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Librepensadores

Los taxistas abren el melón... pero tarde

César Moya Villasante

No aplaudo a los taxistas en su modo de protestar, pero sí pienso que han abierto el melón de algo vital. Alguien debería darse cuenta de que la economía del mercado libre dentro de un mundo globalizado, o sea, el sistema liberal aplaudido por muchos, quizá demasiados, habría sido necesario debatirlo para hacerla de forma que no se produjera la explosión actual en contra de la gente nueva que llega a romper muchos defectos de nuestra economía, como el citado monopolio de taxistas. Porque es indudable que el nuevo mundo liberal nos ha traído competencias contra las que no se puede hacer nada. Si un asiático o africano viene a hacer lo mismo que hace un español, por la mitad de dinero, ese es un problema enorme. Porque el empresario va a preferirlo. Algo que la política (ahora inexistente, dado que se ha convertido en el trabajo de mucha gente que no hace su tarea verdadera, que es la de mejorar a la sociedad que represente) debería haber enfocado cuando se creó el liberalismo, que antes, junto con el comunismo, se creaba cierto equilibrio dentro de una guerra fría. Ahora todos luchan por la nueva creencia “espiritual” del ser humano: el poder económico total. O sea, disponer de un grupo, o el llamado lobby -o como se quiera llamar- que sea un nuevo dios capaz de iluminarnos con el reflejo de las monedas que la mayoría no podremos ni vislumbrar. Y para ello, lo barato es competitivo con quien viene de fuera a hacer lo mismo, pero a menor coste. Aunque a veces la calidad baje a términos hasta peligrosos. Pero es el sistema que nos ha sido impuesto desde montañas lejanas y nadie se opuso a él. Ese es el problema casi imposible. Nadie vio a lo que podíamos llegar y todos aceptamos el nuevo modo de vida, pero el problema de los taxistas, que no es nuevo ni muchísimo menos, refleja las contradicciones y problemas en los países desarrollados.

Porque el problema es que ahora, ese poder omnímodo se mueve en un mundo de desigualdades gigantescas en donde yendo en aumento se provoca que exista un parte de la humanidad demasiado grande que estará abandonada a su suerte, que será una mayoría pues ahí quedaran descolgados grupos improductivos, léase jubilados, discapacitados, desfavorecidos o mendigos. O aquellos que no hayan podido crearse un futuro productivo, para otros, por una pobre economía, por un trabajo equivocado o por circunstancias mil, hasta familiares, que le han hecho “inservible” para el mundo actual. Un mundo en que el productivo se va salvando mientras elabora alguna cosa rentable para el poder o para sí mismo, si consigue aislarse de ese grupo lobby que le está mirando y, a ser posible, minando.

Y todo esto ha llegado en los años 90, cuando el liberalismo se quedó solo y pensó que cada uno debería buscarse la vida como pudiera en ese modo de entender la libertad. Que, en principio, podría ser sensato pero que a través de los años vemos que esa libertad solo se crea por el poder monetario. O sea, el que tiene la pasta progresara y el que no, al cubo de lo inservible. Así se fue creando en el mundo de los mercaderes, único existente, que ya Jesús lo criticó, una competencia salvaje entre empresas o negocios de modo que vemos hoy en cualquier ciudad del mundo de nuestro entorno, empresas que caen por su pequeñez o mala gestión, y otras que fluyen cada vez mayores multiplicando sus beneficios de forma exponencial.  Pero es que el problema es sobre todo en Europa, donde vivíamos una situacion avanzada con sueldos sensatos, en logros sociales, que no tenían aquellos que venían a ocupar espacios de vida más o menos lógica. Porque llegaban de mundos donde aquello no era posible aún, incluso con gente muriendo de hambre. Y no lo paró nadie porque los políticos fueron palideciendo al no poder tomar medidas en contra de esa competencia selvática totalmente imposible. O sea, la política desapareció en años pasados en Europa y llegó el momento Trump. Este señor, por llamarle de alguna manera, llegó porque era muy interesante que llegara exclusivamente para el poder económico. Reunía todas las características aprovechables. Era una persona sin ningún principio, con grandes empresas propias, era un ser despreciable en su vida personal y capaz de herir a cualquiera sin importarle quien fuera. Ese personaje se unió a Putin, que era similar en sus características humanas, para atacar a una Europa constituida en muchos años de posguerra con ciertos valores culturales que se deberían mantener. Pero eso es dificilísimo cuando se hace en un continente con una población menor, cuando se lucha con salarios altos ofreciendo casi lo mismo, por la mitad y cuando, en una palabra, nadie ha hecho nada, no para evitarlo, porque es imposible, pero si para hacerlo en escalas, en sistemas adaptados poco a poco creando vidas paralelas sin destruir a ninguna de ellas. Podría haber sido posible, pero se hizo como le interesó a ese gran poder porque sabían que así se destruía más rápidamente esos valores de ética, dignidad o esfuerzo que no les interesan a ellos porque eso crea seres humanos que piensan y a los dictadores, ya sean políticos o como ahora, económicos, no les interesa gente formada. Solo obreros a sus órdenes. Y solo mientras produzcan.

La tecnología ha ayudado a ese proceso, porque ella puede representar lo mejor pero también lo peor si se utiliza mal. Así se utiliza para crear niños muñeco sin más idea que la Play Station o el móvil con mil juegos para evitar que piensen y, poco a poco, se va creando una sociedad sin ningún liderazgo. Vemos ya a muchos adolescentes que ni hablan con nadie porque sus ojos están fijos en una pantalla. Y quizá sea mejor en juegos que en pornografía que puede que sea causa de ese machismo en aumento en juventud creyendo que lo que ven allí es igualable sin darse cuenta de que es todo mentira. Pero a los liberales jefes les viene muy bien la tontería impresa en muchos cerebros.

Por eso sería totalmente abrir un campo de debate mundial o al menos, en los países desarrollados europeos, para pensar cómo continuar con ese desastre anunciado de vivir en un mundo de cierta comodidad y haciendo posible que aquellos que aun ni pueden comer y que nos están invadiendo se van incorporando a ese tipo de vida, pero sin dañar, como actualmente ocurre, la calidad de las cosas que va desapareciendo o a trabajadores simples que ven que otros que llegan lo hacen por la mitad o quizá menos aun. Es muy difícil, lo sé y lo que trato es de plantearlo como debate al mayor nivel, porque ellos son los que lo deberían haber iniciado ya hace muchos años y no lo hicieron porque entonces se produjo el fin de la política. Que es lo único que hubiera servido para negociar un desarrollo del problema no en tromba, sino con medidas que cuidaran a aquellos que tenían ciertos niveles de vida mejor. En pocas palabras, que la convivencia entre dos extremos no fuera tan radical y que ese equilibrio se hiciera a través del tiempo de adaptación necesario. Alguien dirá que eso está pasando ahora, pero es tan radical que ocurre el problema de los taxistas o el de cualquier gremio que tenga ciertas ventajas sociales que se destruyen en un momento. Ahora es más complicado porque ya está en marcha la debacle lenta pero inexorable. Quizá para satisfacción de esos Trump y Putin que ven los problemas de Europa sujetándose los dientes por si se les caen de la risa.

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Qué solución habría. Es triste pensarlo, pero quizá la única es la inteligencia artificial (IA) creando unos algoritmos que basados en el BigData hagan un promedio de decisiones que puedan hacer más flexible la actuación de aquellos que nos quieran aplastar con ese liberalismo. El otro problema es que los algoritmos los crean ellos y ahí estaría el tema principal. La IAG se estudia ya en niveles altísimos, como en el MIT de Massachussets, o sea la que se pueda igualar al hombre. No como actualmente que se utiliza para determinadas mejoras puntuales de fotografía, sonido, imagen, decisiones empresariales determinadas, etc. Pero se tendría que conseguir a base de que esos algoritmos los debería implantar equipos de personas que consiguieran cierta neutralidad en los objetivos. No podemos hacer que el resutado nazca por tesis impuestas desde la política de derechas o izquierdas. O bien desde políticos tipo Trump o tipo Maduro. Los extremos anularían el efecto positivo de soluciones a los mil problemas que tenemos hoy en la sociedad. Todo lo que sea dejar a los actuales políticos es inútil pues existen demasiadas líneas rojas entre ellos. Se necesitan cerebros abiertos, capaces de entender al otro, ponerse en su lugar, obrar con ética, con valores de los que vivíamos antes. Valorando el esfuerzo, el tiempo, la capacidad mental del gremio correspondiente, clase de trabajo, oportunidades del problema, factor ecológico en el proceso, la salud de las personas intervinientes debido a los factores de migración, enseñanzas recibidas y formación en sus países respectivos. Y cualquier factor que pueda intervenir en sucesos a estudiar a fin de aplicar soluciones equilibradas en tiempo para hacer posible la adaptación de este pais con lo que viene de fuera. Y si a esas personas se une esa IA en la que se concentran todos los parámetros posibles podríamos adelantar algunas soluciones lógicas que ya, en este tiempo perdido, son muy difíciles.

Puede que mi razonamiento sea algo utópico, pero sigo pensando que algo habría que hacer. Los taxistas ahora están perdiendo un tiempo precioso cuando esa protesta hace años tendría lógica. Hoy llega muy tarde y mal, como todo en este país. Muchos hemos padecido esa competencia contra la que había que luchar y nada hicimos, es verdad, pero quizá no pensábamos lo que venía desde nuestra comodidad. Ahora parece que la gente se va enterando de las amenazas que rodean este nuevo mundo. ___________

César Moya Villasante es socio de infoLibre

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