DESDE LA TRAMOYA

Algo más que una gamberrada

El suceso del pasado jueves, día en el que Esperanza Aguirre decidió hacer caso omiso a unos agentes de movilidad que la estaban multando en la Plaza de Callao (justo debajo del despacho de Tomás Gómez, por cierto), podría ser calificado por algunos como una gamberrada más o menos divertida: material óptimo para monólogos cómicos y prolífico meme que se contagia en mil formas entre la gente.

Sí, graciosa fue la metedura de pata, sin duda. Pero es mucho más que eso. Y no me refiero solo al hecho de que, como se ha señalado, todo apunta a que la presidenta abusó de su autoridad –y de la habilidad de sus escoltas– para no pasar la noche en el calabozo, lugar en el que habríamos terminado cualquiera de nosotros de reaccionar como ella.

Me refiero ahora al hecho de que el comportamiento de Aguirre desde las 4 de la tarde del jueves y, sobre todo, durante esa tarde y el día siguiente, tiene todos los rasgos del neoconservadurismo populista, una ideología que linda, simpatiza o, en algunos países, se identiica sin más con la extrema derecha. El fenómeno ha sido bien estudiado y minuciosamente catalogado. Por ejemplo, en un libro que acaba de llegar a mis manos cortesía de su autor, Sergio Colado, titulado Disidentes 6.0.

Los rasgos de ese populismo neoconservador que encontramos en Aguirre, son muy marcados.

Una identificación teórica con el ciudadano corriente. Solo teórica, claro, porque quienes pretenden ser normales y corrientes son en realidad autoridades que viven como autoridades, motivo por el cual Aguirre evitó terminar esposada esa tarde. La afectada, "grande de España", rica de familia, vida en palacete, exministra y expresidenta, tiene además poco de corriente. Pero el discurso de estos populistas –Sarah Palin es el modelo estadounidense como Aguirre, Berlusconi, Marine Le Pen o Aznar son los modelos europeos– está solidamente armado en torno a la idea de identificación con el pueblo llano. Aguirre es así, en sus propias palabras, "una señora que va con su coche particular," "una abuela", "una sexagenaria". A ella le ha pasado algo que "no es extraordinario en la vida de un ciudadano".

Una peculiar defensa de la autoridad tradicional y un encendido antiestatalismo. Yo sospecho que a la Guardia Civil, a la Polícía Nacional o incluso a la Policía Municipal, Aguirre no le habría plantado cara. Pero en Madrid todos sabemos que esos agentes de movilidad tienen más poder que autoridad. Tienen competencias solo de tráfico y muy limitadas. Paradogicamente, al enfrentarse con esos funcionarios, y luego en todas sus explicaciones públicas, Aguirre explica que es víctima de la invasión de unos cuantos burócratas en la vida de la pobre gente, como ella. El antiestatalismo es un rasgo esencial del populismo neoconservador. "¿Quién te ha dicho a tí que yo quiero que conduzcas por mi?", le preguntaba Aznar a la Dirección General de Tráfico. Y Aguirre considera que su "incidente" es solo una cuestión privada.

Aguirre dice entender que el Partido Popular no la respalde en sus “errores”

Aguirre dice entender que el Partido Popular no la respalde en sus “errores”

Un look inconformista y valiente contra el enemigo de la izquierda. Así lo describe Colado. Y por eso los llama "Disidentes". Eternamente enfadados, los populistas neoconservadores se presentan como víctimas del voraz Leviatán, se consideran literalmente "moralmente superiores" porque defienden el esfuerzo individual, el premio por el éxito, una sólida moral... frente a la laxitud de los principios de los social-comunistas. Aguirre es una pobre sexagenaria acosada por unos cuantos "agentes de innomovilidad" que tenían una moto delante de ella "malísimamente aparcada". Y si la entretienen, pues arranca y se va. El conservadurismo tiene tres principios morales fuertemente arraigados: la autoridad, la religión y el patriotismo. En otras palabras, en su arquetipo el conservador es duro, devoto y patriota. La fuga de Aguirre fue una constatación del primer adjetivo. Aguirre no se arredra. Se defiende. Es dura, contestona, inconformista: se enfrenta contra lo que ella en ese momento considera –en un evidente error de cálculo– una injusticia. Arranca y se fuga como Aznar sacaba la peineta a unos estudiantes protestones. Es posible que el punto chulo de los populistas neoconservadores esté en el origen de tanto problema con el tráfico, los controles de alcoholemia y la velocidad en carretera, que parecen multiplicarse entre determinado fenotipo político. Por otro lado, por supuesto, un rebelde no pide perdón por rebelarse, por lo que es extraño escuchar a los aguirres, palins, berlusconis y aznares del mundo pedir disculpas.

Una sonrojante hipocresía. En una trampa tan burda como ofensiva, Aguirre "reconoce el error" cinco días después y pide "excusas". Y dice que ya las pidió el primer día. Sí, cierto: pidió y pide "excusas" por aparcar en el carril del autobús. Pero no por encararse, no por huir de los agentes, no por negociar el final del incidente. Afirma que el asunto es privado y que, "como dice Leguina (curioso invitado), todos somos iguales ante la ley, pero no ante los medios de comunicación"; pero invirte toda la tarde del jueves pasado explicando su versión de los hechos en los medios de comunicación, a destajo. Y caprichosamente convoca rueda de prensa después de la reunión de la dirección de su partido este martes pasado. Se nos muestra como una tierna abuelita bajando al cajero, pero aparentemente deja en manos de los vigilantes a su servicio que saquen a los agentes de su casa. Sobre las abundantes muestras de la hipocresía de Aguirre en otros ámbitos, ya ha proporcionado aquí mismo un extenso catálogo Jesús Maraña.

Una muy rentable simbiosis electoral entre los halcolnes y las palomas. ¿Quién mejor para centrar a Rajoy que Aguirre? ¿Qué mejor para que Rajoy parezca una palomita, que el pico y las garras y las alas extendidas y la resolución del halcón? Es seguro que en las cercanías del despacho del presidente del Gobierno asistieron al grotesco episodio de la semana pasada con callada satisfacción. Primero, porque la más punzante enemiga del presidente hace el ridículo. Y segundo porque, sin querer, le vuelve a hacer un favor sitúandolo más al centro.

Más sobre este tema
stats