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No es altruismo, Matesanz, es lo contrario

Pido desde aquí una médula para Mateo. O, como dice su padre Eduardo, o el padre de Carla, para todos los Mateos y las Carlas del mundo.

Y lo hago, y decido que su imagen encabece esta columna semanal, consciente de que contravengo la ley pero también de que con ello voy a mover conciencias ante una medida incomprensible y altamente dañina: el primer recorte rubricado y conocido de la capacidad solidaria de los españoles.

El pasado día 9 el Boletín Oficial del Estado publicaba una orden del Ministerio de Sanidad en virtud de la cual se evitarán “llamamientos colectivos para la donación a favor de un paciente concreto”. O sea, que pedir médula para Mateo, para Juan, para Carla o para el señor Matesanz –si es que la necesitara– queda prohibido.

Otro quiebro más de la ministra de Sanidad, que es capaz de presentar un Plan Nacional de Donación de Médula Osea (noviembre 2.012) y seis meses después (abril 2.013), recortar su presupuesto en un 20% y apenas ocho meses más tarde (enero 2.014) cargarse el más eficaz de los métodos para conseguir sus objetivos. Esa misma Ana Mato que arrebata el derecho a la Sanidad a los parados que cometan la osadía de salir a buscarse la vida y estar fuera de España más de tres meses. Un primor de coherencia política y generosidad.

La donación en España es universal y anónima, de modo que cuando una persona dona un órgano, sangre o una médula, no lo hace expresamente para otra salvo en casos de relación parental; por ejemplo, un hermano histocompatible con un enfermo de leucemia que le dona la médula. Pero esa realidad ha sido hasta ahora compatible con la existencia de llamamientos o campañas individuales que consiguen concitar solidaridades y movilizar voluntades y conciencias.

Desde la publicación de la orden de Sanidad no se podrá realizar ese tipo de campañas.

Mateo lleva tiempo recorriendo los medios de comunicación y las redes sociales. Hoy se agota ya ese cartucho como se agota también su fuerza. Pues bien, ya no se puede pedir solidaridad para él, aunque esa solidaridad vaya a beneficiar a muchos otros. Si alguien quiere una movilización por un caso concreto deberá acudir a la Organización Nacional de Trasplantes del doctor Rafael Matesanz.

Según la ONT, la medida pretende evitar que empresas privadas como los bancos de médula hagan campañas de captación en beneficio propio. Ahí estamos de acuerdo: creo en la donación universal, en la solidaridad que se extiende a todos, por encima del negocio privado o la generosidad sólo para los amigos. Pero adoptar una determinación tan drástica, dejar al arbitrio de la propia ONT qué se pide públicamente y qué no, como hace la orden de Sanidad, va a extender el daño mucho más allá de las empresas que comercian con la salud. Y al contrario de lo que dice Matesanz no va en beneficio del altruismo: acaba con él.

Tengo respeto al doctor Rafael Matesanz. La última vez que tuve oportunidad de charlar con él fue en el Hotel de la Reconquista, en Oviedo, cuando acababa de recibir su Premio Príncipe de Asturias. Le volví a confesar mi admiración y elogié ante los presentes la magnífica labor que ha realizado en España al frente de la Organización Nacional de Trasplantes que ha permitido que el nuestro sea, en este ámbito solidario, una indiscutible potencia mundial. Pero ahora se ha metido en un jardín.

Sostiene Matesanz, para justificar esta medida que ha impulsado su organización y que le convierte en árbitro supremo y casi absoluto del territorio de la donación en España, que en realidad tampoco se consiguen tantos donantes universales por esas campañas, y que mucha gente se echa atrás cuando se da cuenta de que su donación no va a ir al destino concreto que se pide. Pero lo dice sin fundamento técnico o científico alguno. Como eso de que nunca una campaña consiguió un donante concreto: claro, porque no sólo se plantean de forma individual.

Quienes estamos en organizaciones que impulsan y gestionan la solidaridad ciudadana en materia de sanidad (formo parte del patronato de la Fundación Sandra Ibarra de Solidaridad Frente al Cáncer) sabemos muy bien que las campañas de solidaridad que arrancan de una persona concreta son mucho más eficaces y movilizadoras que las generales que se realizan en abstracto. Cualquier estudiante de primero de Comunicación sabe que personalizar las historias les da un brío y una fuerza de los que carece la generalización. Pero además, las ONGs comprobamos cada vez que se hace un llamamiento particular cómo aumenta considerablemente la movilización en torno al problema que sufre su protagonista con una intensidad que trasciende el ámbito individual.

Es verdad que la gente quiere donar médula para Mateo, y puedo conceder que algunos ciudadanos cambien de opinión al no tener la certeza de que será para él, pero son tantas las conciencias que se mueven y tanta la gente que activa su músculo solidario que cualquier llamamiento rebasa con mucho la frontera del caso concreto. Lamentablemente no dispongo de cifras sobre ese particular, más allá de la certeza de mi propia experiencia. Pero del mismo modo, tampoco las tiene Matesanz para ponerlo en cuestión; y, francamente, no le veo yo mucho a pie de calle. Son, me temo, excusas de mal pagador.

¿Dónde está el fondo del asunto? ¿Cuál es la razón para este inesperado recorte de solidaridad?. Dos se me ocurren. La primera, el deseo personal y quien sabe si político, de controlar este eficaz territorio de la sanidad. La segunda, un intento escasamente sutil de ocultar la propia incapacidad de la administración para gobernar adecuadamente la poderosa marea solidaria. Dicho de otro modo, Sanidad y Matesanz, que saben de las dificultades crecientes para gestionar las donaciones por la falta de personal y de medios, han decidido cortar por lo insano, cerrar la puerta de la solidaridad para que su fuerza no evidencie lo que están destruyendo los recortes.

Hay que reducir la solidaridad no sea que se vuelva contra el gobierno. Y se decide y se hace aunque se ponga en riesgo la vida de todos los Mateos que hay, ha habido y habrá.

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