Putin sino tratar de entablar un diálogo sincero y callar las armas.

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