Los renglones torcidos del Supremo

La noticia del año que dejamos bien podría haber sido la condena al fiscal general del Estado. Por razones muy distintas a las que agita la derecha y el triunfalismo guerracivilista de Isabel Díaz Ayuso, el incidente de nulidad recién presentado por la fiscalía es un perfecto recopilatorio de las sombras del fallo condenatorio. La victoria de Miguel Ángel Rodríguez, la satisfacción de los conservadores de la Sala Segunda, contiene un daño irreparable en la apariencia de imparcialidad del Supremo. Esos cinco votos conservadores contra dos progresistas simbolizan un pulso donde gana la fuerza y no la razón —ni las razones—; el empecinamiento con nervio político y no el de la Justicia. 

El Supremo no tiene conciencia del destrozo y la autolesión que se han provocado condenando al fiscal general. No por la condena, sino por la falta de hechos y argumentos. Por reaccionar al momento político, coyuntural y pasajero, contra el Gobierno, movidos por un rechazo visceral a Pedro Sánchez –herida abierta mediante del procés y la amnistía– la caída del fiscal general será en breve un hecho aislado, consumido por el tempus fugit de la actualidad y formará parte de la traca final del ciclo Sánchez. La pieza del puzzle del que pudo mover y movió. Lo que permanecerá de la condena será ese forcejeo con los hechos, retorcer la realidad, “desdoblar la acusación” en palabras de la ‘número dos’ del ministerio público, condenar sin cuerpo del delito que localizara al filtrador.

Se puede cargar a Miguel Ángel Rodríguez la responsabilidad de romper la institución en dos. Su actuación fue “sesgada y falaz”, dice la número dos de la Fiscalía. Sin embargo, la Sala Segunda ha puesto de su parte. No hay que enredarse en el lawfare o prevaricación. Numerosos fiscales ven ahora al Supremo como un eslabón necesario para una operación política. Ven a un Alto Tribunal marcado por la pulsión aznarista del ahora toca hacer. Un Supremo que se deja arrastrar —porque ha querido— en la defensa de la pareja de Ayuso por tumbar al fiscal General. El fiscal será historia pronto, la sentencia quedará. El daño es irreparable. Y la desconfianza de una gran parte de la Fiscalía con el Supremo de una gravedad sin precedentes. 

Se desdobló la imputación para justificar una condena. Se construyó una realidad paralela (…) Los renglones torcidos de la Justicia se han escrito en demasiadas ocasiones en la Sala Segunda del Supremo

En el incidente de nulidad recién presentado por la ‘número dos’, María Ángeles Sánchez Conde, asegura que “el análisis probatorio de la sentencia no puede ser compartido”. García Ortiz ha caído y la número dos podría ponerse de perfil y cuidar futuros ascensos. Por el contrario, como el primer ponente que calificó de “ficción” los argumentos para sentar en el banquillo a García Ortiz, también como las dos juezas progresistas del fallo, ve un estrangulamiento de los hechos para ajustarlos a una condena. Y una vulneración de derechos de libro. Se prescindió del testimonio de “muchos periodistas” que accedieron al correo antes que García Ortíz. Porque “cuando el correo llegó al fiscal general ya había sido divulgado y ello está acreditado aunque la sentencia lo omite”. Se ignoró esa prueba para justificar después un condicional basado en la especulación frente a los hechos. Descartaron la realidad, priorizaron lo contrario. 

Y se redactó la condena “de un modo deliberadamente ambiguo” para concluir que García Ortiz “ya directamente o a través de un tercero” habría filtrado un correo. Esto había ocurrido antes. El juez Manuel Marchena, en una vulneración de la separación de poderes poco criticada en su día, instó a la Mesa del Congreso a dar cumplimiento a la condena contra el diputado morado Alberto Rodríguez. La condena era también deliberadamente ambigua para que el Constitucional cargara contra la presidenta Meritxell Batet por quitarle el escaño, el fin último de Marchena en todo el procedimiento y que no pudo escribir porque no había fuste legal. Insinuar para condenar, la nueva-vieja praxis.  

Y luego está la trampa, según este último escrito. Sacar la nota de prensa de la instrucción para meterla de rondón en el juicio sin que García Ortiz pudiera demostrar que, como mantenía el Supremo, no había revelación si ya estaba difundido por radio, prensa y televisión. Se desdobló la imputación para justificar una condena. Se construyó una realidad paralela. Para qué controlar la Sala Segunda con Manuel Marchena al frente —como decía el senador del PP Ignacio Cosidó— si se dirige sola en esa dirección. Los renglones torcidos de la Justicia se han escrito en demasiadas ocasiones en la Sala Segunda del Supremo. 

Más sobre este tema
stats