Verso Libre

La política no sólo la hacen los políticos

Esta semana he participado en un homenaje a Blas de Otero que organizó la Cátedra Emilio Alarcos de la Universidad de Oviedo. En el 2016 se cumplen 100 años del nacimiento de un poeta clave en la historia española contemporánea. Bajo la atmósfera religiosa de la victoria franquista, quiso preguntarle a Dios. La muerte, la violencia, la guerra, la injusticia, la falta de piedad y los destinos desamparados son preguntas inevitables para una conciencia religiosa. Blas de Otero no sentía el catolicismo bajo palio de la oficialidad clerical. Su interrogatorio a Dios tenía mucho más que ver con el amor y el dolor. Por eso se hizo un ángel fieramente humano y por eso tiró la vida convencional como un anillo al agua, vio el rostro puro y terrible de su patria y se quedó con la palabra.

Blas de Otero participó el 5 de junio de 1976 en un homenaje a Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, el pueblo del poeta granadino. Fue uno de los primeros grandes mítines en favor de la libertad. Se le escapó de las manos a la dictadura. La calle dejaba de ser de Fraga Iribarne y Blas de Otero era un referente imprescindible en la lucha por la paz y la palabra. Sus libros y sus poemas cantados por Paco Ibáñez formaban parte de la educación sentimental de varias generaciones.

La política no mancha nada por ser política. Se mancha a sí misma y a todo lo que toca cuando se convierte en mezquindad. Un buen poeta puede hacer buena poesía de asunto político, religioso, amoroso o familiar. Si es mal poeta, escriba de lo que escriba, empobrece el mundo, como gusta decir Joan Margarit. La poesía de Blas de Otero ha sido un verdadero problema para los que se empeñaban en afirmar que la política degrada la poesía. Incluso han intentado afirmar que en realidad no hacía una poesía política, aunque hablase de la dictadura, el capitalismo, las banderas rojas y la lucha obrera. En fin…

Unos días antes de participar en el acto de Fuente Vaqueros escribió un poema de homenaje a García Lorca: “Recuerdo que en Bilbao…”. El sentido de la admiración era una de las pocas cosas que salvaban a Blas de Otero de sus depresiones. La admiración llenó sus poemas de eso que los críticos literarios llamamos intertextualidad: palabras de unos escritores se funden en la obra de otros. Blas de Otero buscaba a Cervantes, Quevedo, Rubén Darío, César Vallejo o Federico García Lorca. En su poema lorquiano la intertextualidad se hizo biografía porque recordó una tarde de enero de 1936 en la que el maestro de Granada visitó Bilbao para asistir a una representación teatral y participar en un acto con la actriz Margarita Xirgu. Él estaba allí: “Recuerdo y no recuerdo / que en el teatro Arriaga ondeaban banderas republicanas / alrededor de tus Bodas de sangre”. Poco después García Lorca leyó el manifiesto de los intelectuales españoles que apoyaban al Frente Popular en las elecciones de 1936. Y poco después fue ejecutado.

Cuando en 1976 Blas de Otero recitó en la plaza grande de Fuente Vaqueros, yo era un muchacho que empezaba a escribir poesía y a ondear banderas rojas. La admiración que Blas de Otero sentía por García Lorca era la misma que yo sentía por él, y por José Agustín Goytisolo, y por Lorca, los tres poetas que me habían llevado a gritar aquel día que el pueblo unido jamás será vencido y a exigir amnistía y libertad. Cuando me acerqué a pedirle que me firmara un libro, me atreví a comentar que por gente como él estaba yo allí. Blas de Otero me respondió con una ironía paternal: “¿Por gente como yo? Espero que algún día puedas perdonarme…”.

Aunque sabía bien lo que me estaba diciendo, sobra decir que don Blas de Otero no sólo está perdonado, sino que, además, la admiración que siento por él es una ayuda imprescindible para reafirmarme en el compromiso con cualquier idea que se atreva a llamarse porvenir. Una amiga de izquierda socialista me comentó que ella pensaba con tristeza en su abuelo mientras los gerifaltes del PSOE se devoraban a picotazos en la sede de Ferraz. Yo no tengo un abuelo de izquierdas, pero pienso en Rafael Alberti, Blas de Otero, Ángel González, Albert Camus, John Berger o Caballero Bonald cuando las nubes negras dominan el cielo.

Y es que la política no sólo la hacen los políticos. Que cada cual, en su vida y en su oficio, saque las conclusiones que pueda.

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