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Una asignatura pendiente de las políticas activas de empleo: la orientación profesional

Alumnos de Bachillerato en un aula.

Estella Acosta Pérez

Desde hace tiempo la orientación profesional ha sido uno de los núcleos de las preocupaciones, que se ha visto con claridad en artículos, informes y en jornadas en las que he participado. Es mi especialidad académica de Ciencias de la Educación y mi profesión durante una extensa dedicación de mi vida laboral. Nunca inicio ni desarrollo estos temas personales en mis escritos, pero en esta ocasión es una especie de reivindicación. Porque en demasiadas ocasiones, como ocurre con muchos temas en educación, demasiadas personas opinan o sentencian sobre orientación profesional, sin el menor conocimiento o sin experiencia al respecto.

Por otro lado, el caos existente en los servicios públicos que tienen algo que ver en este terreno, no contribuye ni a aclarar ni a sistematizar de qué se trata cuando hablamos de orientación profesional. Por ende la ciudadanía tiene una visión cristalizada en dos ámbitos más o menos cercanos: los institutos de secundaria o las oficinas de empleo. Además, en la formación profesional existe un módulo formativo (asignatura) que se denomina Formación y Orientación Laboral, impartida por docentes de diversos orígenes académicos, desde derecho hasta economía pasando por sociología y otros. Como su nombre lo indica, sus contenidos guardan una mayor relación con el mundo laboral, sus normativas, los recursos humanos, las relaciones laborales, las habilidades para la búsqueda de empleo, etc.

En el caso de las instituciones de enseñanza secundaria y bachillerato, si existe milagrosamente la posible dedicación al futuro de los estudiantes, (ya que lo normal es la saturación sobre problemas de aprendizaje o de conducta) la llamada orientación se circunscribe a la información sobre las opciones académicas y el estado del mercado de trabajo en cuanto a los índices de contrataciones. Algunas veces, hay tiempo como para presentar a algunas personas que cuenten algo sobre el ejercicio de algunas profesiones o para visitar centros universitarios. Bienvenidas sean todas estas informaciones. Mi alejamiento de estas realidades me impide ahondar más pero podría vaticinar como mínimo que las desigualdades entre centros y entre Comunidades Autónomas a la hora de programar estas actividades debe ser de unas dimensiones inmensas. Los desequilibrios son históricos, más aún sobre la Formación Profesional en unos casos y sobre los estudios universitarios en otros, tanto por las inversiones en educación de cada región como por sus conexiones con el sistema productivo. Si hay que denominar estas prácticas, escasas y superficiales, son orientación académica o meras informaciones sobre estudios. De nuevo no se trata de orientación profesional.

No pretendo ahondar en las diferencias conceptuales entre orientación laboral, académica y profesional, sino señalar las claves de una auténtica orientación profesional en las políticas públicas. En este sentido, la orientación profesional en estos tiempos de incertidumbres, cambios vertiginosos en la ciencia y la tecnología, en los sistemas productivos o en la organización del trabajo, merece basarse en un modelo integral para todas las personas que lo necesiten a lo largo de toda la vida. Merece tener en cuenta todas las variables y factores que influyen en las decisiones y en la construcción de cada proyecto profesional.

Todo proyecto profesional tendrá itinerarios individualizados como se señala en la normativa, pero desde dónde se construye el proyecto, en qué contexto de empleo y formación, desde qué historia vital, académica y laboral, puede ser un simple repaso superficial o un análisis profundo desde la historia y el contexto, desde la experiencia y la formación. Porque es un asunto que necesita recursos técnicos pero también influye de forma determinante la perspectiva ideológica.

Son vitales las concepciones sobre empleabilidad y sobre perfiles profesionales y puestos de trabajo, para revertir los caminos recorridos por las teorías del “capital humano” (the best man in the every place). Porque como decía Emilio Mira i López se trata de encontrar el mejor trabajo para cada persona, que la orientación profesional se convierta en un derecho ligado al aprendizaje permanente, y para ello es necesaria:

Una actuación científica compleja y persistente, destinada a conseguir que cada sujeto se dedique al tipo de trabajo profesional en el que con menor esfuerzo pueda obtener mayor rendimiento, provecho y satisfacción para sí y para la sociedad”.

Ideas que conectan con algunas definiciones de la OIT que ya he señalado varias veces en mis escritos, sobre todo la de empleabilidad en toda su complejidad que vale la pena analizar en detalle:

“El término 'empleabilidad' se refiere a las competencias y cualificaciones transferibles que refuerzan la capacidad de las personas para aprovechar las oportunidades de educación y de formación que se les presenten con miras a encontrar y conservar un trabajo decente, progresar en la empresa o al cambiar de empleo y adaptarse a la evolución de la tecnología y de las condiciones del mercado de trabajo".

Por lo cual, la historia vital, la experiencia laboral, la formación formal y no formal, las capacidades adquiridas a lo largo de la vida, las expectativas, las motivaciones e incluso los intereses de cada persona, generan unas vías para construir el proyecto personal de desarrollo profesional. Es necesario informar de forma adecuada y orientar para a) el autoconocimiento de la experiencia vital, laboral y educativa, b) el mercado de trabajo, los perfiles y las cualificaciones profesionales de los puestos de trabajo y c) sin descuidar las opciones de emprendimiento o autoempleo, con todas sus dificultades, carencias y probabilidades futuras. Muy sintéticamente explicado, con una visión no directiva, pero adaptándose a unos tiempos donde:

El puesto de trabajo emerge como una dimensión de un sistema complejo que lo abarca e integra, presentándose como un conjunto de actividades cada vez menos estables y preestablecidas, para las cuales los trabajadores deben desarrollar saberes de naturaleza y origen diverso”. Novick (OIT 2003).

Si lo urgente (encontrar un empleo) se impone a lo importante (el proyecto de desarrollo profesional) no se puede denominar orientación profesional. Incluso se puede idealizar un proceso que no cumpliría las mínimas condiciones o en el cual se van a cometer errores graves. Por eso el modelo y la formación de los profesionales son tan definitivos, sobre todo para seleccionar en función de las prioridades: búsqueda de empleo o desarrollo profesional. En segundo lugar, el reconocimiento de las capacidades que se adquieren en un ejercicio profesional definido o en la experiencia laboral dispersa y su conexión con las competencias que configuran los perfiles profesionales, es fundamental. Sin olvidar que, disponer de información fidedigna y realista sobre el mercado de trabajo y sobre las oportunidades de formación existentes no es tarea sencilla.

A veces, ni siquiera a corto plazo es posible determinar dónde se creará empleo, aunque es posible discernir sobre muchas competencias transversales que ya están incorporadas a múltiples perfiles, como las competencias digitales o los idiomas. También se reitera en foros empresariales la excelencia de otras competencias genéricas muy significativas que necesitan de aprendizajes específicos. Las llamadas blandas (soft) que no son ni personales ni naturales, se pueden aprender y así eliminamos el componente arbitrario o discriminatorio: resolver problemas, pensamiento crítico, divergente o creativo, autonomía, trabajo en equipo, habilidades de comunicación, sociales, etc. Necesitan de cambios curriculares, sobre todo metodológicos, desde primaria hasta la universidad. Y por otro lado, se hace imprescindible el reconocimiento y acreditación de competencias profesionales adquiridas en la experiencia laboral o la formación no formal, porque significaría iniciar la orientación profesional en un escalón superior, partiendo de realidades ya establecidas.

Para la OCDE un servicio de orientación profesional se refiere a “los servicios y actividades cuya finalidad es asistir a las personas, de cualquier edad y en cualquier momento de sus vidas, a ejercer opciones educativas, de formación y laborales y a gestionar sus profesiones”.

En nuestro caso habría que agregar que debe ser un servicio público, con rentabilidad social, que necesita dotación de personal y de materiales, de incorporación de nuevas tecnologías, con planes coordinados y evaluables, formación continua pública y eficaz, sin privatizaciones de la búsqueda de empleo, donde la formación no sea una mercancía más con la que se obtienen beneficios. Sobre la base del diálogo social, sin individualizar ni privatizar ni desregular las responsabilidades sobre la formación o el empleo, recuperando la tarea cooperativa y el compromiso de la ciudadanía que utiliza el servicio. Es uno de los casos evidentes donde no existe la capacidad de elección, donde la famosa libertad de elegir deriva en injusticia. Como dirían quienes siguen al reciente Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales Amartya Sen, no es lo mismo quien ayuna por creencia religiosa que quien lo hace por no tener comida. El proceso de orientación comprende el aprendizaje de la capacidad para la toma de decisiones profesionales, para construir el proyecto personal de desarrollo profesional.

_______Estella Acosta Pérez es orientadora y profesora asociada de la UAM, jubilada.

Estella Acosta Pérez

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