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Que se pague caro

El abogado defensor hace su papel y construye una hipótesis fronteriza con la conspiración. Un acuerdo de adolescentes para comprometer a un profesor al que imagino que habrían de tener algo de tirria compartida para montarle semejante campaña con la insólita aceptación de un tribunal de justicia. Se me antoja excesiva la carga de poder, la capacidad de movilización que según esta hipótesis de la defensa tendrían las alumnas denunciantes. Pero tampoco nos sorprendamos demasiado: son éstos tiempos en los que algunas conspiraciones consiguen abrirse paso como hipótesis con tanta fuerza que terminan alumbrando dogmas de fe con los que si no comulgas eres un ignorante o tienes intereses ocultos.

Lo mismo con las niñas: aunque todo parece indicar que estamos ante un inquietante caso de abuso escolar silenciado o escondido por el propio centro, los defensores se apuntan a la teoría de la conspiración. Están en su derecho: todavía se mantiene la presunción de inocencia.

Personalmente me siento más cerca de la tesis de la acusación, que observa el suceso como la explosión de años de abuso impune y continuado hasta que alguien no pudo más.

Pediré disculpas si se demuestra que las chicas conspiraron con tan sorprendente "éxito". Pero me preocupa el fondo de la cuestión, el texto del libreto y el escenario del drama.

Siempre es un espanto el abuso sexual. Siempre atenta a la razón y repugna a la idea que tenemos de dignidad. Pero cuando el poder criminal del fuerte sobre el débil, que eso son los abusos, se ejerce desde el profesor hacia el alumno niño o adolescente la irritación y repugnancia traspasan la frontera de lo personal, del desprecio a los autores y el deseo firme y profundo de que paguen por ello, para situarse frente a las fugas del sistema educativo.

Porque incluso en el caso de que hechos así no sean generalizados, que seguro que no lo son, su existencia, la periódica aparición de denuncias de abusos en la escuela y sobre todo el que se intente ocultar o hasta explicar, podría ser una pista de que las cosas en los centros no están suficientemente controladas y que las sanciones por hechos así acaso no sean suficientemente contundentes.

Quizá esté en un error; ojalá. Quizá lo de las niñas de Valdeluz sea una exitosa conspiración adolescente contra un pobre profesor incomprendido. Pero prefiero ante la duda reclamar de quien vigila y legisla que se aplique en impedir fugas así en el sistema por la vía de un mayor control y, si es necesario, endurecer sanciones y ampliar responsabilidades. La tranquilidad de los ciudadanos y el compromiso del Estado obligan a que hechos así no se produzcan nunca. Y cuando sucedan que se pague muy caro.

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