Buzón de Voz

Rajoy se da un ‘sorpasso’

Escribámoslo pronto y claro: la estrategia de Mariano Rajoy y de toda una batería de influyentes representantes del poder económico y mediático desde el pasado diciembre ha triunfado seis meses después. El PP ha ganado las elecciones recuperando votos y escaños; el sorpasso de Unidos Podemos al PSOE, tan unánimemente proclamado por las encuestas, no se ha producido; la alianza entre Podemos e Izquierda Unida ha restado y el bipartidismo suma cinco puntos más que en diciembre, pese a que el PSOE sigue cayendo. Se comprende esa euforia casi etílica de Mariano Rajoy en el balcón de la calle Génova. Al final, el sorpasso se lo ha dado el PP a sí mismo.

1.- Los resultados

Las expectativas sembradas por los sondeos (y por cada uno de los grandes partidos) dibujaron un escenario que las urnas han desmentido. Los resultados son los que son.

   - Mariano Rajoy habría considerado ya un éxito llegar al 30% de los votos y simplemente subir el número de escaños que el PP obtuvo en diciembre, cuando perdió un tercio de los apoyos de 2011 y cayó de los 186 a los 123 diputados, el peor resultado de su historia. Ni los nuevos estallidos de corrupción, ni la pasividad total del presidente durante los seis meses transcurridos desde el 20-D, ni tampoco el escándalo de su ministro Fernández Díaz conspirando desde su despacho contra adversarios políticos han desgastado al PP. Podría incluso concluirse lo contrario: ha funcionado la estrategia del llamamiento al voto útil contra Ciudadanos y la del miedo contra Podemos, y para el electorado conservador esos argumentos parecen importar más que el cenagal de la corrupción o la guerra sucia desde el ministerio del Interior. Si el Brexit ha supuesto un empujón final significativo a favor del PP lo dirán los estudios postelectorales.

   - Pedro Sánchez venía de cosechar en diciembre el peor resultado de la historia del PSOE. Lo ha empeorado este domingo, tanto en votos como en escaños. Pero estaba tan anunciado el sorpasso de Unidos Podemos que el hecho de mantenerse como segunda fuerza podría considerarse un éxito. Quizás fugaz, porque la imposibilidad de optar a la investidura dificultará su liderazgo interno, pendiente de la celebración de un congreso dilatado desde febrero. Sin embargo, el mal resultado también en Andalucía, donde el PP supera también al PSOE, le blinda en cierto modo frente al temido salto de Susana Díaz. En cualquier caso, su apuesta por ir de la mano de Ciudadanos y enfrentado radicalmente a Podemos no ha funcionado.

   - Pablo Iglesias podría haber colocado como baremo de éxito superar en porcentaje de voto o en escaños la suma conseguida por separado por Podemos e Izquierda Unida en diciembre. Ni siquiera ese objetivo se ha cumplido. Al contrario, la alianza ha restado, porque Unidos Podemos logra los mismos escaños que en diciembre gracias a que las confluencias resisten y repiten resultado (salvo en Galicia donde restan uno). Pero además Unidos Podemos se subió a la ola demoscópica que la situaba por delante del PSOE, y trabó una campaña polarizada en la que discutía “de tú a tú” con el PP como si fuera la única alternativa en la presidencia del Gobierno. No lograr el sorpasso ha convertido el resultado en fracaso, y no ampliar su representación con la suma de IU deja abierto el debate sobre la idoneidad de la alianza. A efectos prácticos, pretendía arañar al menos una decena de escaños en circunscripciones donde la diferencia de votos era mínima. No ha sido así, y la abstención también ha jugado a la contra.

   - Albert Rivera ha sufrido este 26-J la derrota más contundente. Le bastaba mantener sus resultados del 20-D para conservar su valor útil como bisagra. Ha caído en votos y en escaños, y sólo se explica esa caída como fuga de apoyos hacia el PP y hacia la abstención. En cualquier caso, su estrategia durante los últimos seis meses, su acuerdo con el PSOE y su agresiva campaña tanto contra Podemos como contra Rajoy han fracasado. Sin embargo, el PP necesita a Rivera para formar gobierno, y ese poder permitirá a C's compensar la pérdida de votos con la capacidad de influencia.

2.- La gobernabilidad

Si el 20-D dibujó un puzle parlamentario casi imposible de administrar, el del 26-J lo simplifica a favor del bloque de la derecha. La suma de PP (137) y Ciudadanos (32) se queda a siete escaños de la mayoría absoluta (176). Necesitará más apoyos, y sólo es imaginable en principio una negociación con el PNV y con Coalición Canaria que sumaría 175 escaños. Le faltaría uno.

La victoria de Rajoy le anima con toda probabilidad a intentar en primer lugar la fórmula que viene proponiendo machaconamente desde diciembre, es decir buscar que el PSOE facilite un gobierno acordado entre PP y Ciudadanos. En ese intento Rajoy no está solo, ni mucho menos. Sabe que esa es la apuesta de los poderes empresariales, financieros y mediáticos, que sin duda han respirado aliviados con la recuperación del PP y, sobre todo, con la resistencia del bipartidismo. El apoyo a PP y PSOE, que en diciembre sumó un inédito 50,7% del voto, ha recuperado cinco puntos este domingo.

Se mantiene una incógnita. Rivera dijo una y otra vez en campaña que “nunca” apoyaría una investidura de Rajoy. Incluso dio nombres de otros dirigentes del PP alternativos al del presidente en funciones, en quien personaliza Rivera la responsabilidad política de la corrupción. Habrá que ver si el líder de C's mantiene esa promesa ante un eufórico Rajoy cuyo liderazgo nadie discute en el PP y menos aún tras el resultado del 26-J.

3.- Una conclusión (preocupante)

Aunque los acuerdos para la formación de gobierno sigan siendo complejos, el resultado del 26-J no ofrece duda: en España la fidelidad del electorado conservador resiste pruebas que cualquier democracia vecina difícilmente soportaría. La victoria y recuperación de apoyos del PP a pesar de todo lo ocurrido en estos años y meses demuestra que los niveles de exigencia frente a la corrupción y frente al engaño político siguen estando a años luz de cualquier otra referencia en occidente. 

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Pero alguien gana porque otros pierden. Unidos Podemos deberá analizar a fondo las causas y consecuencias de la frustración generada, y sobre todo la evidencia de que su alianza con Izquierda Unida no ha funcionado como suma, ni tampoco su estrategia para ocupar el espacio del PSOE. Y en las filas encabezadas por Pedro Sánchez urge abordar de una vez por todas la revisión de una oferta socialdemócrata ahora mismo incapaz de ilusionar a generaciones jóvenes, tan formadas como decepcionadas. En el aire queda otro interrogante: ¿cuánto ha podido contribuir al engorde de la derecha la crispación evidente entre PSOE y Podemos? 

Que fallen estrepitosamente los sondeos demoscópicos sobre un asunto concreto (el famoso sorpasso) no significa que las tendencias sociológicas de fondo no se mantengan. En este país (como en otros) hay una fractura generacional, y el mayor riesgo de este resultado electoral es precisamente que quienes logren administrar el poder (cada cual en su ámbito) cierren los ojos a una realidad que la política tiene la obligación de interpretar con luces largas y no con el cortoplacismo de costumbre.

De momento, el hecho de que al balcón de Génova se haya asomado junto a Rajoy su ministro Jorge Fernández Díaz ya es significativo. No hay pudor. Y menos en las victorias. 

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