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Una de espías

Jose Felix Sánchez-Satrústegui Fernandez

Advertía el escritor portugués Eça de Queiroz que “la curiosidad es un impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime: lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América”. En su polisemia, la curiosidad varía entre la inclinación a enterarse de asuntos ajenos (persiguiendo, quizá, el dudoso placer del cotilleo) o a aprender lo que se desconoce. Colón, además de la búsqueda de esto último, podría pretender alcanzar riqueza y gloria, pero no ejercer de correveidile en la Corte al volver de las Indias.

El espionaje también se basa en el disimulo y el secretismo para observar qué sucede; aunque el objetivo va mucho más allá del simple chisme, se trata de obtener información fraudulenta y comunicarlo a quien tiene interés en saberlo.

Pegaso, el caballo alado de Zeus, aburrido de la ociosidad mitológica en la que habitaba, ha devenido en “la vieja’l visillo” en versión cruel. Transformado en el programa espía Pegasus ha sido vendido “a diestra y siniestros” y adquirido con diversos objetivos, casi todos perversos.

Al Centro Nacional de Inteligencia distraída (resumido en CNI), le arrebataron la última palabra y lo acabaron en la penúltima, que derrocha optimismo. El organismo que no encontraba las urnas del referéndum catalán del 1-O ni espiando a los independentistas y no se enteró del robo de datos al Presidente Sánchez, no transmite tranquilidad ni confianza. Si, además, hay cloacas patrioteras de por medio o agentes externos marroquíes la situación asusta aún más.

Queda claro que en la colisión entre sí de derechos fundamentales los tontos pedestres estamos totalmente desprotegidos frente a las actuaciones de la inteligencia, porque no se conocen sus límites ni se controlan sus actuaciones de forma eficaz. Si hay espionaje ilegal, aplíquese la ley; si lo que se ha hecho es legal, cámbiese la ley. Una duda, otra: ¿Quién vigila al vigilante?

Alguien deberá asumir responsabilidades políticas en su momento, si las hubiera. Después, habrá que airear el alcantarillado hediondo. Mientras tanto, se hace más necesario que nunca gobernar con medidas progresistas como la Reforma laboral y aquellas que intentan aliviar las consecuencias de la crisis pandémico-bélica apoyándose en la izquierda parlamentaria (mi aplauso a Yolanda Díaz por su coherencia y a EH Bildu por su sentido social). La derecha-extrema derecha está al acecho.

Uno no es nadie si no ha sido vigilado por Pegasus o bichos similares. Aunque en principio me vine arriba imaginándome tan importante como para ser espiado, en seguida comencé a agobiarme. Para conciliar el sueño, quise fantasear con Mata Hari (no se me ocurrió mejor solución en un ambiente tan propicio) por ver si lo onírico me hacía olvidar la realidad. Y lo hizo, soñé con Mortadelo y Filemón.

Jose Felix Sánchez-Satrústegui Fernandez es socio de infoLibre

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