Muros sin Fronteras

Cuba, territorio minado

Voy a seguir en territorio minado tras dos experiencias esta semana en medios diferentes. Con Cuba no caben medias tintas: o te alineas con la gusanera, como llama el castrismo al exilio en Miami, o te alineas con el régimen. Ambos bandos no admiten disidencias ni grises; todo blanco o negro y exigencia de obediencia al grupo. ¡Qué aburrido! ¡Qué poco práctico! Que la derecha, española o estadounidense esgrima su visión irreal y trasnochada sobre la realidad cubana no me sorprende, sí me llama la atención que una parte de la izquierda no admita críticas, aunque sean dentro de un contexto.

El actor Willy Toledo, a quien respeto, defiende al régimen a capa y espada. Leo y escucho sus argumentos, trato de aprender de ellos, pero tengo el derecho a no estar de acuerdo y esa discrepancia no lo convierte en enemigo, al revés, me lo acerca más. No sé qué parte de culpa tiene el franquismo en esta incapacidad colectiva de escuchar, de tolerar.

Creo que soy uno de los periodistas españoles que ha tenido la suerte de hacer una pregunta cabrona a Fidel Castro. Fue el 17 de febrero de 1984, tras la muerte de Yuri Andrópov en la URSS. Fidel, Daniel Ortega y Felipe González llegaron a Madrid en el mismo avión procedente de Moscú. Trabajaba en Radio 80. Mis jefes me enviaron a Barajas. Los tres líderes se desplazaron en helicóptero a La Moncloa y allí nos quedamos haciendo guardia.

Al cabo de varias horas regresaron. Se presentaron ante decenas de periodistas. Felipe dijo: "Esto no es una rueda de prensa" y empezó a decir que habían hablado de todos los temas y tal (como dice Rajoy ahora). Félix Bayón, entonces en El País, preguntó a Fidel: "¿Qué ha sentido al pisar tierra española?". Y el líder cubano respondió hablando de sus emociones. Bayón preguntó de nuevo: "¿Que le ha dicho el rey por teléfono?". Fidel se sorprendió de que el periodista tuviera conocimiento de esa llamada, y dijo que había invitado a Juan Carlos a visitar la isla.

Sabía que la tercera pregunta iba a ser la última y logré imponerme en un coro de gritos: "Presidente, dicen que han hablado de todos los temas, ¿también han hablado de Gutiérrez Menoyo?". Felipe me fulminó con la mirada: "Esto no es una rueda de prensa”, dijo. Fidel le tocó al brazo como diciendo déjamelo a mí. Me miró a los ojos, estábamos a menos de dos metros, y me espetó: "¿Tu qué sabes de Gutiérrez Menoyo?". Sentí perder masa testicular. Pensé: si entro al trapo me machaca, y respondí con cautela: "No sé nada, soy periodista, por eso pregunto". Fidel se alargó en su respuesta, dijo que era un terrorista de la CIA pero al final se comprometió a estudiar su liberación, que se produjo dos años después.

Cuento esto para decir que Fidel Castro es un tipo carismático, magnético, impone, convence, enamora. Ha sido un encantador de serpientes, un líder de gran talento y conocedor de la realidad de su país, de la mentalidad del cubano.

Estos halagos no me impiden ver un régimen que no funciona, que traicionó a los ideales de la revolución. Tiene logros, claro. No hay desnutrición infantil, tiene mejores datos que los países del entorno en Sanidad y Educación; todo eso es cierto, pero la revolución robó la libertad que prometía y se transformó en una dictadura. El embargo ha hecho daño, mucho, pero también ha sido y es una gran excusa para justificar lo que no funciona.

Raúl Castro se abre a EEUU tras dejar de ser, por diferentes motivos, la pareja de baile de la URSS y Venezuela. Necesita esa apertura porque el cubano ya no aguantaría otro periodo especial. Obama se abre a Cuba porque el embargo ha fracasado, porque casi toda la política del siglo XX en América Latina es un gran fracaso moral: se apostó por dictadores en vez de apostar por democracia.

Conocí en Níger a tres médicos cubanos. Fue una casualidad. Se rompió el todoterreno en el que viajaba junto a Juan Carlos Tomasi, un gran fotógrafo español, y quedamos varados en mitad del país. Había un hotel sin mucho boato pero con cerveza fría. Amigamos con los médicos. Hablamos de todo, de la Revolución. Eran un monolito del sistema, ni una grieta, ni una duda. Al retirarnos a descansar le dije a Tomasi: "Es el miedo lo que genera esta unanimidad".

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Al día siguiente los vimos en el hospital. Hablamos por separado con ellos. La unanimidad de la noche anterior se transformó en tres historias bañadas en la desilusión. Ninguno se atrevía a hablar delante del otro por miedo a que fuera un delator. El miedo tiene que ver con las dictaduras. Eso también ha empezado a cambiar.

La apertura a Cuba será lenta y llena de obstáculos. Obama se enfrenta a un congreso dominado por los republicanos en el que primará la ideología a los intereses, tanto estadounidenses como de las personas. El 70% de los cubanos nacidos en EEUU están a favor de normalizar las relaciones. Raúl Castro deberá manejar otros riesgos: no perder el control de la apertura, que la entrada de un sistema capitalista se haga sin perder soberanía, como en Vietnam y China, economía libre bajo el control del partido.

Los cubanos han dado muestras de gran resistencia y enorme paciencia ante la terquedad de los gobiernos de EEUU y la torpeza de sus propios dirigentes. El ron, la música, el clima, el humor y el sexo han sido los antídotos. Ahora llega la esperanza. Ojalá no descarrile.

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