Leticia Dolera: "Nuestro pecado fue morder la manzana del conocimiento"

Leticia Dolera posando en el Festival de Cannes de 2019, donde su serie 'La vida perfecta' fue galardonada.

Karmentxu Marín

¿Su vida es perfecta?

Bueno, es que creo que no existe la vida perfecta. Quizá lo más cercano a lo perfecto es asumir que no lo es y aceptar que lo que podemos hacer es vivir lo mejor que podamos.

Leo en su presentación en Twitter: “Actriz, directora, feminista y ‘matazombies’ profesional, abolicionista con habitación propia”. Nada menos.

Bueno, y más cosas. Pero eso es lo que se me ha ocurrido para poner en Twitter. La habitación propia sería aquella de la que habla Virginia Woolf, la que toda mujer necesita, junto con unos ingresos propios, para perseguir la independencia. Tener una habitación propia sería una base para la igualdad. Y el abolicionismo de la prostitución también me parece algo fundamental para acercarnos como sociedad a la igualdad.

Tituló su libro ‘Morder la manzana. La revolución será feminista o no será’. ¿Se ha sentido expulsada del paraíso? ¿Ha llegado a hincar el diente a la manzana?

Del paraíso se supone que nos expulsaron a todas en el momento en que fuimos pecadoras. Nuestro pecado fue morder la manzana del conocimiento. Ese relato de la Biblia no puede ser más descriptivo de la raíz del patriarcado, de mantener a las mujeres lejos del conocimiento. Sí que mordí la manzana, pero la mordí tarde. Por eso escribí ese libro, para que otras mujeres adolescentes y preadolescentes tuvieran manzanas más visibles para morder que la que tuve yo.

¿La expulsión del paraíso fue culpa de Adán y del sistema patriarcal?

Sí. Más del patriarcado que de Adán. Adán el pobre iba por ahí y…

¿…Y? ¿Adán era un ‘pringao’? 

Hombre, no sé si era un pringao, yo qué sé, pero era la representación del hombre. A él le convencimos nosotras, que se supone que le llevamos por el mal camino. Si es que este relato lo tiene todo. 

En su pregón de las fiestas de La Mercè pidió que en el conflicto catalán negociaran mirándose a los ojos y no a las banderas. ¿Sánchez y Aragonés se miran a los ojos o se hacen la cobra?

[Ríe] Creo que se miran bastante a los ojos, me da la impresión. Y creo que estamos más cerca de que se solucione ese conflicto político que hace dos años.

Pretende que sus personajes tengan problemas y comportamientos cotidianos. Por ejemplo: Ir a firmar una hipoteca y preguntarle a la notaria cómo prefiere el sexo anal. Habitual como la vida misma. 

Jajaja. Bueno, justo esa es como muy particular. Pero sí que es verdad que, en una situación de tensión como puede ser firmar una hipoteca, un funeral, momentos fuertes…

En esos momentos el sexo anal ayuda.

Sí. Bueno, en los momentos de estrés a veces pensamos en el sexo. Bueno, eso es broma. A ver: Lo del sexo en esa escena está usado para contar la obsesión por el control del personaje de María, una de las protagonistas de la serie.

Culpa, dolor, golpes, maltrato, miedo: ¿Quitárselos es tan fácil como escribirlos en globos y lanzarlos al aire, como en su guion?

Ojalá lo fuera. Esa escena es un ejercicio para los personajes. El primer paso es mirar para adentro y ver qué hay. Y lanzar los globos al aire es como decir: “De momento lo he sacado de las sombras”. Pronunciarlo, hacerlo visible ya es un paso para que salga de la sombra y camine hacia la luz.

En su laureada serie ‘Vida perfecta’, como en su primera película, ‘Requisitos para ser una persona normal’, aparecen actores con discapacidad. Me acuerdo de otro filme, ‘Campeones’, y de una obra de teatro, ‘Olivia y Eugenio’, de Herbert Morote, fantásticas ambas. ¿Es una moda o una oportunidad de visibilizarlos?

Tengo varios miembros de mi familia con discapacidad. Y en mi peli sí hay un personaje así, que hace de hermano mío. No sé si será una moda. A veces también pienso: ¿Es una moda hablar de salud mental? Si empezamos por una moda y tras de ella hay cambio social, siempre está bien. ¿El feminismo en el momento en que se convierte en tema habitual de conversación es una moda? Si eso lleva a que miles de niñas adolescentes, y chicos también, se interesen por él y lean sobre él, esa moda se convierte en algo más. Si pasa lo mismo con las personas con discapacidad, bienvenido sea, aunque tampoco lo siento así. Creo que los temas de discapacidad son proyectos contados. A veces, a nivel social, el diferente todavía nos genera un poco de miedo, sobre todo en este sistema que pone tan en el centro la capacidad de producción, la productividad. El sistema capitalista deja un poco de lado a los vulnerables o a los que no son tan productivos como ese sistema dice que tenemos que ser. Y en realidad deberíamos hacer lo contrario, porque aparte de que nos convierte en una sociedad con justicia social nos enriquece la mirada y nos acerca a parte de nosotros mismos, incluso si lo miramos desde el punto de vista más individual. A mí relacionarme desde pequeña con la discapacidad me ha abierto la mirada y me ha hecho entender el mundo de una manera determinada, que creo que es positiva. Entonces, incluir en el relato audiovisual a las personas con discapacidad me parece algo bueno, porque aquello de lo que no se habla no existe. 

Ha contado que fue agredida sexualmente a los 18 años. Parece que también hay acoso en los sets de rodaje.

Yo creo que no es un tema de los sets de rodaje. Es un tema de una sociedad patriarcal, donde a las mujeres se nos sexualiza y a los hombres se les enseña que su forma de ejercer el poder es a través de la sexualidad. No solo en el mundo del cine. Acuérdate de hace unos años, lo que salió de las reponedoras de Mercadona que tuvieron que grabar a su jefe para que las creyeran. Pasa en todos los ámbitos, y más donde hay vínculos de poder.

Dice que, a pesar de todo, se puede mirar a los otros con ternura y con espíritu crítico. ¿Es fácil no juzgar en una sociedad tan polarizada como la que vivimos, en la que en el Parlamento se insulta, en la calle lo mismo y hay agresiones de todo tipo?

No por mirar al otro con ternura has de perder el espíritu crítico. Ambas cosas son y deben ser compatibles. Creo que las redes sociales nos han llevado a vivir hacia afuera y esta supuesta conexión en realidad nos está llevando a una desconexión. Y estamos como enfermos de juicio, de obsesión por adjetivar al otro negativamente. Y me pregunto qué habrá ahí a nivel interno. Cuando insultas al otro a título personal quizá es que el otro te está mostrando algo de ti que no aceptas. Otra cosa es criticar un sistema político. Eso es distinto. 

¿A qué político miraría con más ternura?

Pues evidentemente creo que tenemos un problema grave con la extrema derecha y con los pensamientos totalitarios, que además discriminan y oprimen al diferente. A nivel psicológico, e incluso creativo, artístico, claro que me interesaría entender los mecanismos psicológicos de algunos políticos con los que discrepo y que me parece que, además, atentan contra los derechos humanos negando la violencia machista, deshumanizando a niños, menores de edad, que han llegado a España.

Sospecho que, por su parte, a Abascal o a Rocío Monasterio, cero ternura.

Pues me interesaría, a nivel psicológico, saber qué pasó en su infancia y entender su historia de vida para comprender su falta de empatía con los más vulnerables. O sea que al final sí les miraría con ternura. Es fuertísimo. Otra cosa es que no les votaría. Aunque también se trata de entender por qué les votan quienes les votan. Y el papel de los medios de comunicación. Santiago Abascal no es un señor que iba solo, salió solo de su casa y llegó al Congreso a montar un grupo con políticas machistas y racistas. Hay todo un camino para llegar hasta ahí. 

Desde que vi ‘Requisitos para ser una persona normal’ he estado yendo a Ikea a comprar bombillas, pero no ha aparecido el dependiente de mi vida. ¿Cómo lo hizo usted?

Es que el tema de las bombillas me obsesionaba realmente. La frase de que deberían estar todas las lámparas apagadas y poder encender una a una para ver qué luz dan responde a cómo me siento cuando voy a una tienda de lámparas. Requisitos es una comedia romántica y ella al final se enamora del dependiente. Eso en la vida real casi nunca pasa. Pero esa escena quería ser, además de friki, una metáfora dentro de la propia historia, porque al final todos tenemos una luz propia. Lo que pasa es que cuando están todas las lámparas encendidas no nos damos cuenta.

Por cierto: ¿conoce a alguien que sea una persona normal, que cumpla sus requisitos?

Yo creo que no existe la normalidad, y éste es el gran problema también, que nos digan qué es ser normal. Los requisitos para ser normal ni existen ni deberían existir. Es como lo de qué es sentar la cabeza, o qué es una vida perfecta. Al final, si te fijas, mi peli y mi serie hablan de lo mismo. Podría cambiarse el título: Requisitos para tener una vida perfecta.

“Hemos llegado a unos pactos igualitarios respecto al hogar, al cuidado de las niñas. Pero, ¿qué pasa con la pasión?”. ¿Qué pasa? 

Es una de las grandes preguntas de las relaciones sexo-afectivas. Aquí estaba hablando de la historia de Cris y Pablo en Vida perfecta, que en la segunda temporada llegan a unos pactos de coeducación, de corresponsabilidad, ¿y luego qué? Este es el gran misterio. Creo que por eso están llenas las consultas de terapia de pareja. ¿Se puede mantener la pasión? No lo sé. Yo no tengo la respuesta.

En cierta manera enfrenta el feminismo con lo que llama el plano sexo-afectivo, porque, dice, las decisiones, aspiraciones y anhelos son consecuencia de un legado cultural y familiar. Esto último parece evidente. Pero equiparar el amor romántico solo a los cuentos de príncipes y princesas… ¿Qué pasa, que está hecha polvo? ¿No cree en el amor romántico?

[Ríe] No en el amor romántico como concepto que se estudia en el feminismo, donde se crean unos vínculos de poder y donde nosotras somos abnegadas y princesas que a lo que aspiramos es a ser madres, mientras que ellos conquistan el mundo y luego vuelven y nos dan un beso. O el amor romántico de La bella y la bestia, en la que él la trata mal, pero es porque… pobrecito, ¿no? Y ella piensa: Mi amor le cambiará.

Eso no es amor romántico. Eso es ingenuidad. 

Quiero decir que desde el feminismo se teoriza sobre el amor romántico y hacemos un análisis crítico de todas las historias de amor que nos han contado, que hay miles, y está esa frase maravillosa que dice: “Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban”. Y tenemos que ser capaces de darle la vuelta. Todos podemos amar y gobernar, tanto nosotras como ellos. 

También dice que hay que reivindicar la ternura y la sensibilidad. 

Totalmente. Y reivindicarla también en los hombres.

Cuando Aina Clotet denunció que la excluyó del rodaje, tras convocarla para la serie, al saber que estaba embarazada, usted se justificó hablando de que había algunas escenas sexuales en las que no podría aparecer. Pero la historia queda un poco paralela a lo que hacen muchos empresarios, ¿no?

Para nada, porque en este caso no se tomó ninguna decisión por motivos económicos, como suelen hacer los empresarios. En nuestro rodaje teníamos cinco mujeres embarazadas, entre ellas dos en el equipo técnico y dos en el artístico. Pero el trabajo de actriz delante de la cámara es muy concreto, tu cuerpo está contando la historia. Y ese personaje una actriz embarazada de seis meses no podía hacerlo. Le ofrecimos otro y por lo que fuera no le interesó. Pero no se trató de ahorrarse bajas o suplencias.

Da trabajo a toda su familia. En los créditos hay mucho Dolera. Estarán encantados.

Están en los agradecimientos, porque les encanta salir de figurantes.

¿De qué le ha servido la terapia? ¿Se ve ahora más normalita, en la línea del título de su película? ¿Ha sentado la cabeza?

La terapia en realidad me ha hecho más flexible, para conmigo y para con los demás.

De sentar la cabeza, ni hablamos.

Es que... ¿qué es sentar la cabeza?

¿Es usted intensa?

Sí. Me lo noto desde que me hago el café por la mañana, que me lo hago superconcentrado y me lo bebo como si fuera el primer y último café que me voy a tomar.

Vive como si no hubiera un mañana.

Realmente no. Quizás debería hacerlo. Debería aprender a vivir de manera más ligera, porque creo también que un poco de ligereza en la vida no viene mal.

¿Quiere decir que una no puede matarse a militancia, a feminismo, a coco?

Claro, claro. Ligereza al margen incluso del feminismo. Con la propia vida, con las cosas que te pasan, con cómo las transitas. También la terapia te ayuda. No solo te da herramientas para entender lo que te pasa, sino también para quitarle hierro a algunas cosas y entender de dónde te vienen. 

Entiendo que tiene usted terapia para rato. 

Jajaja. Pues es posible que no la deje. Tampoco la hago de manera continuada, sino a épocas, en momentos en que quiero trabajar cosas concretas. Cuando abro un melón.

¿Cuál es ahora su mayor melón?

Esto no te lo puedo contar, porque es privadísimo. Así como lo personal es político, creo que también está bien separar lo personal de lo íntimo en una entrevista.

Eso, el melón privado. ¿Y el público?

Estoy con la postproducción de una serie que he dirigido en Argentina, creada por la guionista Erika Halvorsen, basada en el libro El fin del amor, un ensayo con perspectiva feminista. Digamos que el amor para las mujeres ha sido una forma de sumisión, usada por el sexo masculino para hacerla bonita. Y no digo que el amor sea sumisión, ¿eh? El amor es maravilloso, y yo creo, además, que las relaciones de pareja, o las relaciones sexo-afectivas te ponen un espejo delante que no te ponen otros vínculos, como las amigas o los amigos. El amor te lleva como al terreno de la intimidad, y es un terreno de mucha vulnerabilidad y de mucho autoconocimiento. Pero para las mujeres, a la vez que un lugar maravilloso, ha sido un terreno tramposo, por la carga de género que tiene en la sociedad y en la cultura. Esta serie se titula El fin del amor y es muy interesante, porque la protagonista y productora ejecutiva de esta serie, que es Lali Espósito, aporta la base de un personaje real. Una chica que crece en un entorno ortodoxo judío que se acaba convirtiendo en una feminista teórica superconocida en Argentina. 

Creo que le ha dado la intensidad. 

Por supuesto. Y cuando veo que tengo un gran melón que he abierto, me digo que ese melón es muy gordo y que me lo voy a comer a medias con mi psicóloga.

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