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Muy fan de...

Muy fan de... Bárcenas

Si tú supieras, Luis, cuánto he retrasado este momento... Posponiendo el placer de decirte lo que siento por ti, como cuando me dejo las patatas fritas para el final... Desde el día que estrené este club, necesitaba decirte que soy muy fan, pero intuía, hombre de irresistibles sienes blanqueadas, que irías añadiendo méritos a tu carrerón y que, nada más darle a enviar, mi homenaje quedaría incompleto.

Así que esperé como una admiradora febril —llevo tu foto, peineta en mano, en la carpeta donde guardo mis facturas para Hacienda— a que llegara el momento de declararte mi fervor. Pero, claro, han llegado los calores y la noticia de tus nuevos veinticinco millonazos de euros escondidos en el banco suizo Lombard Odier y yo... yo no puedo esperar más. Lo grito a los cuatro vientos: ¡Qué grande es Luis el cabrón!

Que hubieras sido tesorero, ya me ponía, te confieso. Por admiración y por envidia, yo jamás podría optar a un puesto así ¡si en el colegio me negaba a guardar el bote para los regalos de cumpleaños, no fuera a ser que se me perdieran cinco duros y me apodaran Wynona durante toda la EGB! Tú sí, fuiste tesorero del PP y antes gerente —durante 20 años— que para eso te licenciaste en Ciencias Empresariales por el ICADE-Universidad de Comillas. Apuesto a que estabas entre los más listillos de la clase.

Revolotean polillas invasoras por mi estómago cada vez que te veo salir y entrar de tu portal señorial, como Belén Esteban en tiempos —tú con mucho glamour y mucha prestancia— paseando ese abrigo Sopranero por nuestras teles durante todo el invierno. Me turban los modales exquisitos con los que tratas a los reporteros, al tiempo que paras un taxi —tú puedes desempeñar dos tareas a la vez, lo cual explica muchas cosas— y esa aparente tranquilidad que llevan en la jeta los que tienen cogido al toro por los cuernos, o por otra parte de la anatomía masculina que está bastante más abajo...

¿Cómo te vas a acojonar, acostumbrado como estás a ascender a las más altas cumbres? —encima eres alpinista, qué tío—. Tú plantaste la bandera de España en el mismísimo Everest. Por cierto, entonces te culparon de haberte tirado el folio con lo de que tu expedición había abierto una nueva vía de ascenso, la vía española. Qué cosas, ahora vuelves a ser protagonista en plena vía de descenso española, con media España pasándolas canutas pero siguiendo tu culebrón con más avidez que el Cristal de Carlos Mata, a un paso de arrancarse a cantarte: “Mi vida eres tú... y solamente tú”.

Y lo de las obras de arte... Un buen día aparece un ingreso de 560.000 euros en la cuenta que compartes con tu esposa, por la supuesta venta de unos supuestos cuadros. Luego nos enteramos de que ni cuadros, ni venta, ni marchante que lo gestionó. Qué pareja, qué artistas del surrealismo. El Bosco, con su sublime Jardín de las Delicias, no conseguiría darle tanto color a esta España oscurecida, de negro porvenir y dinero en negro.

Me encantó también cuando dijiste que tu pastizal provenía de tu habilidad para invertir en Bolsa. Algo nos imaginábamos, Luis, esas patillas de bandolero, te pega todo ir por la serranía diciéndole a la peña: “La bolsa o la vida”, muy fan.

Me gusta todo de ti: que tuvieras los arrestos de discutir las comisiones en tus bancos suizos —¡a quién se le ocurre cobrar un euro de más al number one del euro de menos! estos guiris...—; que el partido que tantas veces puso la mano en el fuego por tu gestión —no ganarán para Furacin— acabara cambiando la cerradura para que no entrases más en tu despacho genovés; que Mariano no se atreva a pronunciar tu nombre, ni parapetado tras su plasma; y que te hayas hecho estrella por tus papeles, como Robert de Niro, te imagino diciendo: “abogado...” Uf.

Luis, me tienes loca. Bueno, a mí y a toda España... y parte de Génova. ¡Si hasta a Dolores de Cospedal, mujer fajada en mil batallas, se le enredó la lengua como a una quinceañera enamorada al hablar de ti y creó la “simulación de la indemnización en diferido”, una expresión que hasta el momento no ha sido superada ni por el mítico “Ola ke ase”!

Yo... no descarto la posibilidad de volver a escribirte unas líneas, eres mucho hombre para un solo texto, seguro que me darás motivos de sobra para ampliar el panegírico. Ya, me arriesgo a molestar a tu mujer, que llamó a la Policía porque se sentía acosada por la prensa. Hija, Rosalía, se siente, es el precio de la fama, lo mismo le pasaba a Vicky Beckham, son las incomodidades que tiene una que aguantar por estar casada con un súper galáctico que no para de meter goles.

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