Nacido en los 50

Populismo

El Gran Wyoming

Este fin de semana he asistido a un coloquio en un congreso sobre periodismo digital que se organiza en Huesca y que celebró su XVII edición. Yo no soy periodista, pero asistía como invitado en la sesión de clausura para hablar del programa que hacemos, El Intermedio, y de paso, celebrar un encuentro con Ignacio Escolar. Allí charlamos un poco de todo porque, ya se sabe, una cosa lleva a la otra.

Este congreso es obra de un visionario que se llama Fernando García Mongay, porque hace diecisiete años esto del periodismo digital debía de ser una cosa marginal. Ahora es el periodismo con mayúsculas en número de lectores, pero también en margen de libertad. En infoLibre, así como en otros diarios parecidos, se pueden leer opiniones que no aparecen en otros medios consolidados y de gran prestigio. Sus razones tendrán y, desde luego, sus márgenes y orientaciones, lo llaman línea editorial. Los márgenes son comunes a una opinión oficial que sitúa a la inmensa mayoría de los medios de comunicación en un frente común de combate contra el populismo.

El populismo, como el terrorismo, es una condición que demoniza al grupo que recibe tal estigma por parte de la Unión de los Demócratas, una especie de joint venture política que desposee de la calidad de “cuerdo demócrata centrado a favor del Sistema” al que no comulga con sus proclamas. Cuando se cuelga el sambenito de populista a un rival, dejan de tener sentido sus propuestas, sus programas, sus ideas al fin, por carecer de marchamo democrático, de legitimidad, y el apestado pasa a pertenecer al limbo de los que utilizan a las masas para enriquecerse. Nada que ver con las propuestas de la Unión de los Demócratas, que nacen, exclusivamente, para dar gloria y mejor vida al ciudadano.

Hemos de reconocer que el fracaso de estos señores que se atribuyen la cordura en exclusiva ha sido estrepitoso. Paso a paso, ley tras ley, hurto tras hurto, han conseguido llevarnos a un mundo mucho peor que el que conocíamos, y a pesar del desastre en el que ha concluido su gestión, entran en una especie de histeria colectiva ante la idea de que surja una alternativa con otras propuestas que no sean las que establece el marco de lo políticamente pactado que es, por antonomasia, lo políticamente correcto.

Aquel pacto tácito de Tú no revisas lo mío y yo no revisaré lo tuyo, también llamado No judicializar, ni siquiera ante la evidencia del delito, nos ha llevado al punto en que nos encontramos, donde las deyecciones rebasan la capacidad de la alcantarilla para manar por los sumideros que pueblan nuestras calles y plazas. Cuando la corrupción brota como un chorro de petróleo al aire y ya se hace inevitable la denuncia, se habla de éxito del Estado de Derecho.

Sorprende que sean acusaciones populares, así como UPyD y ese grupo de extrema derecha llamado Manos Limpias, los que hayan llevado ante los tribunales gran parte de estos casos de corrupción que llenan las páginas de los periódicos, delatando una absoluta dejación de funciones de los representantes políticos de los partidos históricos que deberían velar porque esta situación de latrocinio tan extendida no se hubiera producido.

Asistimos a un fracaso sin paliativos del Sistema. Han fallado todos los fitros, tanto del Banco de España como auditorías, Tribunal de Cuentas, control de los concursos públicos, y en este momento me pregunto si han fallado o es que estaban desactivados al servicio de vaya usted a saber quién, como cuando se dejaron abierta la puerta noreste del muro de Constantinopla que permitió la toma de la ciudad por los turcos. ¿Eran incompetentes todos los órganos de control? ¿Nos encontramos ante una generación de funcionarios inútiles?

Yo creo que no. No deja de ser curioso que cuando un Ayuntamiento como el de Madrid se pone a mirar en los cajones, aparezcan todo tipo de fechorías, tratos de favor, adjudicaciones a dedo, concursos amañados y demás prácticas corruptas. Son esos mismos funcionarios inútiles los que descubren esas fechorías en cuanto se les da la orden de que husmeen.

Del mismo modo, resulta curioso que la basura sea denunciada desde las instituciones solamente allá donde ha habido un cambio de Gobierno en una determinada dirección. Daría la impresión de que sólo se delinquía en aquellas corporaciones que han tenido la mala suerte de cambiar de signo político. ¡Qué casualidad!

Hay un caso que representa a la perfección lo que quiere señalar el autor. Pilar Valiente, inspectora de Hacienda y amiga de Aznar, fue expedientada siendo directora de la Oficina Nacional de Inspección por utilizar la Agencia de forma ilícita, con fines políticos, usando datos de forma fraudulenta. Acusó al PSOE de haber llevado a cabo una inexistente amnistía fiscal para sus amiguetes, desatando una enorme tormenta política con su coro mediático. No había nada. Ellos hicieron, como sabemos, eso mismo más tarde. Lo que se llama preparar el terreno. Tuvo que largarse con las orejas gachas. En vista de sus aptitudes, más tarde la ascendieron, la pusieron al frente de la CNMV, la Comisión Nacional del Mercado de Valores. A Montoro le gustaba su estilo, el día de su nombramiento resaltó su “excelente profesionalidad y su alta cualificación”. Estando doña Pilar al frente de la Comisión saltó a la luz el escándalo de Gescartera, estafa en la que intervino de forma directa, permitiendo su legalización sin cumplir los requisitos y purgando a inspectores que hacían su trabajo, que no era otro que evitar el timo que habían detectado desde aquel chiringuito financiero. Tuvo que dimitir cuando en la agenda de la presidenta de Gescartera, Pilar Giménez Reyna, hermana de un secretario de Estado también implicado, encontraron anotaciones en las que podía leerse cómo su amiga Pilar Valiente, la que debía controlarla, la tenía al día de las investigaciones. Ayudaba en el fraude a los que tenía que inspeccionar. Se robó a espuertas. Como suele suceder, encontraron a nombre de la presidenta de la CNMV un patrimonio muy difícil de justificar con sus ingresos. No pasa nada: había comprado todo a precio de ganga porque era muy lista. A otra cosa.

A pesar de todo esto, Montoro la vuelve a ascender en la nueva etapa. Así son, no se cortan. La pone de número dos de la ONIF, la oficina antifraude, y lleva, entre otros, los casos Gürtel y el de Urdangarin. ¿Se entiende por qué fallan los controles?

Ahora crean el falso debate de Rajoy como impedimento para una España saneada: eso, creo yo, es populismo y toreo del personal. Rajoy se va, la pirámide se queda. Esta es la España que el señor Rivera quiere recuperar porque dice que tiene muchos votos, para que forme Gobierno junto a Sánchez. La mayoría de los casos de gran corrupción que conocemos han salido a la luz por la denuncia de personas que se encontraban en el ojo del huracán corruptor y se han arrepentido, o bien se han negado a colaborar y se han ido de la lengua. Pocos casos han sido el resultado de investigaciones de los órganos encargados de ello. La vida de los denunciantes, así como de los que declaran en contra de los presuntos corruptos en sede judicial, se ve truncada. Unos pierden los trabajos y otros son expulsados del partido correspondiente de manera fulminante, y en muchos casos perseguidos y amenazados en lugar de condecorados por ponerse del lado de la Justicia y la honradez.

El populismo, es decir, el nacimiento de fuerzas alternativas que ampliaran el espectro de elección de los ciudadanos, era necesario. Esto que cuento se sabía, se publicó y no ocurrió nada, nunca pasa nada. El Congreso funciona como una marcha de boyscouts silbando mientras pasean por las praderas.

La irrupción del populismo ha puesto al descubierto foros para salvar a España en los que cohabitan grandes prohombres del centro izquierda con miembros de la extrema derecha, a los que gusta llamarse de centro, que hacen imposible, porque así se lo ordenan sus jefes, los que les emplean en los consejos de administración, la regeneración de este país.

A algunos se les ha caído la venda de los ojos al ver el descaro de ese contubernio de personajes que echan pestes en público, en los medios de comunicación y tertulias políticas, de aquellos supuestos rivales con los que luego se reúnen, quedan a comer, pasan el rato y consiguen desde la sombra la perpetuación de este estado de corrupción. Lo llaman lobbismo, les llaman lobbistas. Aunque parezca de risa, es legal cobrar un pastón por influir en las decisiones de los que nos representan. La RAE, siempre alerta ante la inclusión en nuestro idioma de anglicismos, debería entrar a saco y decir que no, que tenemos una palabra para esto del lobbismo: soborno. Y para los lobbistas, exdiputados, diputados, exministros y expresidentes: corruptores.

Josep Fontana lo define como privatización del Estado.

Las grandes decisiones se toman en corporaciones comerciales y se ratifican en el Congreso. En esas estamos.

¿Cómo es posible que las principales empresas corruptoras que se han lucrado con dinero público desde la ilegalidad sigan siendo las más beneficiadas con las adjudicaciones?

Asistimos a la era de la corrupción del lenguaje. Llaman populismo al clamor popular. De paso cuelan a los nazis en el populismo. El fascismo viene al galope cabalgando desde distintos puntos de Europa, pero la Unión de los Demócratas tiene un problema más importante que resolver y es frenar el crecimiento de un movimiento popular, de un populismo que se empeña en "no renunciar a la demagogia”, en plantear utopías irrealizables, incompatibles con los deseos de los amos. Esos amos que afirman que Ada Colau “en una sociedad seria y sana debería estar limpiando suelos”. Así son, y con ellos se quiere pactar. Lo contrario es populismo y falta de sentido de Estado.

Bueno, este fin de semana he estado en el congreso de periodismo digital de Huesca y se me ha olvidado decir que, como la piedra que cae al vacío, avanzamos con una aceleración constante hacia el Pensamiento Único de la mano de los defensores de la “libertad de expresión” y de los “presos de conciencia”. Esos defensores de la libertad son los mismos que aplauden el encarcelamiento de los titiriteros y niegan la existencia de presos políticos aquí, ante la impasividad de los ciudadanos que se dejan arrebatar el derecho a la información en esta sociedad de concentración de medios.

“En el mal sentido, PP y PSOE han sido infinitamente más populistas que Podemos”

“En el mal sentido, PP y PSOE han sido infinitamente más populistas que Podemos”

Esto no son opiniones, son obras maestras de la literatura y el pensamiento que deben convertirse en dogmas de fe para guiar el camino de los incautos por la senda antisistema que conduce hacia el populismo redentor, sectario y nacido del odio.

Cuando Tierno Galván dijo: "en la política se está en contacto con la mugre y hay que lavarse para no oler mal”, todavía no habíamos llegado a esto.

Se ha librado de ver en lo que hemos caído.

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