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Pedro Simón: "Cuando un político insulta, pienso que debería dedicarse a otra cosa"

El periodista de El Mundo y escritor Pedro Simón (Madrid, 1971) es reconocido por muchos de sus colegas como uno de los mejores reporteros con los que contamos en España. Ha obtenido premios de gran prestigio como el Ortega y Gasset o el que otorga la APM (Asociación de Periodistas de Madrid). Su especialidad es el reportaje social, especialmente centrado en los más desfavorecidos. Además, ha publicado ya media docena de libros. Acaba de salir a la venta su última novela, titulada Los ingratos. Según él mismo explica, “cuenta la historia de una relación del hijo de una maestra con su cuidadora rural. Una de esas mujeres que, a lo mejor, no tenían estudios, pero sí tenían una inteligencia muy viva. Eran mujeres cuyas manos eran duras porque también trabajaban en el campo. Eran mujeres muy generosas en el esfuerzo. De algún modo, el libro es un homenaje a aquellas mujeres a las que hemos llegado tarde a darles las gracias por todo lo que hicieron”.

Redes sociales y periodismo

"Yo no tengo redes sociales porque considero que me debilitarían. Hay dos profesiones en este país de las que todo el mundo sabe la hostia. Una es el fútbol. Todos seríamos seleccionadores nacionales de fútbol. Todos podemos ser Luis Enrique. Y la otra es periodista. Todo el mundo es periodista. Todo el mundo sabe muchísimo. Igual que a un cirujano yo no le digo cómo tiene que operar, a mí no me interesa lo que me digan de mi trabajo en ese sentido. Entiendo que hay unos lectores, que hay un público receptor, pero es que me da un poco igual. Es aquello que decía Enric González de que los periodistas miramos demasiado a la grada y miramos demasiado poco al terreno de juego. Creo que hay que invertir esa mirada para hacer un trabajo más limpio, no tan condicionado por ese ruido que hay fuera, que es un ruido infernal y que de algún modo te acogota para trabajar. Yo no quiero ese ruido y por eso no tengo redes".

Compromiso político

"Me interesa la política. Mi padre es un hombre comunista con un sentido sindical del trabajador. Cuando terminé la carrera y empecé a trabajar en La Opinión de Zamora, lo primero que me dijo: "Bueno, ¿te afiliarás a un sindicato, no?". Mi madre es una mujer de derechas. Los dos me han enseñado un poco lo mismo. Creo que el mejor reportero que he tenido en mi vida ha sido mi padre, que era obrero de la industria automovilística, cuando me dijo aquello de: "Bueno, sabrás que en la vida no puedes pasar de largo si hay gente jodida, ¿no?". Yo creo que el reporterismo es eso. Es tratar de hacer que la gente no pase de largo sobre cosas. Me concierne la política. Lo que pasa que yo creo que todo se ha terminado estropeando un poco y, entonces, entiendo la desafección de los jóvenes con la política. Me entristece mucho pero la entiendo perfectamente".

Todos los políticos son iguales

"No lo comparto. Decir eso me parece injusto. Yo soy muy amigo de Eduardo Madina y me parece un político extraordinario, un tipo que se lo cree. Creo que todo se empezó a joder cuando llegó internet, que tiene unas cosas maravillosas pero afectó también a la política. De algún modo, se cayó en una política twitterizada, que tiene poco de solemne, poco de sosiego y poco de tender puentes. Estamos en una política que consiste en lo que yo llamo política piñatapolítica piñata: A ver a quién, esta mañana, sacamos a la platea y apaleamos. Esta cosa del odio. Esta cosa de hacer ruido. Echo en falta a gente como Julio Anguita que, quizá con su vehemencia, pero hablaba desde la tranquilidad y, sobre todo, desde la idea de tender puentes, que eso es algo que se nos ha olvidado no solo en la política sino también en el periodismo. La diferencia entre la política de antes y la de ahora es comparar La Clave con una conversación de borrachos en una taberna".

El insulto en la política

"Cuando escucho a un político insultar, pienso que debería dedicarse a otra cosa, sobre todo porque está mancillando un sitio sagrado, que debiera ser sagrado, que es el Parlamento. Por lo tanto, le está haciendo un tacto rectal a la democracia. Son tipos que supuestamente nos representan a nosotros ¿Y qué te han dicho a ti tus padres? Di gracias. Di por favor. Pide perdón. Habla bien. Pues yo creo que esos señores, cuyos padres somos nosotros, porque de algún modo están ahí por mandato nuestro, deberían dar las gracias, cosa que no hacen; pedir perdón, cosa que jamás les he escuchado; pedir las cosas por favor, que tampoco lo suelen hacer y, sobre todo, hablar bien, que tampoco lo hacen. Cuando escucho insultar así, pienso que no, que esa gente no me atañe, no me concierne, no me interesa y que están sobreactuando. Pescarán a determinada gente, pero no a los que pensamos que hay que bajar el volumen del transistor".

El periodismo, hoy

"Leo pocos periódicos, lo justo para mantenerme mínimamente informado. Hay periódicos que he decidido no leer. Creo en el periodismo que se dedica a quitar etiquetas, que tiende puentes, que ayuda a gente que está en zonas de riesgo a terminar en zonas de confort. Y cuando digo quitar etiquetas, me refiero a que una mujer no es una puta porque sí o un tío no es un facha o el otro no es un rojo o el otro no es un yonqui. Las cosas son mucho más complicadas. Yo creo que el periodismo tiene que explicar eso. Tiene que estar en la zona de los grises. No en el blanco ni en el negro. El periodismo me genera un poco de desafección. Creo que estamos en la trinchera. Tiene cierto peligro que los medios no vayamos con un bidón de agua y vayamos con un bidón de gasolina. Creo que los lectores van a los medios a refrendar sus propios prejuicios, para que te digan lo que quieres escuchar. Creo que eso es un mal síntoma y es un mal negocio".

Las preocupaciones de la gente

"Creo que donde hay una herida siempre hay una historia que contar. Creo que todo el mundo tiene un reportaje. Creo que a la gente le atañen las cosas que tienen que ver con ella. Hablamos del miedo, porque todo el mundo tenemos miedo. Hablamos de la familia, porque todos tenemos una familia. Hablamos del amor. Hablamos de la muerte porque todos nos vamos a morir. Siempre estamos en una periferia que habla un poco de la vanidad y del poder, que yo entiendo que es importante porque ahí se juega la partida en realidad. Pero yo creo al tío que se levanta a las cinco de la mañana a currar y a la madre que tiene cuatro hijos y está sola en casa y al chaval que se está preparando las oposiciones, todo eso le importa poco. Le importa más que le hables sobre su miedo, que le hables sobre su esperanza, que le hables sobre si va a tener un mañana. Creo que los medios no están mucho en eso. Están en dar páginas y páginas de lo que dice un político, de lo que dice otro y yo no sé si eso interesa demasiado, la verdad".

Las nuevas generaciones

"Mi novela se titula Los ingratos. Creo que en la generación de mis nietos serán tan ingratos conmigo como yo lo he sido con mis padres y mis abuelos. Tengo un hijo de 16 años. Sospecho que él tendrá que educar a sus hijos como me educaron a mí mis padres, con esa palabra maravillosa que tenía diez letras y que tiene muy mala prensa hoy, pero que creo que hay que reivindicar, que es la palabra austeridad. La austeridad no creo que sea un acto de cicatería, ni de racanería. Creo que la austeridad tiene que ver con un acto de generosidad hacia el otro. De tal modo que tú a alguien le estás haciendo que pueda tener más con menos, que pueda ser feliz necesitando menos cosas y que te eduquen en eso a mí me parece un entrenamiento maravilloso. Creo que, viendo los salarios de compañeros que entran en la profesión, viendo el precariodismo, es absolutamente imposible que tengan un plan de vida como el que hemos tenido las generaciones anteriores".

Antes y ahora

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"Creo que en los años 70, y me aventuro a decir que en los 60, que no son los míos, creo que la vida era más cruda, pero creo que era menos cruel y en eso tienen mucho que ver los usos tecnológicos, las redes sociales. Antes el macarra del colegio, a las cinco de la tarde, lo evitabas porque ya no lo volvías a tener hasta el día siguiente. Hoy en día, un tío te puede estar destrozando la vida a las once de la noche por un móvil. Están muy preocupados de la autoimagen, de lo que piensan los demás. Nos reímos de aquella gente rural de los setenta que estaban obsesionados con el qué dirán. Pues ahora, cincuenta veces más. Estamos más obsesionados. Ni somos tan modernos ni hemos evolucionado tanto en algunas cosas. Entonces yo creo que los chavales lo tienen más complicado que nosotros. Hay menos oportunidades. Antes estaba todo por hacer, hasta las carreteras".

La nostalgia

"Cuando tienes 20 años eres todo lo que te queda por delante. Cuando vas teniendo más de 40 empiezas a ser mucho de lo que te queda por detrás de esa mochila. Yo soy muy nostálgico cuando escribo y me sucede que se me aparece la infancia constantemente. La infancia es ese sitio al que querrías volver y al que no puedes volver. Yo creo que el lugar en el que más feliz has sido es en un pueblo cuando eras un adolescente. Pues volver a esos sitios es gozoso, pero también es doloroso porque no deja de ser un cementerio, un sitio en el que tú ya no estás jugando, esas esquinas en las que ya no estás dando besos o esa plaza en la que ya no estás tú, como cuando eras un niño. Por eso me duelen tanto los trasteros, porque es ponerte a abrir cajas que tienen que ver contigo, revisitar olores, revisitar sabores, fotografías viejas. Cuando decimos "no voy a bajar al trastero porque me da pereza", es mentira. No bajamos al trastero porque nos acojona, porque nos da miedo, porque nos pone tristes en realidad. Por eso no bajamos al trastero".

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