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La maleta de Abou

Iba a escribir sobre lo previsible, pero me encontré inesperadamente con Abou.

Un viaje en AVE después de una intensa semana política que empezaba con la presentación del programa post-Monedero de Podemos y se va a cerrar con la campaña y la encuesta del CIS, tan prometedora para cualquier amante de las emociones fuertes, era el momento elegido para ponerme manos a la obra. Abrí el ordenador para un último repaso y súbitamente me encontré con la estremecedora imagen del imposible viaje de Abou. Y no pude seguir el camino previsto. Me he quedado con ese niño y esa imagen escaneada que es una auténtica radiografía de la desesperación y la miseria.

Supongo que no seré capaz, tampoco estoy seguro de que sea eso lo que pretendo, de transmitir el profundo desasosiego, la incómoda sensación de tristeza, el poso de agitación interior que esta historia me deja. Pero es mucho.

El torpe intento de hacer pasar a Abou en una maleta es probablemente fruto del desconocimiento de la realidad del mundo al que se enfrenta por parte de la adolescente Fátima que trató de colarlo, y del propio padre, si es que éste conocía el tosco y cruel sistema que ella iba a utilizar. No se puede ser más cándido.

Por eso tengo la intuición, y es sólo eso, puesto que no poseo más datos que los que ofrece el video que acompaña estas letras, de que estamos ante el intento desesperado de un padre por reunirse con su hijo, más que ante un episodio de cruel contrabando de personas de un mundo a otro con la mentira de una vida mejor como combustible. Admito que esta interpretación pueda ser excesivamente ingenua o condescendiente. Pero también válida.

El hombre, un ciudadano que se presentó en el puesto fronterizo cuando la Guardia Civil aún no se había recuperado de la sorpresa, ha sido llevado ante la Justicia igual que la contrabandista. Evidentemente, tienen que responder ante la ley.

Imagino que a partir de ahora Abou quedará a cargo de la Administración española y el padre será condenado por su falta. Pero la historia de este niño rebasa su propia circunstancia personal y bien haríamos en hacerla todos un poco nuestra deteniéndonos en lo que simboliza.

En libertad con cargos el padre de Abou, el niño de la maleta

En libertad con cargos el padre de Abou, el niño de la maleta

El escáner de la Guardia Civil muestra lo que los ojos no ven, lo que permanece oculto pese a que está ante nosotros. Y esa verdad es también un símbolo. La sombra de Abou sólo se descubre cuando se le presta atención; la realidad de su sufrimiento sólo es visible cuando nos centramos en ella. Podemos, por tanto, encontrarle un significado y dotarle de utilidad. La desesperación pasa ante nosotros, convive con nosotros, se acerca a nosotros y seguimos siendo incapaces de hacerla visible. Circulan por nuestra vida miles de maletas de Abou y no reparamos en ellas porque están cerradas y no son nuestras. Como mucho, podemos oir la voz de su ocupante y mandamos la maleta a otro aeropuerto o avisamos a un vecino para que vaya a ver qué pasa.

Esta historia de perfiles confusos que sólo conocemos de forma episódica y muy superficial, seguirá su curso, tendrá un desenlace y se hará o no justicia, terminará o no felizmente para el niño y su padre.

Pero haremos bien en no pasar de largo sobre lo que puede enseñarnos y exigir a los gobiernos y a nosotros mismos pensar en cuántas maletas de Abou pasan ante nosotros y si realmente estamos haciendo todo lo que podemos o apagamos el escáner para no complicarnos la vida.

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