Mal asunto
Lo que está aconteciendo en la política española y por tanto en la sociedad no es para mirarlo y contemplarlo con equidistancia, ni como algo que forma parte del lenguaje y ámbito exclusivo de la política, sino justo todo lo contrario. Lo que sucede se debe ver y analizar con una creciente e importante preocupación. El modus operandi del partido conservador y el partido ultraconservador, traspasando los límites de los principios y valores sobre los que se debe sustentar un Estado democrático, ya sea por acción u omisión, nos lleva a un terreno que nos recuerda a tiempos pretéritos, no muy lejanos, y que supone la fractura social de nuestra sociedad. No es nada nuevo pero, tal vez, estamos llegando al punto de no retorno. El respeto y el cumplimiento de las reglas escritas y no escritas es tan importante como la existencia de la propia democracia. A algunos nos importa pero a otros parece que no. No podemos tolerarlo; mal asunto.
Mal asunto cuando unos personajes recorren la Gran Vía madrileña vestidos con camisas negras, esvásticas y símbolos preconstitucionales, cantando el Cara al sol, soltando vítores al dictador, insultando y atemorizando a todos los medios de comunicación y transeúntes que se encontraban de paso, pancarta en mano con el lema “La Constitución destruye la nación” o argumentos cual “putadefensa de España”, promovidos por partidos ultras y con el beneplácito del conservador para asaltar instituciones o sedes que cumplen con su función democrática.
Mal asunto cuando un ex presidente hace un llamamiento a actuar a cada uno como pueda y desde donde pueda contra…. ¿Actuar contra quién? ¿Contra las personas e instituciones que nos hemos dado en un Estado Democrático y de Derecho para garantizar la convivencia?
Mal asunto cuando un grupo de jueces-vocales, cuyos mandatos están caducados, hace un comunicado criticando una ley orgánica que aún no existe por un interés totalmente partidista, en contra de su mandato, funciones y competencias.
Mal asunto cuando un representante de la Conferencia Episcopal hace manifestaciones sobre moralidad política sin mirarse en el espejo de la moralidad cristiana de la que deberían dar ejemplo tras el informe del Defensor del Pueblo sobre sus casos de pederastia.
Mal asunto cuando un candidato a ocupar la Moncloa no acepta la derrota en el Parlamento, donde reside la soberanía nacional, y socava los cimientos democráticos autoarrogándose el derecho a ser presidente del Gobierno por ser el partido más votado a sabiendas de que España es una Democracia Parlamentaria.
Mal asunto cuando un partido político se niega a renovar los órganos de los jueces, a lo que está obligado por imperativo constitucional, para defender sus intereses partidistas.
Los valores para convivir como personas racionales, no como animales que se aniquilan por ser diferentes, se configura a través de la educación, del respeto y la tolerancia y se articula mediante la ejemplaridad de la acción y de la obra
Mal asunto cuando en el Ayuntamiento de la capital del Reino y en la Comunidad Autónoma uniprovincial gobernada con resentimiento y radicalidad se practica política nacional de oposición y no la política destinada a solucionar los problemas de sus ciudadanos.
Mal asunto cuando se pretende dividir una sociedad entre buenos y malos españoles. Buenos los que están conmigo y malos los que no lo están; o estás conmigo o estás contra mí, es decir contra España, pues España soy yo y mis consecuencias.
Mal asunto cuando se mira como enemigo a un contrincante, a aquel que piensa de manera distinta, y se pretende eliminar pues no tiene derecho a pensar según su propio criterio.
Es lícito y democrático disentir y tener ideas y opiniones contrarias, más aún cuando se pretende representar la diversidad de una sociedad plural como la española, pero no todo vale. Para ello existen los cauces, procedimientos y órganos que nos hemos dado dentro del marco jurídico que define nuestro Estado de Derecho.
Necesitamos la tolerancia y el respeto político (parece que determinadas opciones políticas no están por la labor) social e institucional para poder vivir y convivir cada uno con sus ideas, su cultura y su idiosincrasia. Esta es precisamente la diferencia entre democracia y autoritarismo (dictadura). Los valores para convivir como personas racionales, no como animales que se aniquilan por ser diferentes, se matan por no ser de su especie o familia, se configura a través de la educación, del respeto y la tolerancia y se articula mediante la ejemplaridad de la acción y de la obra y no a través de discursos incendiarios por medios comunicación sectarios y partidos ultras y neoconservadores. Discursos sin contenidos salvo provocar indignación y enfrentamiento, vacíos de propuestas y sin proyecto político, salvo llamar a un inexistente patriotismo, para una sociedad cada vez más compleja que requiere diálogo y no confrontación. ¿Realmente alguien piensa que se puede construir una sociedad basada en ideas y creencias totalitarias que excluyen a una parte de la sociedad porque no creen en sus fanatismos y no aceptan su visión unanimista de nuestra sociedad, país, nación y Estado? ¿Pero no sufrimos ya durante 40 años un régimen de exclusión, de venganza y de marginalidad? ¿No fue suficiente? ¿Necesitamos más?
Immanuel Kant, filósofo alemán del S XVIII, escribió: “La ilustración en el hombre le hace usar la razón”. Hemos perdido la ilustración o más bien determinados sectores de nuestro país la han perdido, tal vez nunca la han tenido o si la han tenido les importa poco con tal de conseguir su propósito; el fin justica los medios. Sin ilustración no hacemos uso de la razón, que es el hecho diferencial que nos distingue de los animales. Nos dejamos seguir por las pasiones más ruines que nacen de los intestinos para avocarnos al fracaso social. Nos dejamos influir y nos emborrachamos de oídos y de cerrazón por los intereses espúreos o malsanos de unos supuestos líderes salvadores. En cualquier caso, nos abocamos al fracaso; mal asunto.
Si la alternativa a la amnistía es lo anterior, mal asunto, prefiero la amnistía.
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Antonio Fernández-Montes Romero es socio de infoLibre.