Salvador Illa se reunió este martes con Carles Puigdemont. Lo hizo antes de visitar la exposición dedicada al milenario de la fundación del Monasterio de Montserrat y que en estos momentos cuelga de las paredes del Parlamento Europeo gracias a los buenos oficios de su organizador, Esteban González Pons. El encuentro previo entre presidents se celebró en la delegación del Govern y siguió dos notas de la regla benedictina que inspira a los monjes adoradores de La Moreneta: discreción y claridad en el lenguaje.
Del ruido y la furia de 1 de Octubre de 2017 solo quedan rescoldos que únicamente Jordi Turull y Carles Puigdemont mantienen vivos, un suponer. Será el Tribunal Constitucional de Conde Pumpido el último en apagar la luz de la habitación donde se guardan las últimas convicciones del independentismo como se guardan los muebles inútiles y viejos sobre los que se acumulan el polvo y la nostalgia. La declaración de independencia catalana duró un minuto. El monasterio de Montserrat ha pervivido 1000 años. Las raíces importan, diría Jordi Pujol al respecto. La amnistía será irrevocable y también abrazará al president en el exilio. Puigdemont volverá a Cataluña y pronunciará más pronto que tarde el "Ja soc aquí "desde el aeropuerto Josep Tarradellas y de esta manera concluirá una etapa convulsa en las relaciones políticas entre España y Catalunya. No habrá más procés. Todo será, sencillamente, un vulgar recuerdo en un océano en calma.
El catalanismo ha sido un problema para el PSOE hasta la llegada de Pedro Sánchez. El regreso de Tarradellas a Barcelona como president de la Generalitat provisional difuminó el papel de los socialistas catalanes en el proceso autonómico y permitió al partido de Felipe González y Alfonso Guerra levantar con fuerza la bandera andalucista, a modo de compensación histórica. Pero el tiempo ha cambiado. Y sus dioses también.
España vuelve a Salvador Illa. Regresa a Illa un año después de su toma de posesión del cargo como president de la Generalitat de Catalunya. Algo ha cambiado. Rafael Sánchez Ferlosio, enorme y fecundo, defendió en un ensayo homónimo que mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado. Algo cambió en Catalunya hace un año. En realidad, cambió toda una mitología y una manera de observar y asir el mundo desde la Generalitat, cambió una dialéctica entre España y Catalunya que ofrece hoy un nuevo diálogo, una nueva estabilidad, una poética novísima de las relaciones políticas entre dos elementos que, anteriormente, se inspiraban en el conflicto y el bloqueo y hoy se expresan a partir de la confianza mutua y la necesidad de compartir poder, esperanza y proyectos políticos.
Algo cambió en Catalunya hace un año. En realidad, cambió toda una mitología y una manera de observar y asir el mundo desde la Generalitat, cambió una dialéctica entre España y Catalunya que ofrece hoy un nuevo diálogo
Hoy reivindicamos el encuentro en Bruselas como hace dos años hablábamos del consenso de Spinelli. Conviene recordar el espíritu que embarnizó las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez de 2023. La reunión entre Puigdemont y Yolanda Díaz, antes de que Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE, hiciera lo propio, tuvo lugar en la sala de trabajo Altiero Spinelli del Parlamento Europeo.
Spinelli fue el fundador del Movimiento Federalista Italiano, tras finalizar la II Guerra Mundial y uno de los autores del Manifiesto de Ventotene, el primer documento que defendió la creación de una Europa unida y de una constitución europea. El Manifiesto Ventotene proponía una serie de medidas que buscaban la creación de una Federación Europea de Estados, cuyo primer paso habría de ser el acercamiento de los países, impidiendo que volviera a reproducirse la guerra entre ellos. El acercamiento entre el Gobierno y Puigdemont se produjo antes de la investidura con la mirada puesta en una España federal integrada en la Unión Europea. Han cambiado los tiempos y han cambiado los dioses.
Hubo un tiempo en que a Felipe González se le aparecía Pujol. El mayor pecado del socialista andalusí fue permitir que el pujolismo ocupara un espacio político en el universo catalán en detrimento del PSC que había persistido como una fuerza autónoma durante la transición. Fue la perpetuación de ese sacrificio político y electoral, a lo largo de varias décadas, lo que permitió que la mitología convergente, primero, y la soberanista, después, se cronificase hasta terminar en la sala segunda del TS del juez Marchena. Madrid ha sido una gran factoría de independentistas.
El encuentro entre Salvador Illa y Carles Puigdemont se celebra sin sacrificios. Sánchez, astuto y perspicaz, ha sabido comprender que debe presentar unos Presupuestos Generales para el 2026 y que debe preservar la legislatura hasta el 2027, independientemente del voto que emane de Junts en la Corte de los Leones antes de que finalice este año. La entrevista del Presidente del Gobierno con Pepa Bueno definió el campo de batalla. Sánchez se libera de cualquier presión y Feijóo ha quedado desactivado. Veremos qué ordena Puigdemont desde Bruselas con la senda de gasto y qué dictará Turull desde Barcelona. Se diría que el espíritu Spinelli sigue vigente en las relaciones entre el Gobierno español y Catalunya y que la Moreneta, esta vez, se ha puesto del lado de Salvador Illa.
Salvador Illa se reunió este martes con Carles Puigdemont. Lo hizo antes de visitar la exposición dedicada al milenario de la fundación del Monasterio de Montserrat y que en estos momentos cuelga de las paredes del Parlamento Europeo gracias a los buenos oficios de su organizador, Esteban González Pons. El encuentro previo entre presidents se celebró en la delegación del Govern y siguió dos notas de la regla benedictina que inspira a los monjes adoradores de La Moreneta: discreción y claridad en el lenguaje.