Entrevista

Vicent Martí: “No dije tanto, pero esta gente está acostumbrada al 'sí bwana”

Sergi Tarín

Las imágenes lo retratan como un tipo agresivo. Pero Vicent Martí es un cuerpecillo flaco, requemado, una mezcla de fortaleza y fragilidad, que habla con esa pausa y murmullo que brota de los espíritus tímidos. Este martes presentó a Mónica Oltra, vicepresidenta del Consell, en el Fórum Nueva Economía y al ver tanto boato y tanta corbata se le hincharon las palabras en la boca. “En qué mundo viven ustedes, mientras hay una sociedad que se muere de asco?”, “¡No hay que tener los cojones y los ovarios en un despacho!”. Desde la organización han pedido perdón por las expresiones “insultantes y vejatorias”, pero las palabras del hijo de Micalet el de Martí y Carmen la del Tou (el blando) sonaron más a indignación e, incluso, a indefensión ante una sociedad hostil. Es la misma sociedad que le llevó a ponerse delante de las excavadoras en El Cabanyal o La Punta (la huerta que devoró el puerto) o acabar en el banquillo, aunque absuelto, por extender en el pleno de Alboraia, su pueblo, una pancarta contra la especulación. En 2003, en pleno boom inmobiliario, Martí, que vivía alquilado, fue obligado a comprar su alquería por 270.000€ si no quería perderla. Precio de constructor para seguir como agricultor. Y de esa tierra se gana la vida vendiendo canastas ecológicas. La misma tierra que le da la energía, asegura, para decir lo que piensa y siente.

PREGUNTA: Menuda ha montado usted, ¿no?

RESPUESTA: Ni me lo imaginaba. Lo que dije no era tanto... Lo que pasa es que esta gente no está acostumbrada a que le digan las cosas. En un país con una democracia normalizada no hubiera sido noticia.

P.: ¿Alguien se le acercó para decirle si estaba molesto?

R.: La gente que se acercó me felicitó. Y la que no se acercó se sentiría mal por lo que le dije. Es su problema. Están acostumbrados al sí bwana.

P.: ¿Improvisó o lo tenía preparado?

Esa mañana me levanté a las cinco y me preparé mentalmente. La idea la tenía más o menos elaborada. Le di muchas vueltas para ver qué y cómo lo podía decir. Estaba tranquilo y pensé que había que aprovecharlo. Nunca nos invitan a cosas de estas. Ellos se lo hacen y se lo comen. Era una oportunidad de oro para decir lo que pensaba.

P.: Usted criticó el boato de la sala, los trajes, las corbatas.

R.: Una prepotencia si lo contrastas con la gente que lo está pasando mal, que no llega a final de mes, que tiene que tirar mano de los abuelos para sobrevivir. Y ves a esta gentuza, no todos, pero la gran mayoría, como tiran de hotel y de todo a costa siempre de los mismos. Da bastante pena. Tú no tienes derecho a nada y ellos a todo. Hay que repartir un poco.

P.: Algunos piensan que no era el lugar ni las formas.

R.: Posiblemente tengan razón, pero me da igual. Si me ofrecieran otros lugares, los utilizaría, pero no había tenido la ocasión en 62 años que tengo. Si a alguien le ha sabido mal, que lo diga. Le sepa bien o mal, no me preocupa en absoluto.

P.: ¿Habló después con Mónica Oltra?

R.: No, porque estaba rodeada de periodistas. Nos dimos un abrazo y ya está.

P.: Dijo que Oltra es una política distinta. ¿Cuál es la diferencia respecto al resto de políticos de la sala?

R.: La conozco muchos años, 12 o 14. Ha demostrado que está en la calle. Estuvo en El Cabanyal, la policía le pegó y le hizo sangre. Estuvo en lo del metro –el accidente de 2006–. Si no hubiera sido por ella eso no se hubiera aclarado en la vida. Estuvo en La Punta, en la huerta. Eso me ha llenado el alma. Es una política humana, humanitaria. Tiene humanismo, ética, moral, valentía. Esa es la diferencia entre ella y el resto de políticos. Si no todos, casi todos, porque no pierdas de vista a Joan Ribó –alcalde de Valencia–, que es un político de cabeza a los pies, del pueblo y que hace política para el pueblo. Y tiene ética. Si hay empresarios que tienen ética, ¡chapeau! Significa respetar el medio ambiente, valorar sus trabajadores, que el lugar de trabajo sea acogedor. Yo me metía con los empresarios corruptos que se aprovechan de los trabajadores y que no les importa verter a los ríos. En los otros, en absoluto.

P.: ¿Qué consejo le daría a Oltra?

R.: Que nunca pierda la dignidad ni el norte y continúe en esa línea esté o no en el gobierno. Así siempre seremos amigos.

P.: ¿Por qué cree que abundan tan poco este tipo de políticos?

R.: El sistema está viciado y tiene una herencia franquista. Quitarse eso de encima va a costar. Los políticos se creen que son dioses, que tienen el poder y lo ejercen. Eso es lo que han hecho toda la vida. Es una élite donde están los políticos, los banqueros, los grandes empresarios y el clero. Y después la esclavitud, que es el pueblo. Y aún funciona de esa manera.

P.: Criticó Mercadona, que es una de la niñas mimadas del poder político y económico valenciano.

R.: Hay que desenmascarar a Mercadona, Carrefour o el Corte Inglés. Son un tapón para la economía valenciana. Los mercados municipales, de barrio, las tiendas, la gente iría allí a comprar, pero va a estos centros donde ofrecen productos envenenados. Es la legalidad y la ley. Pero la justicia es otra cosa. Los labradores no necesitamos intermediarios, ni Mercadona ni Carrefour. Eso incrementa los precios de manera astronómica. El labrador cobra muy poco y al consumidor le cuesta muy caro porque hay unas personas en medio que hacen que funcione de esa manera.

P.: Ellos dirán que generan muchos puesto de trabajo.

R.: ¿Y cuántos trabajos se han perdido en las familias que estaban en los mercados y en las tiendas de los barrios? ¿Cuánta gente está en el paro por todas estas grandes empresas? ¿Cómo es posible que haya cinco millones de parados? Entre cuatro lo controlan y lo dominan todo.

P.: Como activista en defensa de la huerta, ¿percibe ya algún cambio con el nuevo gobierno?

R.: Pronto nos sentaremos con los políticos, en la próxima semana con Joan Ribó. Estaba todo muy abandonado y reconducirlo no va a ser fácil. Lo que sí notamos es que nos atienden. Hay que tener paciencia y saber donde estábamos para saber a dónde debemos ir.

P.: ¿Cuáles serían las medidas urgentes?

R.: Lo más urgente es que la huerta no se toque. Que esté blindada a cal y canto. Declararla patrimonio de la humanidad. Porque tiene unos recursos que no tiene ninguna tierra. Habrá mejores, pero no con más condiciones: el clima, el agua, el conocimiento de los labradores, nuestro riego heredado de los árabes. Después, una escuela de formación. Que el conocimiento pase a los que vienen detrás. Y tener la posibilidad de vender en Valencia y su área metropolitana nuestros productos. Y que desaparezcan las grandes superficies.

P.: ¿Buena parte del público al que se dirigió no parecía muy sensibilizado hacia estas propuestas?

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R.: No, pero es cuestión de tiempo. Las personas podemos cambiar. No se puede forzar la máquina, son personas viciadas. Las gente que nace en una familia de mucha pasta, muy prepotente, está acostumbrada a eso. Yo lo tengo muy fácil. Vengo de una familia humilde y veo las cosas de una manera muy sencilla. He tenido esa gran suerte. Pero hay gente que tiene la mala suerte de nacer en una familia con mucha pasta y poder.

P.: ¿Siente que le quedó alguna cosa más por decirles?

R.: Lo que sentía era eso y es lo que solté. Me quedé a gusto. No entiendo eso de callar y hurgar por detrás. No tengo nada que reprocharme. Lo diría todo exactamente igual.

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