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Buzón de Voz

Sobre Azúa, Colau y la Inquisición

El escritor, filósofo, traductor, académico de la Lengua y fundador de Ciudadanos Félix de Azúa Comella ha lamentado en declaraciones a la revista Tiempo que “una ciudad civilizada y europea como Barcelona” tenga “como alcaldesa a [Ada] Colau, una cosa de risa. Una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado” porque “no tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa…”. Las opiniones de Azúa han merecido la condena de la propia Colau, que las ha calificado de machistas y clasistas, pero también el rechazo de asociaciones feministas y de gente de muy variada ideología. Este periódico, infoLibre, ha considerado oportuno abrir una iniciativa para recoger firmas que soliciten la dimisión de Félix de Azúa como miembro de la Real Academia Española de la Lengua. En pocas horas se sumaron más de 17.000 firmas.

De inmediato ha surgido un tropel de voces en el que se mezclan referentes de Ciudadanos, de UPyD, colegas de medios de comunicación conservadores, administradores de carnés de demócratas e ilustres o anónimos defensores de la libertad de expresión. Aplauden las declaraciones de Azúa y nos definen a sus críticos como inquisidores, fascistas, podemitas, bolivarianos, etcétera. Alguno ha sacado a colación (¡cómo no!) la supuesta “superioridad moral de la izquierda”. Y aunque haya cuestiones sólo clarificables a través de la psiquiatría, parece obligatorio puntualizar unas cuantas (con perdón) obviedades.

1.- Félix de Azúa tiene todo el derecho a opinar como ciudadano lo que le dé la real gana. Como ensayista o articulista, puede (y debe) escribir y decir donde considere oportuno lo que le parezca. Este humilde juntaletras admira algunas de las obras de Azúa y no habrá inquisidor que le convenza de que son despreciables, porque ya figuran en la memoria literaria o humanística personal. Esas mismas novelas o ensayos tampoco son óbice para que a uno le resulten infames unas cuantas columnas y análisis firmados por Azúa durante los últimos años. (Recomiendo el libro La desfachatez intelectual, de Ignacio Sánchez-Cuenca, a cualquiera capaz de distinguir el respeto a las personas y la crítica a los argumentos disparatados o simplemente ignorantes. Encontrará, entre otros, varios ejemplos referidos al propio Azúa).

2.- Félix de Azúa ocupa desde hace muy poco el sillón H de la Real Academia Española, institución pública sustentada en recursos públicos a cuyos miembros (como a los de cualquier otra institución pública) cabe exigir un mínimo respeto a los valores democráticos. A estas alturas no habrá que discutir que un valor fundamental en democracia es precisamente la igualdad de oportunidades de acceder a un cargo público elegido en las urnas, independientemente de la titulación, el sexo, el origen familiar o profesional, etcétera.

3.- “Quien no habla bien, no piensa bien”, declaró (entre otras muchas cosas) Azúa antes de entrar en la RAE. Por simple respeto intelectual, cabe suponer que las afirmaciones de Azúa sobre Colau (y sobre la política) no son un error en el manejo del lenguaje, así que es evidente que Azúa piensa lo que dice y dice lo que piensa. Está en su perfecto derecho, como yo lo estoy para defender que con mis impuestos no represente a la RAE un señor que desprecia de modo evidentemente clasista a alguien elegido en las urnas para un servicio público.

4.- Si un individuo, ya sea filósofo o pescadero, opina que a la política sólo deben acceder personas ilustradas (a saber con qué listón y conocimientos y quién decide los mismos), lo razonable y coherente es que lo defienda con sus propios medios o en las urnas a través de unas siglas, las de Ciudadanos o las que le venga en gana y le admitan. Lo indigno es hacerlo mientras se ejerce alegremente de representante de una institución pública en una democracia que (¡como todas!) garantiza el derecho a ser candidato o candidata a todo ciudadano o ciudadana mayor de edad y respetuosa de la ley.

5.- Si me permiten entrar en un mínimo detalle, el clasismo en las declaraciones de Azúa no es obvio sólo en lo referido a Ada Colau. Cuando coloca la premisa de “una ciudad civilizada y europea como Barcelona…”, cabe preguntarse si el ilustre filósofo y académico tendría las mismas dudas si se tratara de León, Cuenca, Almería o Badajoz. ¿O acaso para estas otras sí le valdría a Azúa un alcalde o alcaldesa con la “preparación” de Colau? Procede recordar que este señor es defensor a ultranza (como su padrino en la Academia Vargas Llosa o como tantos otros firmantes de declaraciones en defensa de “los libres e iguales”) de la igualdad de derechos de los españoles. Parece que esa igualdad tiene que pasar el filtro nacionalista e intelectual que ellos decidan, por supuesto.

Muy fan de... Félix de Azúa

6.- Da hasta pereza resaltar que los mismos que se quejan (a veces con razón) de ser tachados de “fascistas” por no aceptar vías de diálogo con los independentistas, se permitan calificar de “inquisidores” o “bolivarianos” a todos aquellos que discrepan de sus ataques machistas o clasistas. ¿Es tan difícil entender que las palabras de Azúa serían impresentables aunque se refirieran a Ana Botella o a Rafael Hernando? El ridículo que hizo la entonces alcaldesa de Madrid en su defensa para la sede olímpica (“relaxing cup of café con leche”) la enviaba a su casa, ¡no a una dignísima pescadería! El insulto permanente de Hernando a las víctimas del franquismo debería devolverlo a cualquier actividad privada, ¡no a los duros invernaderos de El Ejido!

7.- Tienen razón quienes aducen que es injusto cargar sobre Félix de Azúa el machismo que caracteriza a la Real Academia Española de la Lengua. Una institución que tardó 266 años en admitir a una mujer o en la que sólo hay siete nombres femeninos entre sus 46 plazas adolece de una desigualdad aún más pronunciada que en instituciones políticas, empresariales o periodísticas (públicas y privadas). La RAE “limpia, fija y da esplendor” al español, o al menos eso presupone su lema. Y en sus filas se han colado desde siempre nombres más dignos de otras causas, del mismo modo que fuera de ella han ejercido muchos de los autores que más luces han aportado a nuestro idioma. No es obligatorio estar. Si alguien prefiere, como dice Azúa, dedicarse a la jardinería por hartazgo de nuestra democracia, nuestros medios, nuestra política… simplemente puede irse a casa. Y seguir opinando desde allí lo que le dé la real gana. Del mismo modo que a Azúa la parece que la gente "vota borracha", hay renombrados académicos que a uno le recuerdan a esos locuaces bebedores que siguen despotricando solos, de todo, contra todo y por encima de todos, una vez cerrado el bar.

Por último, una coda que hasta vergüenza da expresarla. Quienes consideran que la crítica a Félix de Azúa es síntoma de “superioridad moral de la izquierda” deberían hacérselo mirar. Quizás obedezca a ese empeño en debatir desde posiciones de superioridad o inferioridad, en lugar de partir de un respeto al otro del que demasiado a menudo nos olvidamos. En las pescaderías y en las Reales Academias. En los medios y en las redes sociales.

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