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Macron encuentra en los pequeños y medianos empresarios su gran caladero de votos

El presidente francés y candidato a la reelección, Emmanuel Macron.

Ilyes Ramdani (Mediapart)

El electorado de Emmanuel Macron, intrínsecamente “heterogéneo”, como lo define el politólogo Pierre Bréchon, es una de las principales incógnitas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. “El electorado tiene, per se, un carácter puntual: se recompone de unas elecciones a otras”, subraya el investigador. Y esto es más cierto aún, cabría añadir, en el caso del presidente francés saliente, cuyo cursor político ha cambiado considerablemente desde 2017.

Elegido sobre las cenizas de la socialdemocracia francesa, aprovechando la deserción de François Hollande y las circunstancias políticas favorables, Emmanuel Macron ha cautivado, en los últimos cinco años, los políticos y el software de la derecha. ¿Pero qué pasa con su electorado? En 2019, las elecciones europeas dieron un primer indicio de su mutación, al quedar el partido Los Republicanos (LR) muy por detrás (8,48%) de La República en Marcha (LREM, 24,42%).

No obstante, la estrechez del electorado, marcada por una abstención del 50%, y la especificidad del escrutinio invitan a hacer algunas matizaciones. Los 7,2 millones de franceses que votaron a François Fillon en 2017 son hoy muy codiciados: por Éric Zemmour, que intenta seducir a la franja más conservadora; por Valérie Pécresse, que reivindica el liberalismo y la voluntad de reforma, y por Emmanuel Macron.

El jefe de Estado podría convencer a varios sectores del electorado histórico de la derecha, en primer lugar a los comerciantes, artesanos y dueños de pequeñas y medianas empresas (pymes). “Emmanuel Macron se beneficia de cierta huida de la derecha”, dice Pierre Bréchon. “Se trata de votantes que se caracterizan principalmente por su visión liberal de la economía. En 2017, eran principalmente ejecutivos, de entornos privilegiados”.

Un entorno agradecido por los miles de millones del Covid 

En 2022, el espectro socioprofesional de su electorado procedente de la derecha podría ampliarse. Bernard Roy está “convencido”. Alrededor del pequeño cine de Belley [este de Francia] que dirige, ve a “muchos dueños de restaurantes, pequeños empresarios que piensan igual [que él]”. Como él, es decir: “Hoy por hoy, voto a Macron, eso está claro. No soy alguien de izquierdas, está claro. Y cuando veo cómo está la derecha, me desmoralizo. En cuanto a la extrema derecha, ni la menciono. Así que sólo queda Macron. Creemos que si no le apoyamos, quizás será peor”.

A la hora de explicar la decisión, Bernard Roy cita espontáneamente, como muchos otros empresarios entrevistados por Mediapart (socio editorial de infoLibre), la crisis del covid y su gestión por parte del Estado. “Si no hubiese sido por Macron y sus ayudas, habríamos cerrado […]. Seguro, sin duda”, añade. Su sala de cine, que permaneció cerrada durante la mitad de los años 2020 y 2021, pudo beneficiarse, explica, del desempleo parcial, de las ayudas del Gobierno y de la rebaja de impuestos. “Sin eso, no habría sobrevivido”, insiste este hombre de 60 años. 

Christophe Blanchet, diputado de MoDem por Calvados [norte de Francia] afirma que “escucha este tipo de testimonios muy a menudo”. Él mismo es exdueño y representante sindical en los sectores de la hostelería, la restauración y el ocio nocturno, y afirma: “Del pequeño artesano hasta el industrial, pasando por el pequeño comerciante, tenemos gente que nos dice: ‘Si podemos hacer balance financiero en este momento, es porque el presidente ofreció soluciones reales para salvarnos”. La reforma del aprendizaje también ha permitido a muchas empresas contratar aprendices. Es una constatación pragmática por parte de empresarios”.

Bernard de Maistre, que dirige una empresa de transporte por carretera en la región de Indra [centro de Francia], recuerda el cierre de las fronteras y su “frágil” tesorería, rescatada por un préstamo con garantía del Estado (PGE). “Si no hubiera sido por la acción del Estado, habría echado el cierre”, explica.

Philippe Simonet, teniente de alcalde (Los Republicanos) de Châteauroux (Indra), cuenta lo que le ha permitido constatar su actividad profesional como contable. “La impresión que me transmiten los empresarios, sea cual sea su perfil, es la visión unánime muy positiva de la acción del Gobierno durante la crisis”, asegura este hombre que mantiene que también votará a Emmanuel Macron. “Hubo una reactividad extrema, todo se hizo en tres días, se pagaron las ayudas... Los préstamos fueron fabulosos. Todos los empresarios dijeron: ‘¡Bravo!’”.

Este es el rédito electoral de las decisiones económicas tomadas por el Gobierno, especialmente en los dos últimos años. Al asumir -y prolongar recientemente- unas políticas de protección masiva de las empresas, sin ninguna contrapartida, el Estado se ha impuesto como muleta de una economía en las últimas. “Cueste lo que cueste”, asumió Emmanuel Macron en la primavera de 2020: ha costado al menos 240 millones de euros, según estimaciones del Ministerio de Economía de finales de agosto. Un “socialismo de la oferta muy problemático para el futuro de los asalariados y del Estado social”, analizaba entonces el periodista de Mediapart Romaric Godin. 

Más allá de las orientaciones vinculadas a la crisis del covid, las políticas económicas llevadas a cabo desde 2017 por Emmanuel Macron han sido capaz de seducir a la Francia de los comercios, los restaurantes y las pymes en general. “No le voté en 2017, pero hoy creo que ha hecho su trabajo”, dice Denis Belloy, constructor en Bourges [centro de Francia]. “Bajó los impuestos, suprimió el impuesto a las grandes fortunas, lo que fue valiente en un país de celosos, donde no se fomenta el éxito”. Didier Brunelin añade: “Aplicó el impuesto único, permitió que la gente que ganaba dinero no fuera desplumada. Hoy es creíble en nuestro entorno”.

La contrapartida de la renta solidaria seduce a los pequeños empresarios

Philippe Simonet, teniente de alcalde en Castelroussin, también cree que las políticas de Emmanuel Macron tienen motivos para satisfacer a los pequeños empresarios. “Lo que el empresario pide es simplemente tener un entorno económico que le permita sacar adelante su empresa”, juzga. “Un sistema fiscal que no sea demasiado gravoso, un gasto social que le sea favorable, un contexto económico que garantice una demanda suficientemente sostenida... En este punto, Macron ha apoyado mucho a las empresas”.

Y probablemente seguirá siéndolo, en caso de resultar reelegido. En la presentación de su programa, el 17 de marzo, permitía deducir la continuación de una lógica que privilegia el capital. “La propuesta sobre la renta solidaria (RSA) le permitirá marcarse puntos. Tal y como pasó con la reforma del seguro de desempleo”, opina Philippe Simonet. Al proponer condicionar el pago de la RSA a la realización de una actividad de 15 a 20 horas semanales, el presidente-candidato envía una señal positiva a la Francia de los empresarios.

Así lo sugiere Didier Brunelin, un empresario que votará a Macron “porque es el único candidato razonable”: “Dar subvenciones a gente que no quiere trabajar no me gusta”, dice, para referirse a las ayudas sociales. “Si la gente no tiene nada que ganar, no se esfuerza”, afirma el hombre que ha votado por Macron en todas las elecciones, salvo en 2012. “Hay que premiar el esfuerzo y la meritocracia”, continúa.

Bernard de Maistre coincide. "Hay personas que reciben la RSA porque están enfermas o solas con su hijo, en ese caso está bien. Pero hay quien gana el salario mínimo y hombres, que vemos en la ciudad, que no trabajan, mientras las empresas buscan personal”, piensa. “Tenemos que animar a la gente a ir a trabajar. Cuando estaba en el paro, si me hubieran pedido que llevara la compra a una persona mayor, lo habría encontrado normal”.

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El diputado Christophe Blanchet reconoce que el temor a la “falta de mano de obra” es real e incluso está justificado. Sin embargo, dice estar “atento al asunto”. “Alguien que cobra la RSA, debemos dejar de creer que vive correctamente”, advierte el diputado normando. “El fraude de las ayudas sociales existe, pero no representa mucho en el presupuesto nacional. Me niego a estigmatizar a personas que lo están pasando mal. El mensaje esencial es acompañarlos. Cuando hayamos creado las condiciones para que así sea, quizá podamos juzgarlas”.

Traducción: Mariola Moreno

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