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Entrevista

"El sistema está perfectamente diseñado para que el consumidor pobre se quede tirado"

Portada del libro 'Contra el capitalismo clientelar'.

Bajo el pseudónimo de Sansón Carrasco se encuentra el trabajo de los siete autores que firman Contra el capitalismo clientelar (Ediciones Península), libro que pretende remover conciencias en torno a un fenómeno que marca el funcionamiento de la democracia española y que evidencia las disfunciones del Estado de derecho.

Los creadores de la Fundación Hay derecho analizan en su segundo libro el significado del capitalismo clientelar, revelan los mecanismos que lo integran y, fundamentalmente, lanzan un grito a la ciudadanía para advertir del deterioro institucional y para reivindicar un cambio de modelo económico basado en el cumplimiento de las reglas.

En esta entrevista, infoLibre conversa con tres de sus autores: Segismundo Álvarez, notario y doctor en Derecho; Matilde Cuena, profesora titular de Derecho Civil en la Universidad Complutense de Madrid; e Ignacio Gomá, notario y presidente de la Fundación Hay Derecho.

PREGUNTA: En el libro advierten de que el capitalismo clientelar tiende a confundirse con el propio sistema capitalista. ¿Cuáles son las diferencias entre ambos?IGNACIO GOMÁ:

El capitalismo clientelar es una enfermedad del capitalismo. Se supone que el capitalismo es el sistema económico que corresponde a una democracia liberal avanzada en la que las personas más eficientes, las que mejor trabajan y más se esfuerzan, van a tener una recompensa mayor, es la forma más eficiente de asignar recursos. Pero todos sabemos a día de hoy que eso no es así, que el mercado tiene sus fallos, puede producir injusticias y genera monopolios. El Estado debe intervenir a través de la regulación corrigiendo esos fallos del mercado, pero cuando en esas correcciones se producen a su vez fallos porque determinadas personas que tienen contacto con quienes hacen las leyes, las reforman a su propio interés, ocurre que salen beneficiados los amiguetes, los que están cerca del poder y tienen la capacidad de influir en las regulaciones o en el control de los actos, y por tanto se genera un capitalismo ineficiente en el que se benefician unos pocos dando un servicio peor.

SEGISMUNDO ÁLVAREZ: En el capitalismo la competencia es lo que garantiza que a los que hacen las cosas bien les vaya mejor y siempre estén forzados a hacer las cosas mejor. Si en vez de la competencia, es la influencia o los contactos lo que funciona, evidentemente deja de funcionar el capitalismo. La base que lo justifica se debilita.

P: ¿El problema consiste en una regulación excesiva o en las perversiones que se dan dentro de esa regulación?S.Á:

Está perfectamente descrito por todos los economistas la existencia de fallos del mercado: las asimetrías de información, las externalidades... Para todo ello es necesario una regulación, que si está bien hecha lo que hace es corregir los fallos del mercado, pero si está mal hecha lo que produce son muchos más fallos de mercado.

I.G: Nosotros tratamos de ser ideológicamente muy objetivos. El libro no va de ideologías, no va de que haya que intervenir mucho o poco, no es la cuestión. Evidentemente alguna regulación tiene que haber, lo importante es cómo se hace esa regulación. Si tú quieres ser intervencionista, o liberal, vale, pero sabemos que tiene que haber esa regulación, y esa que haya no tiene que estar condicionada por unos pocos, sino que tiene que hacerse en función del interés general. Tiene que haber reglas, y tienen que ser objetivas, equilibradas, serias, y pensando en el interés general y no en el de unos pocos.

P: Entre las consecuencias del capitalismo clientelar señalan los elevados sueldos de los directivos, y como remedio ponen de ejemplo la propuesta suiza de la proporción 1:12, finalmente fallida. ¿De qué forma debe fijarse el equilibro entre salarios y cuál es el límite para considerarlo desproporcionado?I.G:proporción 1:12

 Estamos en un sistema de mercado, y por tanto si hay un directivo que se merece muchísimo y sus socios se lo pagan, yo no tengo ningún inconveniente. El problema no es exactamente la cuantía del sueldo, sino quién se lo pone. Si tú tienes un sistema de gobierno corporativo que permite que los ejecutivos se pongan sus propios sueldos, incentivos, y tengan la posibilidad de adoptar decisiones que les benefician, aunque perjudiquen a sus socios, mal asunto. El problema es que el sistema permite que los interesados determinen sus propios sueldos, de modo que la tendencia es hacer lo que sea para ganar muchísimo. La remuneración de los ejecutivos fue una de las causas de la crisis financiera estadounidense, porque al final quien toma las decisiones no tiene las responsabilidades. 

MATILDE CUENA: En relación con quienes vendieron las hipotecas, ha habido un incentivo positivo porque tenían una remuneración en función de los productos que colocaran. Pero no es que no hubiera responsabilidad por parte de quien vendía esos productos, sino que toda la institución financiera sabía perfectamente que las consecuencias negativas de esos préstamos de altísimo riesgo no las iban a padecer ellos. Ese es el principal incentivo: me porto mal y no pasa nada. Porque hay un sistema financiero tremendamente concentrado, que hace que las pocas entidades financieras que tenemos en España sean todas sistémicas, de manera que si cae una arrastra, y tiene un efecto muy importante. Esto hace que el Estado tenga que rescatarlas, creando así un incentivo a que esas entidades actúen de manera irresponsable, porque siempre van a tener la posibilidad de salvarse con el dinero público.

P: En el libro se insiste en señalar a las instituciones como principal factor que determina la existencia del capitalismo clientelar. ¿En qué aspectos están debilitadas?I.G:

Ese es el mensaje del libro. Se trata, en buena parte, de un problema político relacionado con un sistema de equilibrio, de división de poder, donde la justicia funcione, los órganos reguladores sean mecanismos de control basados en la transparencia, la rendición de cuentas y la responsabilidad. Todo eso hace que un sistema político funcione, su sector público y también su sector privado.

S.Á: Tiene que haber un equilibrio, que todos nos controlemos los unos a los otros. Aquí hay unos mecanismos que están hechos para eso, el Banco de España, la CNMV... Pero que a nuestro juicio no son suficientemente neutrales, independientes, no tienen las facultades sancionadoras necesarias o no disponen de medios. Son cuestiones puramente institucionales que albergan muchos fallos que se pueden corregir.

M.C: La crisis financiera es un clarísimo ejemplo de esto. El Banco de España en teoría está encargado de controlar la solvencia de las entidades, y al mismo tiempo tiene que realizar el control de transparencia en la contratación bancaria. Que tenga que sancionar el mismo órgano que controla la solvencia de las entidades no tiene sentido. En EEU tras la crisis financiera crearon una entidad pública para tutelar los intereses de los consumidores. Las instituciones de control tienen que funcionar y tener objetivos claramente diferenciados para no entrar en un conflicto de intereses.

P: En relación con estos fallos también señalan las debilidades de la justicia. Hablan del caso de Emilio Botín para decir que "una decisión empresarial en perjuicio de los intereses públicos no puede ser sancionada, porque el protagonista es definitivamente más fuerte que el sistema y que el Estado de derecho". ¿Resume esta frase la situación de la justicia en España?I.G:

 No es que los jueces individualmente no sean justos. El problema es más complejo. Pero está claro que la justicia, aunque está muy bien diseñada, ha ido albergando una serie de modificaciones que hacen que en la práctica esté politizada. Desde los años ochenta el Consejo General del Poder Judicial es un órgano que es un mini parlamento. Eso hace que se coloquen las personas que más agradan a ese pequeño parlamento, y los temas políticos y económicos van a ser resueltos por estas personas, y los que estén en connivencia con el poder van a tener una solución más favorable. 

S.Á: Hay que matizar. No es que los jueces estén comprados. La justicia, sobre todo si la comparamos en términos mundiales, no es que sea ni mucho menos corrupta, pero hay un elemento de politización que sin duda influye.

M.C: Todo viene de la relación entre el Gobierno y las entidades financieras. Muchas normas se dictan por las personas que se van a ver afectadas. Cuando no hay mecanismos de control y luego en la elaboración de la regulación está implicada la persona que se va a ver afectada, el resultado es evidente. Toda esta crisis financiera que nos ha llevado a la crisis política no es sino una manifestación de un marco jurídico perfectamente diseñado para que las entidades financieras pudieran actuar como han actuado. Es un problema de regulación, falta de control, y falta de separación entre la regulación y la persona afectada.

I.G: Tenemos una democracia que no puede permitirse tal nivel de clientelismo. Tenemos que mejorar mucho, hay demasiadas prácticas de este tipo en relación a lo que nos correspondería por el tamaño de nuestra economía, y por el nivel de nuestras empresas y profesionales. La corrupción existe en todos lados, el clientelismo es natural, pero hay que corregirlo y es lo que reclamamos.

S.Á: Además la corrupción en España está muy concentrada en el nivel político y económico. Estamos bien en algunos aspectos y en esto estamos regular.

P: Tampoco obvian, en el libro, el papel de los medios de comunicación, de quienes recalcan su baja fiabilidad.I.G:

Los medios no pueden estar ajenos al nivel de capitalismo clientelar. Te encuentras con medios que están controlados por determinadas empresas, que están en contacto con el poder y que adoptan determinadas posiciones. Esto en determinados gremios puede no tener tanta importancia, pero la prensa debe ser garante de la democracia. 

M.C: Hay muchos medios tradicionales que están endeudados. Si a esos medios se les corta la financiación, cierran. Entonces volvemos a la cadena perfecta: hay asuntos de determinadas entidades financieras que no podemos contar, sencillamente porque llaman desde arriba y cortan el grifo. Es muy difícil ser neutral en esas condiciones. Si los medios fueran independientes y no necesitaran dinero, serían mucho más libres.

P: El libro funciona como una especie de llamamiento a los ciudadanos para que exijan otro modelo de economía de mercado, ¿por qué tipo de modelo apuestan? ¿La ciudadanía dispone de las herramientas suficientes para trasladar esas exigencias?S.Á:

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No tenemos una visión política sobre la economía. Partimos de unas reglas que están en la Constitución y que contemplan una sociedad inclusiva que permita a todo el mundo participar, y queremos que las reglas del juego sean iguales para todo el mundo. Después las reglas son opciones políticas, pero que sean iguales para todos. 

M.C: Necesitamos que las instituciones funcionen, y marcos jurídicos que no sean desequilibrados para favorecer a determinados sujetos o entidades. Equilibrar las regulaciones, crear un organismo potente y absolutamente independiente en defensa del consumidor, y que los consumidores lo utilicen y reclamen, porque es duro enfrentarse a Telefónica y pagarlo de tu bolsillo: está todo perfectamente diseñado para que el consumidor pobre se quede tirado como una colilla.

I.G: El libro trata de llamar la atención sobre un fenómeno e intentar combatirlo. Queremos concienciar, señalar temas y poner en la agenda de los políticos esos asuntos. Somos optimistas, creemos que los cambios se producen poco a poco. Querríamos que la gente se de cuenta de que no basta con ir a manifestaciones, tirar huevos, hacer escraches o dar voces en los bares. La regeneración exige un esfuerzo constante, persistente, poner dinero también, y aguantar mucho tiempo. Si al final todos nos ponemos de acuerdo, eso va a salir. El problema es que no son realidades fáciles de detectar.

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