Caso Bárcenas

Lapuerta mantiene la incógnita de cómo afrontará su defensa sin arrollar al PP

Álvaro Lapuerta, en su declaración en febrero en la Audiencia Nacional.

Cierto que Bárcenas sostiene que había una contabilidad B, y que Cospedal y Arenas lo negaron de forma tajante ante el juez, como hizo el propio Lapuerta durante su interrogatorio en la Fiscalía Anticorrupción. Pero aquella primera declaración de Lapuerta, luego escuetamente ratificada ante el juez Ruz al mes siguiente, lleva fecha del 7 de febrero. En marzo, el extesorero sufrió una caída que le mantuvo varios días en el hospital por un golpe en la cabeza. A finales de abril, se cayó de nuevo, y esta vez permaneció varias jornadas en coma. El 6 de julio, los hijos de Lapuerta difundían un comunicado en el que calificaban de "extrañas" ambas caídas y pedían que nadie utilizase la "indefensión" de su padre para convertirlo en "chivo expiatorio” ni para “tirar de la manta por el lado erróneo". La idea de que su elevada edad y su frágil estado de salud podían activar la tentación de presentarlo como cabeza de turco había tomado definitivamente forma.

Cuando Lapuerta fue abordado el jueves pasado por un reportero de Te Vas a Enterar, el magacín vespertino de Cuatro, tenía otra opción distinta a la de reservarse el sentido de una hipotética segunda declaración judicial. Podía, por ejemplo, haber respondido que sí, que ratificaría de nuevo su versión de febrero. ¿Qué ha ocurrido desde entonces para que Lapuerta abra la caja de trueno de los interrogantes y sugiera así que no todo está dicho por su parte?

Para empezar, que la investigación ha avanzado. Y a medida que avanza, mayores son los indicios que, en lo que a la contabilidad B se refiere, apoyan la versión última de Bárcenas, cuya estrategia pasa por asumir responsabilidades por la ocultación de 48 millones –de momento– cuyo origen legítimo reivindica pero ninguna más. Si Bárcenas persiste en que cumplía órdenes y que, hasta 2008, Lapuerta fue su jefe, y si el PP persiste por su parte en que Lapuerta hacía y deshacía –legalmente, sí– como tesorero, la pinza puede ir cerrándose.

Hay un segundo factor que explica el cambio de estrategia –o, como mínimo, de replanteamiento- en lo que respecta a Lapuerta: su renuncia, por desconfianza, al abogado que hasta entonces le representaba. Lapuerta despidió en pleno verano a Javier Iglesias, un letrado con buenas relaciones con el PP, cuando se publicó que fue él quien visitó a Bárcenas en prisión. Según Bárcenas, que en su declaración del 15 de julio había narrado el encuentro sin citar el nombre de su visitante, el abogado le transmitió un mensaje que el recluso interpretó como un llamamiento a ser "prudente en cuanto a lo que declaraba" sobre el PP. Lapuerta tomó nota, despachó a Iglesias y contrató a Cristóbal Martell, abogado afincado en Barcelona y ajeno al círculo de juristas habituales del PP. El mensaje es claro: Lapuerta busca defenderse a sí mismo. ¿Caiga quien caiga? Eso está por ver, pero desde luego, el cambio de abogado apunta a que si la defensa del partido marchaba hasta ahora en la primera fila de sus objetivos, ahora la principal prioridad de Lapuerta es él mismo.

En esa declaración del 15 de julio, Bárcenas contó más cosas. Muchas de ellas, lesivas para Lapuerta. Por ejemplo, aseguró que Lapuerta conocía el sistema de contabilidad B; que conocía igualmente los papeles de esa contabilidad y que las rúbricas o visados son suyos; que era él quien informaba al presidente del PP de la identidad de los donantes y de la donación efectuada; y que hacía gestiones para que esos donantes fuesen recibidos por los responsables de administraciones a cuyos concursos optaban esos donantes.

Con ese misil como caldo de cultivo para la inquietud y con Lapuerta exento de comparecer gracias a un primer informe médico que la consideró incapaz de prestar "una declaración judicial compleja", el 12 y el 13 de agosto un segundo hecho puso en alerta a los allegados al extesorero: las declaraciones de Cospedal y Arenas. Que, tras lo dicho por Bárcenas, ambos coincidiesen con él en la responsabilidad estelar desempeñada por Lapuerta le complica objetivamente las cosas al octogenario extesorero, por mucho que el PP persista en su honorabilidad y se haya apresurado, por ejemplo, a calificar oficiosamente como simple metedura de pata lo dicho el pasado martes por su portavoz económico, Vicente Martínez Pujalte: "El señor Bárcenas o el señor Lapuerta, tanto monta, monta tanto". Para el PP, Lapuerta no pertenece a la misma categoría que Bárcenas. Ese es el mensaje oficial. A tenor de sus declaraciones del jueves, ni ese mensaje ni las declaraciones públicas efectuadas por el portavoz adjunto, Rafael Hernando, sobre la "honestidad" de Lapuerta han bastado para tranquilizar por completo al hombre a quien Aznar eligió como tesorero en 1993 tras el escándalo del caso Naseiro, donde los defectos de forma en las escuchas policiales salvaron por los pelos al PP de una condena por financiación ilegal.

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Lo singular del episodio de Pujalte es que acudió al célebre lema de los Reyes Católicos, paradigma de poder compartido en pie de igualdad, cuando el periodista que le entrevistaba en la Cadena Ser le hizo un recordatorio: que el sucesor de Bárcenas como gerente del partido, Cristóbal Páez, había reconocido ante el juez que Lapuerta le entregó los 12.000 euros que, en dos pagos y entre 2007 y 2008, recibió en negro del partido. En esa declaración, Páez dijo algo más: que sus funciones reales, primero como gerente adjunto y luego como gerente, nunca se vieron alteradas. Porque quien decidía, antes y después de su apartamiento formal del cargo en julio de 2009, era Bárcenas. En 2009, Páez cobró del PP 156.106 euros. Al año siguiente, fue despedido en mayo. Se fue con 560.082 euros cobrados del PP, lo que equivale a 3,5 salarios anuales.

¿Podían Cospedal y Arenas haber rebajado la contundencia de sus afirmaciones sobre el papel motriz de Lapuerta como tesorero? Quienes siguen el caso y conocen de primera mano los interrogatorios no creen inocente las menciones estelares al precedesor de Bárcenas. Ni albergan la menor duda de que, al señalarlo como responsable último de las finanzas del PP casi como si la tesorería funcionase de forma autónoma dentro de la organización, tanto Arenas como Cospedal lograron dos objetivos: colocar, aunque envuelto en loas a su honorabilidad, el nombre de Lapuerta en primer plano, algo que también objetivamente beneficia a Bárcenas.

En cuanto trascendieran las declaraciones de Cospedal y Arenas, el entorno de Lapuerta se esforzó en quitar hierro jurídico al asunto. El "espejo de la legalidad" que durante 15 años fue tesorero del PP no estaba dispuesto, dijo una fuente, a "hacer barcenadas". En otras palabras, no parece previsible que Lapuerta se pase de manera inmediata con armas y bagaje al campo de los enemigos del PP. Pero eso, precisó aquel día la misma fuente, tampoco significa que haya aceptado ofrecer su cabeza como sacrificio a favor del PP.

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