Buzón de voz

Cataluña espera a Rajoy (o no)

El Parlamento de Cataluña ha decidido este jueves, 16 de enero, solicitar al Congreso de los Diputados que delegue en su favor la competencia para convocar legalmente la consulta independentista que CiU, ERC, ICV y algunos diputados del PSC apoyan. Una vez más, la trascendencia de lo ocurrido es netamente política, sin consecuencias jurídicas concretas, puesto que todos los actores saben de antemano que la iniciativa está condenada al rechazo en las Cortes de Madrid. ¿Y ahora, entonces, qué?

Sostiene Mariano Rajoy que ahora, nada. Sentarse a esperar, al menos de cara a las cámaras (parlamentarias y periodísticas). Aunque se acelere la tramitación de la propuesta del Parlament y llegue al Congreso en primavera, Gobierno y PP reiteran una obviedad: la petición catalana será rechazada por amplísima mayoría.

Sin embargo, nada es precisamente lo único que no se debe hacer. Dirigentes del PP reconocen otra enorme obviedad: el reto soberanista es el mayor problema político que afronta el Gobierno. Y el propio Estado. Y hay más obviedades:

1) Los datos electorales indican que el independentismo ha obtenido sus mejores resultados en democracia coincidiendo con mayorías absolutas del PP.

2) Algo muy profundo ha cambiado en la sociedad catalana tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut aprobado en referéndum, y ha cambiado en dirección contraria a la búsqueda de un encaje estable de Cataluña en España.

3) Artur Mas se colocó al frente de una manifestación que llevaba tiempo en marcha al margen de CiU, y la ha aprovechado para tapar el desgaste de una gestión política de recortes sociales que no ha logrado tampoco frenar el sobreendeudamiento de Cataluña.

4) La polarización de las posiciones sobre la consulta independentista benefician a priori a las fuerzas soberanistas y a los partidos que les sirven de espejo (PP, Ciutadans) y perjudican a quienes mantienen posiciones alejadas del blanco y el negro. La apuesta por un modelo federal fruto de reformas constitucionales resulta ambigua o aparece difuminada en una confrontación de opuestos. Más allá de la división interna en el PSC respecto al llamado 'derecho a decidir' y del lastre de la decepción provocada por la tramitación del Estatut, su discurso de matices no cala fácilmente. La posible expulsión de los diputados socialistas que no han respetado la disciplina de voto este jueves en el Parlament parece responder a ese intento de la dirección del PSC de definir posiciones más tajantes o identificables.

Rajoy proclama que no hay nada que dialogar, que no hablará en secreto con Artur Mas, que esa ola o marea a favor de una consulta para identificar cuántos catalanes están a favor y en contra de la independencia está condenada a morir en la orilla de la legalidad constitucional. Tiene previsto Rajoy acudir a Barcelona dentro de una semana, y no parece dispuesto a decir allí nada más que lo ya dicho. Sin redondear siquiera los mensajes sobre Cataluña con ese característico latiguillo que responde al tópico del gallego: "o no".

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Ni siquiera parece interesado Rajoy en desplegar un discurso argumental más allá del de la unidad de España. Ahora que de casi todo hace cien años (con permiso de Jaime Gil de Biedma), podría aplicarse a Rajoy lo que hace un siglo Ortega y Gasset decía del líder conservador Antonio Maura: "jamás hizo esfuerzo alguno por convencer al que no estuviese ya convencido".

Hay algunos dirigentes del PP que reconocen en privado su inquietud ante la pasividad del jefe. Aun quienes ven "arriesgado y probablemente inútil" sentarse a hablar con el presidente catalán, asumen que hacen falta otro tipo de iniciativas políticas que se contrapongan a la hoja de ruta soberanista. Y que hacen falta pronto, antes de iniciarse el calendario de citas electorales que abren las europeas de mayo. Pero más bien parece imponerse el criterio de asesores y dirigentes expertos en el corto plazo. Y esos ven el problema catalán como instrumento para desviar la atención de las muchas heridas provocadas por los recortes sociales y un paro que la propaganda de la recuperación no puede ocultar. Ante las próximas citas electorales, ni Rajoy ni Mas soportarían otro tipo de consulta popular: "¿Exige usted que la primera prioridad política sea la defensa de un Estado... del Bienestar?"·

 

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