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Silvio Berlusconi

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¡Oye, Silvio, me he enterado de que vas a cuidar ancianos en una residencia para cumplir tu condena por delito fiscal! Bravissimo por la decisión judicial, nadie como tú para llevar alegría y alboroto a esos corazones cansados. Se lo van a pasar pipa los abuelitos, entre la simpatía natural que tienes y tu infinito repertorio de chistes. Como ese que contaste al conocer que el tribunal de Milán te obligaba a hacer trabajos sociales: “Me hace muy feliz porque yo siempre me he dedicado a ayudar a los demás”. Cuñaaaao ¡Soy tan fan!

Te confieso que en un primer momento pensé que el juez se había equivocado de condenado y que el castigo sería para los residentes. Y no fui la única, mi amiga Bárbara, guionista inteligente y sensible, dijo al conocer la noticia: “Qué han hecho esos pobres para merecer esto”. Claramente, ambas subestimamos tu capacidad para animar a los más desanimados, tú eres el humor con patas –y no de gallo, que para eso está el botox–. ¡Pues no vas y solicitas que te manden a los ancianos y a los discapacitados a casa para ahorrarte el paseo hasta la residencia! Como la pizza, en plan Teleabuelo… Eres genial.

El Tribunal no ha cedido en este punto del “anciano a domicilio” pero, por lo demás, se ha portao'. El horario flexible de tu condena –un día, mínimo, a la semana y al menos cuatro horas de dedicación– te permitirá pasar una buena parte de tu tiempo en Roma para insuflar vitaminas a tu partido Forza Italia, que está perdiendo forza últimamente y podrás liderar la campaña de las europeas con ese arte que tienes para seducir, capaz de cualquier cosa con tal de recuperar el voto perdido.

En tu lucha incansable por mejorar tu imagen –y no me refiero ahora a los remiendos dermoestéticos ni a la repoblación forestal del cabello– te has erigido en defensor de perros y gatos callejeros, como Brigitte Bardot pero en versión macho machíssimo, diciendo cosas como: “Tenemos que encontrar un padre y una madre a los miles de gatos errantes”. La madre que te parió, Silvio, gatos errantes, qué bonito, cómo se nota que eres experto en taladrar corazones sensibles…

Desde luego, entre lo tierno y lo gracioso que eres, cómo se lo van a pasar los habitantes de la resi contigo. Ya me imagino el momento en que saques a relucir tu salero y les cuentes esos chascarrillos que te han hecho tan famoso:

"El otro día me hice un análisis y he dado lo normal para un hombre de mi edad: 90% de viagra en la sangre" –RISAS TÍMIDAS EN LA SALA–.

"Ayer por la noche tenía una fila de chicas en la puerta de la habitación... Había once... Yo me lo hice solo a ocho porque no podía hacer más..." –CARCAJADAS A DISCRECIÓN–.

"Un sondeo dice que el 33% de las jóvenes italianas sí se acostarían conmigo. El resto de las chicas contesta: ¿Otra vez?" –LOS ABUELOS SE MEAN–.

Madre mía, el salón de la residencia va a parecer un show de Las Vegasshow . A lo mejor, hasta consigues algún voto del público en medio de tal excitación colectiva…

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Tareas sociales aparte, aún te queda faena judicial, estás acusado de inducción a la prostitución de menores, compra de senadores y corrupción de testigos. Y encima eso de ser poderoso, triunfador y sexualmente hiperactivo, que tiene que pesar tanto…

Tu vida es un viacrucis pero en tu caso la resurrección sí que es un hecho comprobado, cuando todo apunta a que vas a desaparecer haces ¡chas! y apareces a nuestro lado, Silvio Superstar.

Continuará… me apuesto el cuello.

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