Plaza Pública

¿Pablo Trump? o ¿Donald Iglesias?

Thierry Maliniak

Adivinen: ¿Cuál es la versión europea más perfecta del trumpismo?trumpismo ¿Marine Le Pen? ¿La Liga Norte? ¿Geert Wilders? ¿Alternativa para Alemania? ¿Víktor Orban? ¿Nick Farage? No, frío, están muy lejos. Y eso que la respuesta debería saltar a la vista para cualquier observador mínimamente imparcial (es decir, como sabemos, casi todos): el alter ego de Trump desde este lado del Atlántico no es otro que Iglesias: Donald-Pablo, “même combat”.

¿La prueba? Lo dicen todos: el PP, Susana, Albert. Lo dicen también los analistas de la prensa escrita de derechas (es decir, toda, en la España de hoy). No importa que Podemos, al contrario que la extrema derecha, haya criticado duramente a Trump, llegando Iglesias a evocar al respecto la sombra del fascismo. Da igual, los pensadores a sueldo lo tienen claro: Podemos no lo dice, pero seguramente que en su vil estrategia se alegra en secreto de la victoria del magnate norteamericano. Y es que no hay que permitir que la realidad estropee un buen título, o una buena mentira.

De hecho, cualquier observador sin los ojos cegados por el más perverso de los marxismos constatará las inquietantes similitudes entre el proceder de Trump y el de Iglesias. Tanto en el fondo como en la forma. Esta última es lo más evidente: todos hemos oído las palabras denigrantes del líder de Podemos hacia las mujeres, todos le hemos escuchado presumiendo de agarrar a sus colaboradoras por los genitales, todos hemos sido testigos de sus discursos despreciativos hacia las minorías.

Pero vamos al fondo. El trumpismo ha centrado sobre todo su discurso político en la xenofobia, el rechazo a la inmigración y al diferente en general, en el discurso anti-musulmán. Y seguro que los observadores mínimamente imparciales (casi todos, como decíamos) están en condiciones de abrumarnos con una proliferación de discursos de Podemos donde sus dirigentes derrochan xenofobia y rechazo a las minorías religiosas (más todavía, incluso, que algún dirigente del PP catalán). No lo dice Iglesias, pero saben perfectamente los sesudos analistas que el hombre está a favor de construir un muro en medio del Estrecho de Gibraltar, que pagará por supuesto Mohamed VI, y de empezar a expulsar a los 750.000 marroquíes que viven en España.

Todos sabemos también que Podemos, a semejanza del magnate norteamericano, rechaza la realidad del cambio climático, y lo atribuye a un sombrío complot de los chinos (¿habrá consultado Iglesias al respecto al primo de Rajoy?). Podemos, salta a la vista, se opone a las energías renovables y apoya las energías fósiles. Bueno, sus dirigentes no se han atrevido a confesarlo, pero no lo duden, seguro que lo están pensando: el “populismo de izquierdas”, como lo llaman los observadores mínimamente imparciales (ya saben, casi todos) es capaz de todo. En el plan de los derechos civiles también, el binomio Donald-Pablo es intercambiable: ¿puede alguien dudar de que Podemos se ha opuesto sistemáticamente a todos los avances en este terreno? ¿Y que solamente por un descuido se olvidó de juntarse al PP para intentar restringir el derecho al aborto? ¿Y que sólo otro descuido impidió que Podemos se juntara con los populares para apoyar la ley mordaza? ¿Y qué decir de la esfera económica? Todos sabemos que Pablo Iglesias es tan neoliberal como Trump, y que lucha todos los días para reducir el alcance del sistema de protección social (hasta hacer palidecer de envidia al Partido Popular).

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¿Absurdas hasta el extremo todas estas comparaciones forzadas? Sin duda, pero se han transformado en el leitmotiv de una prensa española cada vez más monolítica y partisana. Si los observadores mínimamente imparciales (sí, esos) han recibido órdenes de convertir a Podemos en el blanco permanente de un linchamiento mediático, venga o no al caso, que no sea, por lo menos, insultando a la inteligencia. La victoria de Donald Trump es demasiado grave como para utilizarla en una sórdida manipulación de política interior. ______________

Thierry Maliniak, periodista, fue corresponsal en España

de Le Monde y La Tribune de Paris.

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