Verso Libre

Dos debates en uno

Empiezo este artículo con una confesión: no pertenezco a la España que se siente orgullosa de Felipe González. Y continúo con un galimatías: no es lo mismo votar a favor de un Gobierno presidido por Pedro Sánchez que votar a favor de un Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Por eso votar contra un Gobierno presidido por Pedro Sánchez no es lo mismo que votar junto a Mariano Rajoy.

Conviene enredar un poco las cosas para ver si nos entendemos. En el debate de investidura de esta semana se han mezclado dos debates: por una parte, el debate de siempre entre el PSOE y el PP en el marco del bipartidismo; por otra parte, la posibilidad de un cambio que sea algo más que el turno periódico entre los de siempre.

El enfrentamiento entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ha tenido mucho de sesión de investidura a la vieja usanza. Asistimos a una disputa parecida a las que enfrentaron a Felipe González y José María Aznar o a Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Descalificaciones, ataques, quejas sobre la herencia recibida, escenificación de una distancia más espectacular que real, ya que el PSOE y el PP han compartido las líneas básicas de gobierno desde que Felipe González asumió el mestizaje ideológico y la transversalidad: aplicar políticas neoliberales en nombre del socialismo.

El PSOE ha pretendido, con la ayuda de Ciudadanos, presentar una nueva versión del debate bipartidista de siempre. Que sean tres fuerzas en vez de dos afecta poco a la realidad si se hace un pacto para perpetuar las reglas de juego anteriores. Las mejoras de algunos aspectos institucionales de transparencia y agilidad democrática pueden servir para mantener la lógica regulada por las élites económicas. Es una factura asumible. Después de la indigestión de avaricia e impudor que hemos sufrido, no parece mucho castigo limitar algunos privilegios institucionales y recortar los campos propicios para la corrupción.

PSOE y PP han representado así el debate bipartidista de siempre, aunque un poco aguado por la nueva situación. Es significativo que la estrategia del miedo no haya cobrado una importancia mayor en sus discursos. En otras ocasiones, la boca de uno lanzaba profecías negras y alertaba de graves peligros si gobernaba el otro para buscar el voto a la contra. Ahora, si acaso, planea la sombra de la gran coalición propuesta por el PP. Es el reconocimiento de todo lo que comparten. De ahí que los miedos quieran situarse en otro lugar.

Y es que estaba sucediendo en la Cámara otro debate que no participaba ya de la lógica del bipartidismo. La corrupción, la desigualdad, el recorte de los servicios públicos, la degradación del mundo del trabajo y la complicidad de una política bipartidista ineficaz para solucionar los problemas de la ciudadanía, han provocado una nueva realidad política. Se ha consolidado en votos una mezcla perturbadora de la indignación, el cambio generacional y la conciencia de que debe crearse otra dinámica en España y en Europa si queremos conservar algo de sentido en palabras como democracia y soberanía.

La posibilidad de un pacto a la izquierda encabezado por Pedro Sánchez suponía asumir esta nueva realidad, aceptar las consecuencias de todas las movilizaciones de los últimos años, romper con los turnos bipartidistas y dar pie a un tiempo nuevo. Por eso no es lo mismo votar a Pedro Sánchez en coalición con la derecha que votar a Pedro Sánchez en una corriente de verdadera transformación. Y por eso no es lo mismo conseguir que Mariano Rajoy se vaya de la pista de baile para que se produzca un cambio de pareja bipartidista que conseguir una orquesta y una música nueva.

Los resultados electorales le han dado a Pedro Sánchez la posibilidad de liderar junto a Podemos, Compromís e Izquierda Unida un tiempo de cambio. No sé si por convicción propia o por la realidad de su partido, prefirió intentar una perpetuación enmascarada del bipartidismo, acogiéndose a las añagazas de los viejos debates.

El pudor como compromiso político

Cuando los debates se mezclan, la representación es confusa. Hemos asistido a errores o aciertos personales, a meteduras de pata en las estrategias y a sobreactuaciones. Hemos asistido incluso, aunque algunas cuestiones internas son poco visibles en el circo político, al drama de líderes que han maltratado a sus propias formaciones debido sólo a una mediocre ambición de poder. Todo lo hemos visto y de manera muy revuelta.

Pero conviene no olvidar lo que hay en el fondo del vaso. Esta semana han debatido unas formaciones políticas dispuestas a perpetuar el bipartidismo, aunque sea con ayudas externas, y otras formaciones, todas las que no se sienten orgullosas de la España de Felipe González, que han apostado por iniciar un tiempo nuevo.

¿Qué pasará? Depende de Pedro Sánchez. Ya que no ha sido posible un Gobierno de Pedro Sánchez, tal vez sea posible ahora un Gobierno de Pedro Sánchez.

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