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Elecciones

2016 acogerá entre dos y cuatro citas con las urnas

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2015 acabó con la resaca electoral de las elecciones generales del 20 de diciembre... y el nuevo año empieza con nuevos comicios en el horizonte. Lo que se sabe por el momento es que habrá dos citas ineludibles en Galicia y el País Vasco. En ambas comunidades se celebrarán elecciones autonómicas, como muy tarde, en otoño. Sin embargo, el panorama a día de hoy sigue estando muy abierto. Ninguna fuerza ha confirmado sus candidatos y está por ver también qué coaliciones se forman en el ámbito de la izquierda tras la irrupción de Podemos. 

Más abierto está el escenario en Cataluña tras el insólito empate de la asamblea en la que los militantes de la CUP estaban llamados a decidir si sus diputados apoyan o no la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat después de tres meses de negociaciones. Está previsto que sea la dirección del partido anticapitalista la que, este 2 de enero, ponga fin al bloqueo de la situación política catalana tomando una decisión al respecto. También es posible la convocatoria de nuevas elecciones a nivel estatal. La enorme división del Congreso tras las elecciones del pasado 20 de diciembre hace ineludible la búsqueda de pactos y alianzas. Para evitar la celebración de nuevos comicios, España deberá contar con un nuevo presidente del Gobierno antes de la primavera de 2016.

infoLibre detalla a continuación las claves de estos cuatro escenarios: 

Elecciones en Galicia 

Galicia, feudo tradicional de la derecha, celebrará elecciones autonómicas en 2016. Los conservadores encaran esta cita que, como tarde, será en otoño, mermados por los últimos resultados electorales. Aunque el objetivo es agotar la legislatura, la dirección del PP no descarta adelantar los comicios dependiendo de la situación en el resto del país. 

En las municipales de mayo de 2015 los conservadores perdieron 181.238 votos respecto a 2011 y las mareas ciudadanas –las candidaturas unitarias de izquierda integradas por Podemos, Esquerda Unida y los nacionalistas de Anova– le arrebataron sus mayorías absolutas en A Coruña, Santiago y Ferrol. Mientras, el PSOE mantuvo amplia mayoría en Vigo, la ciudad más poblada de Galicia. Respecto a las diputaciones, los conservadores sólo lograron preservar la de Ourense. 

El líder del PP gallego y también presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, llegó tocado a las generales del pasado 20-D. Y en estos comicios tampoco le fue bien. Encajó el peor resultado desde 1982 –perdió casi 260.000 votos en relación al resultado de cuatro años atrás– y logró arañar 10 diputados, cinco menos que en 2011 y dos menos de los fijados por la dirección del partido como objetivo. 

Por el momento es una incógnita si Núñez Feijóo repetirá como candidato o si dará el salto definitivo a la política nacional después de años apuntando como uno de los líderes de futuro del centro derecha. No obstante, la fragmentación del voto le ha situado como uno de los barones territoriales del PP que tiene más fuerza actualmente y el único que mantiene una mayoría absoluta. La falta de tirón de Ciudadanos en Galicia –en las generales obtuvo el 9,07% de los votos, el segundo porcentaje más bajo sólo por detrás de Euskadi– reduce las opciones de suma del PP ante un previsible descenso de sus apoyos. 

Los socialistas que lidera José Ramón Gómez Besteiro mantuvieron este 20-D los resultados de 2011 en diputados. Aunque la sensación es que lograron salvar los muebles, bajaron seis puntos en porcentaje de voto y perdieron la segunda posición en favor de En Marea, que les superó en número de sufragios.

El PSOE tendrá que convocar primarias para elegir a su candidato a la presidencia de la Xunta, una vía que se puede complicar para Gómez Besteiro si la jueza de Lugo Pilar de Lara mantiene su imputación en relación a la operación de compra de un piso en Lugo, especialmente sobre varios pagos en efectivo que considera extraños. Gómez Besteiro cuenta con el apoyo de Sánchez y su situación está en línea con el Código Ético del PSOE, que establece que la dimisión de los cargos públicos y orgánicos es obligada sólo ante el inicio del juicio, pero choca con otros casos de imputados en el partido, quienes sí dejaron el cargo.

Por otro lado, el 20-D dejó en Galicia una fuerte irrupción de En Marea, la coalición de Podemos, Esquerda Unida y Anova apoyada por las mareas municipales, que con seis representantes empató con los socialistas, a los que superó en número de votos. Está por ver ahora si el Bloque Nacionalista Galego (BNG) se integra en ese frente de izquierdas después de perder los dos diputados que tenía en el Congreso en estas generales, en las que el partido nacionalista optó por concurrir en la lista NÓS-Candidatura Galega. Por lo pronto, el sábado 26 de diciembre el líder de Anova, Xosé Manuel Beiras, tendió la mano al BNG para "reduplicar la potencia" de En Marea

Elecciones en el País Vasco 

Ineludible es también la cita electoral en el País Vasco, aunque la carrera hacia estos comicios se juega por el momento sin candidatos definidos. En el PNV todo apunta a que el actual lehendakari, Iñigo Urkullu, repetirá como cabeza de lista. El objetivo de los nacionalistas vascos es ganar las elecciones, aunque admiten que el tiempo de mayorías absolutas se ha acabado. Por eso preocupa especialmente en qué situación pueda quedar el PSOE, que salió muy tocado de las municipales de mayo, en las que perdió casi 19.000 votos; y más si cabe de las pasadas generales, en las que se quedó sin el 36,7% de los votos que consiguió en 2011.

El PNV es la formación que menos desgaste parece haber sufrido en los últimos años. En las municipales de mayo aumentó en casi 35.000 los apoyos respecto a similares comicios recuperando los votos que perdió EH Bildu principalmente en Gipuzkoa y Bizkaia. Ese efecto se vio también en las tres diputaciones forales, muy relevantes en Euskadi por sus competencias en materia de recaudación e inversión. En las tres, en conjunto, los abertzales perdieron 31.000 votos, mientras que el PNV ganó 26.000. La mayoría de ese efecto se produjo en Gipuzkoa. 

La cita electoral de mayo de 2015 reflejó la pérdida de apoyo popular de EH Bildu allí donde estaba gobernando. 254.253 electores le dieron respaldo en estos comicios, por los 276.141 de 2011. La caída rozó, por tanto, el 8%. Sin embargo, más que en número de votos –que también–, la izquierda abertzale lo que perdió fue poder. Se quedó sin ayuntamientos emblemáticos como los de San Sebastián o Mondragón y perdió también la Diputación Foral de Gipuzkoa.

EH Bildu también salió especialmente tocada de las generales de hace apenas quince días. Perdió más de 100.000 votos, el 35,6% de los sufragios que logró la marcha abertzale hace cuatro años. El PNV, por su parte, perdió un 7% de los apoyos. La formación abertzale tampoco tiene todavía cabeza de lista, aunque todo apunta a que Arnaldo Otegi –todavía en la cárcel por el caso Bateragune– podría ser candidato a lehendakari. Otegi, cuya salida de prisión está prevista para 2016, podrá acogerse a la falta de precisión de su condena por inhabilitación (que no recoge para qué cargos es efectiva) para postularse. 

Mientras, Podemos encarará estos comicios pugnando por el segundo puesto con EH Bildu. La formación de Pablo Iglesias consiguió un muy buen resultado en las pasadas generales en Euskadi –primera fuerza en número de votos y segunda en escaños– aunque parece muy complicada la repetición de un resultado semejante en un escenario de elecciones autonómicas. La dimisión de la dirección regional a poco más de un mes de los comicios por la imposición de un candidato refleja que los electores vascos que optaron por la papeleta de Podemos lo hicieron animados por una campaña que el partido morado jugó en clave estatal. 

El PP, por su parte, afrontará esta cita con el reto de intentar no caer en la irrelevancia. El pasado lunes la secretaria general de los conservadores vascos, Nerea Llanos, sorprendió confirmando en una entrevista en RNE que el presidente del PP vasco y ministro de Sanidad en funciones, Alfonso Alonso, será el candidato a lehendakari. Sin embargo, se desdijo horas después afirmando que la decisión todavía "no está tomada". Situar a Alonso como candidato evidenciaría el empeño de los conservadores en retener el voto en Araba, provincia en la que tradicionalmente han salido más reforzados y en la que Alonso tiene cierto apoyo. Los últimos meses no han estado libres de turbulencias para los conservadores vascos. Arantza Quiroga dimitió el pasado octubre como presidenta del PP de Euskadi tras verse obligada a retirar una moción en el Parlamento vasco en la que rebajaba las exigencias respecto a la condena del terrorismo en el País Vasco. 

Elecciones en Cataluña 

El pasado domingo 27 de diciembre la votación que debía servir para que las bases de la CUP decidieran si investir o no presidente a Artur Mas para continuar con el proceso de independencia de Cataluña terminó con un empate exacto a 1.515 votos entre los partidarios de facilitar su investidura y los que se oponen a ella. Ese resultado no despejó las dudas sobre el futuro del todavía presidente de la Generalitat y dejó la decisión en manos de su máximo órgano entre asambleas, que se reunirá el domingo 3 de enero. En el aire está, por tanto, la posible repetición de las elecciones, que quedarían convocadas automáticamente el día 10 de enero si para entonces no se ha elegido un nuevo Gobierno.

Junts pel Sí (62) necesita del voto favorable de la CUP (10 escaños) para gobernar, sin que les valga su abstención, porque el resto de formaciones suman 63 escaños y podrían impedir que la coalición liderada por Raül Romeva formara gobierno. También valdría a Junts pel Sí la abstención de Catalunya Sí que es Pot –siempre que lograran también la de la CUP– aunque la formación que agrupa a Podemos, ICV y EUiA ya ha reiterado que no se plantea esta posibilidad, especialmente después de los resultados del 20-D que, a juicio de su portavoz parlamentario, Joan Coscubiela, "hacen inviable la investidura de Mas"

El diputado de JxSí Raül Romeva rechazó este lunes la petición de la CUP de hacer una nueva propuesta para desencallar la investidura del presidente de la Generalitat y aseguró que el "empate técnico" de la asamblea de los anticapitalistas "lo deben resolver ellos". La ecuación, por tanto, parece sencilla: o Mas logra el voto favorable de la CUP o habrá nuevas elecciones en Cataluña este 2016. 

Elecciones generales 

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Tampoco es descartable que haya nuevas elecciones generales en este año. La enorme división del Congreso tras las elecciones del pasado 20 de diciembre hace ineludible la búsqueda de pactos y alianzas. Para evitar la celebración de nuevos comicios, España deberá contar con un nuevo presidente del Gobierno antes de la primavera de 2016. Hay dos plazos estrictos: el de constitución de las cámaras, que será el 13 de enero; y el de investidura, que se limita a dos meses desde el primer intento.

El PP sumó el pasado 20 de diciembre 123 escaños. Para lograr la investidura se necesita mayoría absoluta en primera votación (176 escaños) o mayoría simple en la segunda. Así que los conservadores tendría que contar, al menos, con la abstención de los 90 diputados del PSOE, una posibilidad que el partido ha descartado; y de los 40 de Ciudadanos. Otra opción es que le apoyen tanto la única diputada de Coalición Canaria como la formación de Rivera, una alternativa que éste ha dejado abierta; y que PNV y los independentistas catalanes se abstengan, una posibilidad que ni ERC ni la marca de Convergència contemplan.

Tras la constitución del Congreso y del Senado empieza un período de consultas en el que el rey Felipe conversa con los grupos. Una vez que el monarca ha propuesto un candidato, el presidente de la Cámara baja convoca la sesión. Si el presidenciable no obtuviera la mayoría absoluta, el presidente del Congreso convocaría una nueva sesión cuarenta y ocho horas después en la que se celebraría una segunda votación, esta vez por mayoría simple. Si también esta votación resultara fallida, el proceso se repetiría cuantas veces fuera preciso a partir de una nueva propuesta de investidura. Los partidos dispondrían de dos meses para posibilitar una votación positiva. Si pasado ese tiempo no hay presidente se convocarían nuevas elecciones. 

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