De los nervios

José María Barrionuevo Gil

Nadie nos podrá decir nunca que no estábamos avisados, que nos habíamos conducido con tan pocos conocimientos, que nuestro compromiso moral estuviera tan ausente. Todo deja de estar patente cuando al ropaje informativo se le zurcen tantos dobladillos que llegan hasta dejarnos casi en cueros, y todo deja de ser verdad; cuando los medios de comunicación manipulan de tal manera que nos es imposible bañarnos y guardar la ropa, cuando con otros poderes no se atreven a rozarle la vestimenta ni ellos son capaces de quitarse de encima la dura coraza de la dependencia de unos poderes que los atenazan hasta por salva sea la parte.

De los nervios se ponen y elevan sus voces, no al cielo, porque lo saben ausente, sino a un territorio que quieren convertir en tierra quemada, echándole la culpa a los otros, que, aunque solo sea por educación, no se dedican a soflamas, sino solo a quitarse de encima tantos sambenitos que se han precipitado desde el prometedor cielo de la gente de bien sobre aquellos que intentan y se conforman con seguir de pie y avanzar por los caminos poco trillados de los beneficios para los más débiles, aunque, sin discriminación, puedan ser recorridos por todos, por los hipercríticos también, sin romper España por culpa de cumplir la Constitución, de hacerla válida para todos y útil hasta para los que van con las de Caín como Aznarito y Felipón, que solo quieren volver al añorado bipartidismo, porque ETA es una lacra solo para los progresistas y no para los que acercaron tantos presos etarras y hasta los excarcelaron cuando ETA no consentía en dejar la lucha armada. Para muestra un botón, que a más de uno puede dejar con su fina piel al aire. Sabemos que los españoles pensamos bien, pero tarde, y eso le pasó al presidente de la iglesia aznariana cuando acercó presos y concedió excarcelaciones tras el sacrificio de Miguel Ángel, pudiendo haberlo hecho antes. Y procuraron que el espíritu de Ermua cayera como una losa que tapaba más de una vergüenza. Igual dicen que pasó con el sacrificio de José Antonio en Alicante, del que sí se benefició su hermana.

Los avances en derechos, a duras penas conseguidos, quedan orillados por el ruido que montan los que dicen defender a España

Levantar el bulo de la existencia de ETA a estas alturas da vértigo y nos marea por un interés electoralista, tras la pérdida de su cortijero Paraíso, abusando de la desinformación que del tema tiene el personal, puede que sea una joya de la familia derecha, aunque no sea recta ni correcta. Si de mentiras hablamos, ya lo lleva en su apellido, al autodenominarse popular un partido que, para colmo, hace juego con la denominación tan divina de las ondas populares, que no se caracterizan, precisamente, por servirnos demasiadas verdades y, mucho menos, sagradamente eternas, sino que, además, ofenden sin ruborizarse, mienten sin hacer caso a su decálogo sagrado y llenan de improperios el aire, como si de una triste y penosa semana santa se tratara.

De los nervios quieren poner a todo este país para que atolondrada y ciegamente vote en contra de su parsimoniosa rehabilitación y de su recuperación en derechos fundamentales, consagrados, eso sí, en su Constitución. El “todo atado y bien atado” funciona como una espada de Damocles sobre este pueblo, que se ha entregado inconscientemente a la “indefensión aprendida” tan paralizante que parece que le da vergüenza acercarse a votar, no vaya a ser que lo tachen de demócrata.

De los nervios están, ahora como siempre, exigiendo que se condene el terrorismo ajeno, pero no la aterradora y terrorista dictadura, porque contaba y parece seguir contando con la gracia de Dios, que solo ampara a la gente de bien y que, a la hora de la supuesta verdad inmarcesible, se autocorona como ya lo hizo Napoleón.

De los nervios quieren que estemos para que nadie dé pie con bola y por aquello de que cada uno vaya a su bola, los pies de la mayoría de españoles, que no hace tanto tiempo había que fusilar, sigan confundidos y sin ganas de acercarse a las urnas por el prejuicio, tan duradero como nefasto, de que todos los políticos son iguales. Los avances en derechos, a duras penas conseguidos, quedan orillados por el ruido que montan los que dicen defender a España, cuando lo único que hacen es romper y nublar las miradas de esa mayoría que se pierde la oportunidad de poder mirar y ver con claridad que esta España y no otra puede ser más justa.

Y esa ignorancia de la ley electoral, tan cicatera como conservadora y cobarde, que motiva tantas abstenciones o votos totalmente equivocados, nos puede provocar una invalidez casi permanente que nos pueda hacer perder otros casi cincuenta años.

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José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre.

José María Barrionuevo Gil

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