Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Nacido en los 50

Más farsa

El Gran Wyoming

En el mundo del hampa, los profesionales del hurto distribuyen los roles y en cada “golpe” siempre hay uno al que le toca “comerse el marrón”. La cosa va por turno rotatorio, de forma que si les pilla la pasma uno reconoce los hechos y se declara culpable librando de culpa a sus compañeros. Es mejor que pague uno a que paguen todos.

Ahora asistimos a un capítulo más de la farsa en la que han convertido la política profesional, donde los enemigos de lo público y amigos de los negocios se forran con lo ajeno o sustrayendo dineros de los sobrecostes que se pagan a las empresas adjudicatarias según un plan previamente convenido. El truco es tan sencillo como presentar una oferta que el estamento público de turno no pueda rechazar y luego incumplir el contrato, saltarse el presupuesto. Se incrementan los costes por los imprevistos surgidos sobre la marcha y el adjudicador, sea Ayuntamiento, Comunidad Autónoma o el Estado, paga sin rechistar. Todo es legal. Basta con inhibir los controles y aceptar pulpo como animal de compañía. Como los adjudicadores cobran ese famoso 3% del presupuesto, se convierten en rehenes de las empresas adjudicatarias a las que trasvasan sin rechistar los dineros. No sale de su bolsillo, no hay problema.

Un paréntesis. Nos acabamos de enterar de que el Banco de España tenía conocimiento de la crisis de Bankia y que uno de los inspectores se puso muy pesado adelantando lo que iba a ocurrir con el famoso tema del rescate bancario que casi le jode el partido de fútbol de la Eurocopa a Rajoy, mandando un correo detrás de otro, porque nadie parecía querer darse cuenta del perjuicio que iba a tener la salida a bolsa de la entidad para las arcas públicas. José Antonio Casaus, que era el coordinador de la inspección de esa salida a bolsa, concluía: “Se acabará malvendiendo el banco cotizado y el Frob tendrá que hacerse cargo del banco no cotizado [BFA], por el otro, con un coste para el contribuyente de en torno a 15.000 millones, frente a la opción de coste cero para el contribuyente que supondría que el grupo fuera comprado hoy por una entidad potente y solvente”. Se equivocó el inspector, al final el coste para el contribuyente fue de 22.000 millones. Alguien debió decidir que entre 15.000 millones y coste cero, la primera opción era la buena.

Según sostenía ese inspector en otro correo, la opción de vender el banco a una entidad solvente extranjera era la buena, pero entonces los políticos que estaban al frente de Bankia perderían el control de la gallina de los huevos de oro y por eso no querían ni plantear la cuestión. Él lo explica bastante bien: “Es posible otra cosa, es que los políticos que gestionan Bankia no quieran explorar esa vía para no perder sus poltronas ni su herramienta de financiación”. En fin, como vemos, daba una opinión del por qué iban a consentir la hecatombe que se avecinaba. Se trataba de una opinión, sí, pero de una persona de la máxima solvencia encargada de estudiar los pros y los contras de la operación. Según su criterio nos iban a llevar a la ruina con tal de seguir chupando del bote y mantener sus privilegios. Una opinión. El problema es que acertó y se produjo lo que predecía cumpliendo con el trabajo que le encomendaban. Tuvimos que pagar esa cantidad que nos colaron con engaño. Nos vendieron el pago como un crédito que no nos iba a costar un duro, para comunicar después que de crédito nada, que teníamos una deuda derivada de todas estas irresponsabilidades cometidas por personas próximas al poder político y que tienen nombres y apellidos. ¿Se irán de rositas? Se admiten apuestas.

Falló el control de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, otra vez; falló la empresa Deloitte, encargada de la auditoría de las cuentas de Bankia, que no vio nada raro, bueno, falseó las cuentas (ese mismo año Deloitte cobró 3,75 millones de euros por otros trabajos realizados para la entidad, lo que le ha supuesto una multa de 12 millones de euros impuesta por el ministerio de Economía porque al auditar y cobrar de la misma empresa por otros conceptos, entiende De Guindos que se pierde la independencia); y también falló el Banco de España a pesar de que los técnicos alertaban reiteradamente del desastre que se produciría con la dichosa salida a bolsa. Parecía que lo hacían aposta. Y uno se pregunta desde la ignorancia en la macroeconomía: Si un órgano creado para evitar estos desmanes es capaz de consentir, una vez detectado, un desastre de 22.000 millones de euros denunciado por los funcionarios a los que se les encarga la inspección, ¿para qué valen esos órganos de control?, ¿para controlar o para evitar que alguien controle?

Fernández Ordóñez, a la sazón gobernador del Banco de España, y que debería explicar qué paso allí, dimitió porque, según él, Rajoy en una charla le impidió comparecer en el Congreso para que los ciudadanos se enteraran de lo que había ocurrido. Sin embargo tuvo que ir al Senado porque su comparecencia en esa cámara ya estaba prevista, pero allí, que tenía su ansiada oportunidad para explicarse, se negó a declarar ¿? Sólo se trataba de 22.000 millones de euros. Alegó que estaría encantado de explicarlo todo pero que el Gobierno no era partidario y le parecía una irresponsabilidad “no hacer lo que pide el ejecutivo”. El Gobierno al que alude era el presidido por Rajoy aunque todo el lío, que muchos llaman estafa, se produjo durante el de José Luis Rodríguez Zapatero. Es decir, que de nuevo los intereses de España primaron sobre los de los ciudadanos que son los que luego pagarían el descalabro. El Ejecutivo manda y yo callo. A lo mejor era más lo que tenía que ocultar que lo que podía explicar. Visto lo visto, su gestión fue, cuando menos, nefasta y, desde luego, si es cierta la tozudez del inspector Casaus alertando del desastre, inexplicable. No es de extrañar que calle.

Se queja mucho el personal republicano de los gastos que supone la monarquía, pero España sale mucho más cara todavía, será por eso que los catalanes que miran mucho las pesetas se quieren largar. Es un tópico de comediante, ya saben.

Cambiando de tema, pero volviendo al de los que “se comen el marrón”, lo que llama la gente fina “cabeza de turco”, el espectáculo de la Audiencia Nacional que vivimos estos días resulta espeluznante. Ahora toca el turno de la Justicia para que creamos que al final, como les gusta decir a los que quieren evitar a toda costa que la Justicia cumpla el papel que le corresponde en el Estado de Derecho, “el que la hace la paga”. En el proceso del caso Gürtel que está copando las páginas de los diarios, hay dos que la pagan todo el rato: Correa y Bárcenas. Se están “comiendo el marrón”. Los dos que pasaron por la prisión y que ya tienen su reputación hundida.

Nos anunciaron que Correa había llegado a un pacto con la Fiscalía y la verdad, a pesar de que a los diarios les ha encantado su declaración, a mí me ha pasado como a los señores de la gestora del PSOE, que me parece que no hay nada nuevo, sólo que a mí me parece eso porque siempre he sido muy mal pensado y les miraba como presuntos, pero los de la gestora lo dicen para no renunciar a llevar a esta banda de políticos al gobierno de la nación, o sea, que lo de confirmar en sede judicial los tejemanejes trileros para trincar pasta no es óbice para entregarles el control de los dineros públicos.

Tira de la manta Correa pero lo justo para taparse él con el beneficio pactado y no destapar a nadie, y, así, afirma que la sede de Génova era su casa, que no salía de allí porque organizaba los actos electorales con denuedo, pero que no conocía al director de campaña del PP que se llamaba Mariano Rajoy que, a su vez, afirma “tener la sensación” de no conocer a Correa, y a mí me da la sensación de que se ríen de nosotros otra vez y que el ministerio fiscal, que empezó muy fuerte, se está desinflando y no quiere que comparezcan, aunque sea para defenderse de las acusaciones, los responsables de las empresas que dice Correa que soltaban la mosca en un claro acto de soborno, un delito.

Dicen el Ministerio Fiscal y el juez que las acusaciones son imprecisas, pero no piden al reo que precise un poco más, como han hecho en otros momentos de la declaración, porque entonces tendrían que precisar ellos también las razones por las que no conceden a las empresas mentadas el derecho a lavar su imagen en sede judicial. A lo mejor no le creen en eso, pero sí le creen cuando dice que no conocía a Rajoy y que con Aznar tampoco tenía trato, que se miraban y sonreían, pero que no había nada más. A ver si está callando porque es un caballero y no quiere desvelar una relación más íntima. En fin, que se pasaba allí la vida, que tenía pase VIP, plaza de garaje, que manejaba un cifrón del partido, pero que se había colado, que, en el fondo, era un desconocido para todo el mundo. Como decía Lorca en esa soleá de Cádiz: Muerto se quedó en la calle / con un puñal en el pecho. / No lo conocía nadie.

Da la impresión de que estos señores del PP están aprendiendo mucho de cómo manejarse en los juzgados. Al principio mucho bombo, mucha mascletá para que los diarios tengan carnaza con la que entretenerse y los tertulianos larguen por esas boquitas, pero luego a ir desinflando el suflé, no sea que se atragante.

Si Mariano, el director de la campaña, tiene la sensación de no conocer a Correa, el encargado de los actos de campaña, sensación por sensación, la mía es de que me toman por gilipollas y de tanto ejercer ese papel me estoy volviendo cada vez más.

Por eso escribo estas cosas, para rehabilitarme y decirle a los socialistas que no les den el Gobierno a esta chusma que no respeta lo elemental. Que no nos obliguen a vivir con esta gente cuyo código moral les permite intentar detener el juicio con maniobras torticeras, y al día siguiente vender que gracias a su respeto por las instituciones se están llevando a cabo las sesiones del juicio.

No merecemos este maltrato.

Gánense el voto que les da de comer. No pisoteen de esa manera a su pueblo, ¡carajo!

Más sobre este tema
stats