Turquía

La alianza de izquierdas turca aspira a revalidar su presencia en el Parlamento

Simpatizantes del primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, durante un acto de campaña electoral en Diyarbakir, Turquía.

Si te ríes demasiado, después llorarás. Es lo que se les dice a los niños en Turquía. El 7 de junio nos reímos demasiado”, cuenta Görkem, joven profesora de sociología de Ankara, al recordar la alegría que sintió tras conocerse los resultados del escrutinio de los comicios legislativos de junio, que otorgó 80 diputados al Partido Democrático de los Pueblos (HDP). El AKP, el partido del presidente Recep Tayyip Erdogan, con el 40% de los votos y 258 escaños (de 550), se mantenía como la primera fuerza política, pero perdió la mayoría absoluta. El Partido Republicado del Pueblo (CHP), con 132 representantes, se mantuvo como principal partido de la oposición, mientras que el Partido de Acción Nacionalista (MHP) consiguió también 80 diputados. Un equilibrio de fuerzas que debería haber derivado en un gobierno de coalición.

Sin embargo, desde entonces, Turquía ha sufrido varios atentados, arrestos y problemas de todo tipo. Se halla inmersa en la incertidumbre, a raíz de la decisión del presidente Erdogan de convocar nuevas elecciones para el domingo 1 de noviembre. A pocos días de la celebración de los comicios, los medios de comunicación del grupo Koza Ipek, considerado próximo al movimiento Gülen, han pasado a estar en el punto de mira del Ejecutivo. Varios periódicos y cadenas de televisión del holding han pasado a estar controlados por el Gobierno, en el marco de una investigación sobre una supuesta malversación, que Ipek se ha apresurado a desmentir. El miércoles, la Policía entraba en las instalaciones de Bugun TV y de Kanalturk, en Estambul, para hacerse con el control. “Es un golpe de Estado contra la oposición, contra los medios de comunicación, contra nuestra Constitución y contra la libertad de emprender”, dice Abdulhamit Bilici, redactor jefe del diario Zaman.

Aunque a menudo se habla del HDP como de un partido prokurdo, es una alianza bastante más compleja. El HDP, lo mismo que sus codirigentes Selahattin Demirtas –abogado de origen kurdo de 42 años– y Figen Yuksekdag –turca, nacida en el seno de una familia tradicionalista que milita en la izquierda radical desde la adolescencia– es fruto de una cooperación entre el movimiento progresista kurdo y la izquierda turca, surgida en los años 90.

Aunque desde 1995 el movimiento kurdo y la izquierda turca han concurrido juntos a casi todas las elecciones, no fue hasta 2011 cuando esta fuerza social y política tomó la forma actual y obtuvo sus primeros diputados. “Abdullah Öcalan, el líder del PKK, promovió esta unidad”, explica Ertugrul Kürkçü, diputado del HDP. “No obstante, decir que el HDP es un partido prokurdo es una retórica recurrente. El HDP es un partido multinacional, multicultural y multiétnico que defiende valores democráticos y de izquierdas. Sin la herencia de la lucha de los kurdos, no habría HDP, pero el HDP apoya a todos los sectores oprimidos de la sociedad. Es profeminista, prosocialista, prokurdo, proárabe, proalevitas, procristiano, propobres”.

En un panorama político turco muy dividido, entre el AKP (islamista conservador), el CHP (socialdemócrata kemalista y por ende nacionalista) y el MHP (la derecha ultranacionalista que flirtea con el fascismo), el HDP seduce a aquéllos que aspiran a alcanzar un debate democrático más constructivo, como Görkem, de 25 años. En abril de 2015, como muchos, esta joven, que se define como “socialista de izquierdas”, decidió hacer campaña por el HDP. “Después de Gezi, participé en el movimiento ciudadano Baslangic y después en el movimiento 10dansonra. Estos movimientos reagrupan a gente insatisfecha con los movimientos políticos. Y aunque pedí el voto para el HDP en julio, no soy miembro del partido”. Para la joven profe, “había una urgencia ética”, que el HDP superase la barrera del 10% impuesto por la Constitución salida del golpe militar de 1980 y que consiguiera representación en el Parlamento.

Aunque puntualiza que quiere seguir siendo independiente y crítica, Görkem, que se presenta como una mujer activa, turca y blanca, se entregó en cuerpo y alma a la lucha. “Ankara es muy burócrata y los políticos de izquierdas están desfasados. En mi barrio, donde el kemalismo se impone por tradición, llamamos a las puertas y nos reunimos con la gente en los parques. Somos jóvenes, sonreímos, llevábamos los colores, cantábamos, tocábamos. Queríamos crear una relación amable de alegría y de esperanza”.

Para la generación Gezi, se trataba de transformar en votos la energía liberada tras las protestas de la primavera de 2013. “En los medios de comunicación, se habla del HDP aludiendo al PKK, a Öcalan, cuando hay muchos problemas como la violencia que se ejerce contra las mujeres a las que el HDP quiere dar solución. Este partido apoya la participación femenina, propone una alternativa a la energía nuclear”, continúa Görkem.

La maratón electoral de estos dos últimos años (elecciones municipales, presidenciales y legislativas) ha llevado al HDP a clarificar su línea política y sus objetivos. “Nuestro programa político esta dirigido fundamentalmente a acabar con todo tipo de opresión y de explotación del Estado, de los sectores capitalistas y del sistema neoliberal”, dice la diputada Kürkçü. “Estamos próximos al Frente de Izquierda en Francia, de la Syriza de Grecia y de Podemos, en España. Pero somos un partido más asimétrico. El partido no es homogéneo étnica ni socialmente. La fragmentación de la clase obrera que interactúa con los demás sectores de la sociedad lleva a un nuevo planteamiento de las luchas identitarias y de clases”.

Esta primera campaña electoral de abril y mayo de 2015 fue dura. Los candidatos del HDP fueron víctimas de intimidaciones y de provocaciones y de agresiones. Se atacaron las sedes locales del partido, hubo militantes que fallecieron y un primer atentado kamikaza tiñó de negro un mitin en Diyarbakir, la capital de los kurdos de Turquía, días antes de las elecciones.

Por esa razón, los militantes celebraron con una mezcla de alegría y de alivio la plaza que el HDP obtenía en el Parlamento. Significaba el fin de la hegemonía del Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP), en el poder desde 2002. En una declaración pública, Selahattin Demirtas, declaró: “A pesar de todo lo sucedido, hemos superado una etapa de abnegación, de paciencia y de resistencia, capaz de hacer albergar esperanzas. Llegamos donde nos encontramos gracias a la victoria común de todos los que comparten estos valores”. ¿Temía que el espinoso camino estaba lejos de llegar a su fin?

Inmediatamente se constató que el presidente Recep Tayyip Erdogan, ignoraba el voto popular que le había privado de una mayoría suficiente para imponer una nueva Constitución, que diera lugar al régimen presidencial férreo al que aspira. El jefe del Estado torpedeó las negociaciones para la formación de un nuevo gobierno de coalición, sin provocar muchas reacciones. “Era en verano. Lo vimos en la distancia”, recuerda Görkem. "Después se produjeron los atentados de Suruç y todo cambió”.

El 20 de julio, un segundo atentado kamikaze provocaba la muerte de una treintena de militantes en Suruç, ciudad próxima a la frontera siria. Turquía estaba en alerta y Erdogan aprovechó la ocasión para tratar de recuperar el control. Con el pretexto de luchar contra el terrorismo, el presidente reavivó el conflicto contra el movimiento armado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y envió a la policía a detener a miles de militantes de izquierdas. De forma paralela, tal y como prevé la Constitución, convocaba elecciones legislativas anticipadas para el 1 de noviembre. Comenzaba así una segunda campaña electoral que ha sumergido a Turquía en un clima creciente de tensión.

“No imaginábamos que fueran a llegar tan lejos. Después de Suruç, estaba claro que estaban dispuestos a todo”, dice Görkem. Para reducir el peso del HDP, el AKP recurre continuamente al odio y la violencia en sus discursos. El HDP es criminalizado por el poder, está vetado en los medios de comunicación, acosado. Y eso cuando sus locales no son pasto de las llamas, como sucedió en Ankara el pasado 8 de septiembre. “Jóvenes militantes proAKP llegaron en torno a las 20 horas a nuestras oficinas”, explica Cem, del gabinete de prensa del HDP, mientras enseña un vídeo recogido por las cámaras de seguridad.

Las imágenes en blanco y negro dejan ver a agentes de Policía, teóricamente destinados a proteger la sede del partido, desbordados y poco violentos. Se lanzan objetos, se arrancan las banderas. A las 20:45, la puerta de cristal de la entrada está rota y un joven vestido con una camiseta se cuela al interior. Sale al cabo de 10 minutos con una mochila, tras prender fuego en la segunda planta. Aunque los daños son escasos, el impacto psicológico es real, ya que la escena se repite en decenas de ciudades. Una violencia que queda impune, a pocos cientos de metros del palacio presidencial, que augura el atentado perpetrado el 10 de octubre delante de la estación de Ankara.

El tercer atentado suicida apaga el fervor militante de la campaña precedente. “Estamos estupefactos. Vamos a los hospitales, al instituto médico-legal, ayudamos a las familias de las víctimas”, cuenta Görkem. “Te sientes un poco responsable por no haber hecho lo suficiente para impedir lo que ocurre. Tenemos miedo de manifestarnos. Cuando salimos a protestar, ya no sabemos lo que puede pasar. Todo el mundo está cansado, asustado, enfadado, deprimido”. Pero su voto por el HDP está fuera de toda duda.

Selahattin Demirtas anuncia la cancelación de los mítines de campaña. No obstante, el diputado Kürçü se muestra confiado: “Votar y salir a la calle son dos cosas distintas. La gente es normal. No quiere morir y nosotros no queremos que mueran”. Y cree que el apoyo que recibirá el HDP, tal y como recogen varios sondeos, será ligeramente superior al de junio: “Las masacres de todos nuestros camaradas nos han estimulado. En el seno del partido, alevíes y sunitas, laicos y musulmanes, son más solidarios que antes. Según los ecos que nos llegan de las regiones, a pesar de las presiones, la campaña sucia, el aislamiento mediático, progresamos. Sería un buen estímulo para nosotros”.

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El diputado también dice creer que la jornada electoral transcurrirá sin fraudes importantes que alteren el resultado final. Además de la presencia de la comunidad internacional, confía en la movilización de la militancia, que estará en los colegios electorales. “Las iniciativas ciudadanas independientes van a controlar al menos el 95% de los sufragios en las zonas más importantes. Los demás partidos también permanecerán vigilantes para no perder votos en beneficio del AKP”.

De confirmarse los pronósticos, si el equilibrio parlamentario es similar al del 7 de junio, el futuro político de Turquía es incierto. Para Ertugrul Kürkçü, sólo hay una cosa segura: “Erdogan no dejará de forma voluntaria que la oposición llegue al poder”. Dermitas y el HDP tendrá que dar muestras, nuevamente, de responsabilidad política, de su capacidad de convocatoria, evitando responder a las provocaciones de los últimos meses. El líder político repetirá sin duda una vez más: “Deseamos la gloria de la fraternidad y de la humanidad contra los asesinos que masacran nuestro pueblo. Aspiramos a reformar la unidad y la solidaridad de todas las fuerzas laboriosas, democráticas y pacíficas de Turquía, a avanzar con paso seguro a la soberanía democrática de los pueblos. Todos juntos conseguiremos nuestras aspiraciones. La consciencia, la dignidad y la esperanza están a nuestro lado”.

Traducción: Mariola Moreno

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