El fin de ETA

Euskadi: dos años de normalidad pero sin avances políticos

El fin de ETA, dos años de vuelta a la normalidad sin avances políticos

Dos años después de que ETA anunciara el “cese definitivo de su actividad armada” en las ediciones digitales de Gara y Berria, la violencia ha desaparecido, pero quedan aún rescoldos en la política y en la sociedad. Tras la “liberación” que supuso aquel anuncio, en palabras del sociólogo Javier Elzo, se han sucedido los pasos en falso y las dudas. “ETA está acabada”, dice Ignacio Sánchez Cuenca, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III, pero los “flecos” no acaban de cortarse: los presos, las armas, la reconciliación. Y la sociedad vasca, resalta Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social, ha demostrado su madurez evitando reacciones de “resentimiento o de odio”. Sin embargo, el Plan de Paz y Convivencia del Gobierno vasco no acierta a ponerse en marcha y la política penitenciaria está tan bloqueada como la entrega de las armas. La doctrina Parot tiene muchas probabilidades de ser anulada mañana mismo por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lo que permitiría salir de la cárcel a unos 60 presos etarras.

EL FIN DE ETA

“Fue una liberación enorme”, recuerda Javier Elizo el 20 de octubre de 2011. “Trajo la normalidad, se nota en el clima en las calles”, asegura. Para Sánchez Cuenca fue el fin de ETA “a todos los efectos”. Gracias a la presión del Estado, por un lado, y a la de su brazo político, por otro, que “se dio cuenta de que le iba a ir mucho mejor si jugaba según las reglas del juego político y democrático”, ETA se quedó “sin margen para actuar”. Daniel Innerarity cree que aquella declaración careció por completo de “épica” porque los planteamientos de ETA estaban “agotados, eran ilegítimos e inaceptables”.

CAMBIOS EN DOS AÑOS

Elizo, miembro del equipo de investigación que elabora el Euskobarómetro sobre la opinión pública vasca, ve luces y sombras en estos dos años sin ETA. Entre las primeras, destaca las reuniones entre “víctimas y victimarios” y los planes de convivencia de Patxi López e Íñigo Urkullu, “aunque ambos son perfectibles”. Entre las segundas, que ETA no se decida a dar el paso de desaparecer,no se decida a dar el paso al tiempo que el Gobierno se “enroca en materia penitenciaria”. “La dispersión de los presos es una política mala, injusta e inhumana”, se queja el sociólogo, aunque reconoce que pudo tener su razón de ser en su momento. Sin embargo, ahora está perjudicando la “reconciliación”. “El PP es esclavo de la presión de algunas víctimas y de la derecha extrema mediática de Madrid”, lamenta Javier Elizo. En ese punto coincide con Daniel Innerarity y con Ignacio Sánchez Cuenca, quien cree que el Gobierno “no tiene ningún interés en cerrar el asunto”. “Prefiere correr el riesgo de que se produzca una escisión que vuelva a la violencia, antes de tomar ciertas medidas como el acercamiento de los presos, los beneficios penitenciarios o sentarse a hablar”, advierte. Y culpa también a las presión de parte de las víctimas y de la “derecha nacionalista española” de la “intransigencia cerril” del Ejecutivo. Que es “rehén”, dice, de los “intereses que él mismo creó”.

Tampoco Innerarity encuentra sentido en la dispersión de los presos. “El Gobierno ha tenido muy poca inteligencia a la hora de tomar medidas que dificulten la cohesión del mundo de la izquierda abertzale en torno a los presos”, lamenta. Según explica, Bildu es un “mundo atrapado por los presos, les condicionan terriblemente”. Por el contrario, la sociedad vasca está aplicando a este tema “la misma indiferencia” que aplicó la izquierda abertzale a las víctimas de ETA. Por eso no entiende que se hayan parado iniciativas como la vía Nanclares [proyecto de reinserción de presos de ETA puesto en marcha por el Gobierno del PSOE], que “no era una concesión ni una señal de debilidad, sino medidas que servían para que la izquierda abertzale tuviera menos argumentos y menos cohesión”.

¿Y AHORA QUÉ?

Establecer un clima de diálogo en el que participen hasta los más radicalizados es para Javier Elizo el primer paso. “Aunque yo ya he perdido toda esperanza con el PP, que sólo piensa en el corto plazo y tiene un discurso terrible”, se queja el sociólogo. Pero matiza: “Me refiero al PP de Madrid, que no es igual que el PP vascoel PP vasco; Arantza Quiroga o Antonio Basagoiti no tienen el mismo discurso que el ministro del Interior”. Sánchez Cuenca va más allá y reprocha al Partido Popular que incluso haya “endurecido” sus posiciones, “elevando el listón de sus exigencias” a la izquierda abertzale para “no escenificar el acuerdo”. A su juicio, se trata de un “caso insólito” entre los procesos de fin de terrorismo abiertos en el mundo.

Zapatero: “Este fin de ETA es irreversible”

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Innerarity divide el proceso de paz en cuatro etapas. La primera, terminar con el terrorismo sin pagar un precio político, “lo que habría sido una indignidad”. La segunda, deslegitimar la violencia. “Ambas están conseguidas”, destaca. La tercera debería ser abrir brechas en la izquierda abertzale, “actuando con inteligencia”. Y la cuarta, sacar adelante el Plan de Paz: “cómo construir una sociedad cohesionada en entornos difíciles para la convivencia, como los pueblos pequeños con gran influencia abertzale”.

Tanto Innerarity como Sánchez Cuenca vuelven sobre la importancia de los presos de ETA. “Son siempre los más radicales quienes imponen su discurso e impiden las salidas individuales”, explica el catedrático de Filosofía Política. Por eso cree Innerarity que la política debe ser evitar que los duros condicionen al resto: “Hay que hacer lo contrario de lo que quiere ETA”. Sánchez Cuenca, por su parte, pide “crear coartadas para conseguir la entrega de las armas”. No sólo acercando los presos y reanudando las vías de inserción, sino también sacando a Arnaldo Otegi de la cárcel: “ETA se reserva el papel de vigilante; no quiere dejarlo todo en manos de la izquierda abertzale, porque no se fía”.

Para mañana, el primer reto: la doctrina Parot. “Si el Tribunal Europeo de Derechos Humanos la anula, se va a presentar como una victoria de ETA, cuando no lo es”, advierte Daniel Innerarity, quien culpa de ello a la “sobrerreacción” del Gobierno en este tema. “La extrema derecha española”, argumenta, “hace demasiado caso al discurso de ETA. Si ETA dice que va ganando, ese sector lo repite. Y no es verdad, porque ETA ha perdido estrepitosamente”. Innerarity achaca ese discurso “torpe” al ex ministro Jaime Mayor Oreja, cuando decía que ETA siempre decía la verdad. “Pues no, ETA mata y lo que menos le importa es mentir. Así que a ETA no se le debería creer nunca y es irresponsable que haya quien lo haga”.

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