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Críticas a C's... por variar (y II)

Himar Reyes Afonso

Lo que he estado planteando hasta ahora, es que los partidos nuevos, sin sólidas bases territoriales, son mucho más efectivos si encuentran espacios cómodos en los medios de comunicación y, concretamente, en la televisión. Porque podemos encontrar diversos medios escritos –generalmente online– en los que se ha informado de ciertas flaquezas de C's, pero en televisión esto no existe, salvo apuntes puntuales de El Gran Wyoming, que se agradecen. Y lo que sí que existe tanto en medios televisivos como prensa escrita, es una apuesta por colocar a C's en la tercera posición de las fuerzas políticas nacionales. No más, porque el bipartidismo sigue teniendo grandes aliados, pero sí en la tercera, porque apoyará a uno u otro sin lugar a dudas. Y de paso, nos hará creer a todos que el “cambio sensato” será juez con cualquiera que sea el próximo Gobierno, cuando francamente estamos hablando de la misma especie política, salvo que más joven.

En esta apuesta mediática –que, al menos, percibe un servidor– por asegurar la tercera plaza al partido naranja y continuar el sistema vigente, han funcionado una serie de fórmulas comunicativas que responden a la espectacularización de la que hablábamos, y que permite colocar una serie de etiquetas que articulan la opinión e impiden trascender a debates más profundos, más serios. Así, frente a las críticas al hiperliderazgo y personalismo de Pablo Iglesias con Podemos, C's ha sido siempre el partido del consenso... me gustaría saber cuántos miembros de C's se conocían en las autonómicas, además de Rivera, y cuántos líderes de Podemos. Si lo de Rivera no es personalismo e hiperliderazgo, que alguien me lo explique.

También se criticó a Podemos por la ambigüedad de sus propuestas, por su falta de claridad y su discurso demagogo. “Ambigüedad” no es, sin embargo, lo que se ha considerado cuando Rivera condena el franquismo pero no entra en el debate sobre la memoria histórica, o cuando critica las Sicavs pero no confirma que las vaya a quitar, sino que “las investigará”; o cuando dice que derogará “casi” todos los artículos de la ley Mordaza. No, “ambigüedad” no es la palabra que los medios han tenido a bien usar para C's, sino “responsabilidad”.

Y la última gran etiqueta fue la del “radicalismo” de Podemos frente al “cambio moderado” de C's. Porque a los españoles no nos gusta que nos toquen demasiado las cosas. Eso es radical.

Es difícil plantearse un debate social libre y saludable cuando tenemos que formar parte de semejante teatro mediático que simplifica las ideas y los argumentos hasta lo caricaturesco y que toma partido con tanta alegría en espacios informativos no de “opinión”, sino, por ejemplo, de “Economía”, como un artículo del diario El Mundo escrito por Carlos Segovia. El final no tiene desperdicio.

El debate de Salvados

Dentro de la espectacularización y superficialidad que ha tomado la política –siendo lo más influyente las etiquetas y los eslóganes que se canalizan a través de los medios, y de la televisión especialmente–, cobra una gran relevancia un debate televisado (y editado) como el que moderó Jordi Évole entre Pablo Iglesias y Albert Rivera. Apunto lo de “editado” no con ánimo de insinuar censura ni nada que se le parezca; de hecho, celebré al igual que tantos españoles un debate como el de Salvados (recordemos que fue el programa más visto, por delante incluso de la gala de Gran Hermano). Pero, según el propio Évole, el programa decidió “limpiar” la marrullería en la que, al parecer, entraron los candidatos en ciertos momentos pidiéndole el uno al otro que no le interrumpiera. Puesto que el moderador no tenía intención de pedirlo, no hubiese estado mal dejar esos fragmentos, porque la cantidad de interrupciones de Rivera eran dignas de un bar.

Pero lo que demuestra el éxito de audiencia es que algo está cambiando no solo en la política sino en la gente y en su interés. A partir de aquí, es decepcionante observar cómo la maquinaria mediática ha demostrado, una vez más, cuántos pasos por detrás van los medios, al igual que tantos políticos y ciudadanos, del tiempo que estamos viviendo. Han conseguido absorber el hecho en sí y convertirlo en un formato más, homologable como todos a los estándares del sistema. Así, cada uno de estos medios ha centrado sus esfuerzos en responder a la pregunta “¿quién ganó el debate?”, tanto mediante encuestas como editoriales. Y a mí me viene a la cabeza la misma pregunta de tantas veces: ¿por qué los periodistas y los medios tienen que “reflejar la realidad” interpretándola por nosotros? ¿Por qué tienen que decirme quién ganó y quién perdió? ¿Y quién ha decidido que iba de eso, de ganar o perder?

Pues lo han hecho y, curiosamente, con bastante consenso. Algunos de los principales medios no han dudado en que Rivera “dominó el ritmo”, “se impuso” o incluso “aplastó a Iglesias”; algunos, muy preocupados, se preguntan qué le pasa al líder de Podemos en la resaca del debate. Se generaliza la idea, incluso, de los sólidos argumentos de “Albert, la calculadora” frente al vacío de “Pablo, el corazón”. Albert Rivera interrumpe a Pablo Iglesias diciendo que “sus cuentas no salen” y que él “no podría mirar a los ojos a sus ciudadanos prometiendo ciertas cosas”, y ya está, todos convencidos de que aplastó al rival con semejantes argumentos; ¿y el contenido? No nos interesa, esto es televisión.

Otra muestra más, y bien clara, de la preferencia mediática respecto a los partidos emergentes. Cabe así plantear al menos que las realidades dibujadas en los espacios mediáticos mayoritarios no son siempre las que percibimos todos; y si la información es un bien social, ahí tenemos un conflicto. Y de esta misma manera, en los ascensos y descensos de las intenciones políticas debe sembrarse, cuanto menos, el beneficio de la duda, sobre todo cuando vienen de una encuesta, otra supuesta ciencia innegable.

Percepción de la gente

Para terminar de respondernos a las preguntas sobre el ascenso de C's, es importante no obviar a la gente. No es justo para los medios ni responsable, plantear una sociedad 'atontada' que se traga todo lo que dicen los políticos o ciertos medios. La gente no es tonta, y vota lo que le da la gana. Y si creen que C's es de centro-izquierda, a lo mejor habría que preguntarse si han sido engañados o es que, sencillamente, no se molestan en informarse.

La última encuesta del CIS decía que las personas con estudios secundarios o superiores eran proclives a votar a los partidos emergentes, especialmente a C's. Puesto que está instalada la idea de una suerte de clase social ficticia entre la gente con formación académica, se infiere rápidamente que estamos hablando de votos más válidos o más legitimados; más fundamentados, al menos. Formación académica no es igual a formación política, ni garantiza que esas personas -voten a quien voten- estén informadas, o que no sean unos ignorantes. La formación académica no supone nada de nada. No es sino un elemento más que suma en la idea generalizada de la responsabilidad y la serenidad en el voto a C's, un cambio “con cabeza”. Al igual que fue un argumento que trató de legitimar la existencia de Podemos en su día, planteando que gente con estudios era simpatizante.

Todo mi respeto a quien quiere mantener un sistema como el actual, pero que deposita su confianza en un partido emergente que parece dispuesto a corregir ciertos comportamientos del bipartidismo (porque hasta la gente del PP se cansa de que les roben). Todo mi respeto también para quienes votan a C's porque son quienes han despertado en ellos el interés por la política. Y por último, todo el respeto a quien les vota sabiendo lo que hacen y lo que proponen, y que están de acuerdo con ese proyecto de país.

Sin embargo, oigo a mucha gente abanderarse con los colores del “cambio sensato”, repitiendo el discurso que C's ha planteado en los medios y que éstos han establecido en la opinión pública sin mayores cuestionamientos. Es mucha la gente que acepta las simplificaciones del debate político para funcionar con etiquetas que no nos compliquen demasiado, que nos construyan la realidad de forma clara y concisa. Y que si son preguntadas por algunos de los episodios aquí citados, o los desconocen o, peor aún, los justifican. Como si hubiésemos sido embaucados por el aroma artificial de una planta de plástico, coloreada de rojo cual rosa, o de amarillo cual girasol, siempre en función de lo que queramos ver u oír en cada momento. Nos apuntamos a la idea del cambio, que parece estar de moda, pero nada de radicalismos ni demagogias. Yo plantearía que hiláramos más fino, y que llamemos a las cosas por su nombre, de manera que no convirtamos cualquier apaño en el cambio real. Que al menos, ya que tenemos el derecho, nos tomemos en serio nuestro voto.

Da la sensación de que seguimos acomodados intelectualmente, apáticos a la hora de enfrentarnos a la política y cansados para informarnos de forma crítica. No parece que sea pedir demasiado adquirir un mínimo de conciencia política y social a la hora de apoyar o rechazar al partido o movimiento que nos venga en gana. Ni que busquemos debates exentos de espectacularización y simplificación, que debatamos con argumentos, no con etiquetas. Y que nos informemos.

Himar Reyes Afonso es socio de infoLibre

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