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Los diablos azules

Autobiografía

La escritora y periodista Carmen de Burgos, Colombine.

Carmen de Burgos

En 1909, Ramón Gómez de la Serna pide a Carmen de Burgos (1867-1932) que redacte una autobiografía para incluirla en la revista Ramón Gómez de la SernaCarmen de Burgos Prometeo. La escritora da cuenta por carta de su vida en términos poco habituales a principios de siglo. En 1927, escribiría en La mujer moderna y sus derechos: "Ser femenina, como quieren las ilusas, es estar sometida solo a imperativos sexuales, sin aspirar más que a ser nodriza y gobernante. Ser feminista es ser mujer respetada, consciente, con personalidad, con responsabilidad, con derechos, que no se oponen al amor, al hogar y a la maternidad". Esta "Autobiografía" está recogida en el libro Ellas y ellos o Ellos y ellas. Novelas cortas de Carmen de Burgos, 'Colombine' (Huso). 

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Sr. D. Ramón Gómez de la Serna

Querido Ramón: Me dice usted que desea vivamente mi autobiografía y autocrítica y añade usted "que sea sincera".

Pensé primero tomar una pose artística, algo campanuda, y pintarme como sabe hacerlo nuestro amigo Villaespesa, tal como mi fantasía quisiera ser hoy, y digo yo, porque me cansaría y anhelaría ser de otra manera distinta. Luego pensé hacer una confesión donde, a la manera del hermosísimo libro Cabalgata de horas, de Ramírez Angel, la ironía encubriera las sinceridades y lo imaginario se disfrazara de sentimental.

Para librarme de ambas tentaciones, me decido a dirigirle a usted esta carta. Así no sabré mentir. Tengo el vicio de la amistad; que no es de los que se suelen pagar menos caros.

Tanto he de contarle, que no sé por dónde empezar. Mi vida es compleja; varío de fases muchas veces; tantas que me parece haber vivido en muchas generaciones diferentes… y yo también he cambiado de ideas… de pensamientos… ¡Qué sé yo! Me río de la unidad del "yo", porque llevo dentro muchos yoes, hombres, mujeres, chiquillos… viejos… se pelearían si discutiesen con alguno… pero les dejo que venza el que más pueda, y que haga cada uno lo que le dé la gana… ¡todos son buenas personas! A veces imprudentes, demasiado confiados… Suelen obrar con ligereza y tener de qué arrepentirse… Entonces intervengo. Nada de esa debilidad que nos hace estar todo el tiempo de cara al pasado lamentándolo… nada de lágrimas… Consuelo como puedo al culpable y despierto a todos los demás para que lo aturdan con sus cantos… la, la, ra,… la, ra, la, la, la…

Muchas veces envidié las vidas sencillas que llevan trazado el camino, pero me duró poco. Hoy me gusta lo impensado, lo incierto; me atrae lo desconocido; el encanto del libro que no se ha leído y de la partitura que no se escuchó jamás. No comprendo la existencia de las personas que se levantan todos los días a la misma hora y comen el cocido en el mismo sitio. Si yo fuera rica, no tendría casa. Una maleta grande y viajar siempre. Deteniéndome en donde me agradase, huyendo de lo molesto… aspirando el aroma de las cosas sin analizarlas. Eso de hacerse un palacio con cementerio y todo para vivir y morir en un mismo sitio me parece que nos asemeja a los moluscos. ¡Pícaro progreso que trajo los ferrocarriles en lugar de las cómodas escobas sobre las que cruzaban el aire nuestras respetables abuelas!

He sufrido mucho… ya no me acuerdo… pero experimenté el placer del sufrimiento. No lo crea usted paradoja, tuve el placer de sentir la vida intensa, vibrar agitándome en ansias de muerte y de desesperación. Otras veces se me desbordó el pecho en amor, en placer, en esperanzas… algunas en anhelos de bien y de justicia. ¡Qué más da! Lo hermoso es sentir la vida. Por fortuna tengo una naturaleza fuerte y sana que se libró del peligro de excitar la morbosidad del dolor. Hoy (con ligeros interregnos) mi gesto favorito es el encogimiento de hombros. ¡Hay tan pocas cosas que valgan la pena de apasionarnos!

No soy ambiciosa ni me importa el juicio ajeno. La calumnia se estrella a mis pies lamiéndolos mansamente como el agua del mar a las rocas inquebrantables.

Detesto la hipocresía y como soy independiente, libre y no quiero que me amen por cualidades que no poseo, digo siempre todo lo que siento y se me antoja. Así los que me quieren, me quieren de veras. Los que me detractan por la espalda, se quitan el sombrero delante de mí. Jamás pensé en el medro personal a costa de mi libertad o de abjurar de mis convicciones.

¿Hechos de mi vida? Ninguno notable. Me crié en un lindo valle andaluz, oculto en las últimas estribaciones de la cordillera de Sierra Nevada a la orilla del mar frente a la costa africana. En esa tierra mora, en mi inolvidable Rodalquilar, se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Nadie me habló de Dios ni de Leyes y yo me hice mis leyes y me pasé sin Dios.

Allí sentí la adoración al panteísmo, el ansia ruda de los afectos nobles, la repugnancia a la mentira y los convencionalismos.

Pasé la adolescencia como hija de la natura, soñando con un libro en la mano a la orilla del mar o cruzando a galope las montañas. Después fui a la ciudad, y yo que creía buena a la humanidad toda, vi sus pequeñeces, sus miserias… y sentí el dolor de los pesares ajenos, y lloré con los oprimidos y envidié los mundos donde no habitan los hombres.

Podría parodiar a los héroes de Homero, "reina en unas partes, mendiga en otras". Fui rica y carecí de todo. Vi alejarse a las gentes con la miseria y dejarme sola cuando tuve hambre; los que me convidaban cuando nada me hacía falta y los vi volver otra vez con la fortuna… y los recibí con un encogimiento de hombros.

Y así sufriendo y amando… entre lágrimas y goces se formó mi espíritu de hoy. Viajé… estudié… me adularon y me zahirieron…

Hoy solo creo en el arte y acepto el amor como bella mentira, una forma más perfecta de la amistad. ¿Otra de mis vidas? La de profesora… Esta sería tan insufrible como el matrimonio y el cocido si yo no la supiera adornarlo de azul. En todo caben ensueños. Pienso en las almas de mujer que con una frase puedo liberar del oscurantismo… pienso en los corazones en que despierto el amor al arte… y en abrir todos los años la puerta de las aulas a una multitud de jovencillas que mi severidad podría retener para que vayan a saltar al sol, sin molestarse en nuestras indigestas y vacías explicaciones. Cuando las veo delante de mí, reflexiono en que deben amar y ser amadas, en que hace sol y ellas están encerradas en el aula sombría; en que hay lindas canciones para labios de rosa y marchitan los suyos los problemas de álgebra. Y las amo y quisiera gritarles: "Huid de esta parodia de ciencia. Sed libres…", pero callo y les doy la libertad.

Mis penas como profesora son dos; la imbecilidad de gentes inferiores que dirigen a los que valemos más que ellos, y haber visto un día un sitio vacío en el banco que ocupaba una pobre alumna pálida… ¡La mató la primavera!

¿Mi vida de periodista? Es más curiosa; empecé por cajista de imprenta, en la que poseía mi padre político en Almería; después escribí con las tijeras para completar un periódico satírico. Mi primer artículo mereció los honores del triunfo y la reproducción fuera de la provincia, y mis paisanos debieron pensar que eran muy brutos y que necesitaban que les dijeran lo mucho que yo valía. ¡Claro, se lo creyeron! Y me empezaron a escribir artículos… La primera vez que me llamaron "escritora" volví la cabeza a ver si se lo decían a otra y me ofendí cuando me dijeron literata… casi me sigo ofendiendo.

He escrito muchos miles de artículos en toda la prensa del mundo; me los han traducido a todos los idiomas. Me pegaron y me elogiaron. Es decir, "se me discute".

¡Qué horror! No se pondrán nunca de acuerdo ni yo me inquietaré por el fallo. No tengo vanidad de escritora y si alguna de mis compañeras la padece le aconsejo que se haga periodista militante, vaya a las redacciones y verá cómo se nos dan los bombos. El lector puede tener la seguridad de que hemos puesto de necia y majadera, por lo menos, a la insigne que elogiamos.

¿Libros? Muchas traducciones, muchos prólogos, muchos arreglos… muchos… trabajo de hojarasca para ganar el sustento.

Hoy ya es otra cosa; empiezo mi labor. Permítame usted que guarde silencio acerca de todo lo que preparo. Baste decir solo que hasta que he recibido todas las lecciones de la vida y llevo tantos años de escritora no me he atrevido a escribir mi primera novela. Miro la novela con miedo. Es la diosa de la Literatura.

¿Tendencias? Yo soy "naturalista romántica" y variable, como mis yoes. Me gusta todo lo bello y la libertad de hacerlo sin afiliarse a escuelas.

Ya lo demuestro en los dos libros únicos que amo de todo los que he producido: Por Europa. Descripción de un viaje a Francia e Italia, escrito con toda sinceridad; sin pensar en el público y diciendo cuanto pensaba, y Cuentos de Colombine, en los que puse mucho de mi alma.

Unas veces muy romántica, otras no… ¿Por qué imponer ni leyes ni ficciones?

¿En el teatro? Hice un ensayito y me aplaudieron… y escribí un libro de versos que tiene pasión y alma y quizás volveré a ocuparme de algo de esto porque yo nada aseguro… pero mi propósito es cultivar la novela, arte superior y apuesto por el dramático.

Prefiero que me lea un imbécil a ver interpretar mis creaciones. Los cómicos son todos seres inferiores…

Me gusta rodearme de la gente joven y tengo a orgullo el afecto que toda la juventud sana me demuestra. Siento con ustedes entusiasmos y energías y no me importan las críticas de mala ley.

¡Los hados me libren de los genios consagrados y de los viejos dómines!

Y esto ya se acaba. ¿Por qué seguir? En mi vida familiar e íntima usted me conoce. No se adivina que soy escritora, ¿verdad? Sé amar a mi hija, una preciosa gitanilla que es la mejor de mis obras, y ser alegre con los míos, atender a las labores propias del sexo y entretenerme fácilmente en nimiedades que no entienden los genios. Aparte de que me gustan los cintajos y los trapos y no me suena mal algún piropo, aunque no sea literario.

Para complemento del retrato que me obliga usted a hacer: mis caprichos. Un día me pongo el mantón, y escandalizo a mi portera, para ir a enterarme de cómo son las casas donde duermen los golfos o cómo viven los gitanos del barrio de las Cambroneras.

Otro día tomo un palco en el Real y escandalizo a mis amigos que no saben de dónde saco el lujo (podían ver que son las cuatro de la mañana y aún arde mi lámpara de trabajo). Ya tomo el tren para ver la miseria de una ciudad minera, para curar heridos como ahora en Melilla, o para aceptar una paella en la Albufera Valenciana, la tierra española que más amo, o escapar a París a comprarme un abrigo.

Si quiere usted hacer el resumen de todo esto, hágalo. Yo no veo más que una amalgama de todas las cosas que forman la vida de una mujer que poco a poco fue desligándose de preocupaciones y avanza tranquila por el camino entre melancolías y sonrisas, sin llegar al llanto ni a la carcajada; siempre de cara al sol y sin escuchar los perros que ladran a su paso, ni siquiera a los que menean halagadores su cola.

Suya afectísima, compañera y admiradora,

Colombine.

P.D. Así creo que soy; esta noche tal vez seré de otra manera. ¡Es tan difícil conocerse a sí mismo! Si soy de otra manera perdóneme el engaño porque yo misma lo padezco.

(Otro sí. Envíeme las pruebas por si para entonces he cambiado de modo de pensar.) ________________

La mujer moderna y sus derechos

  1. De Burgos, Carmen. "Autobiografía". Prometeo. Revista social y literaria, Núm. X, agosto, 1909, pp. 40-46.

2. Dicho del lenguaje o del estilo: Hinchado y retumbante.

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