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Britney Spears, una víctima más del patriarcado y de la violencia que sufren las mujeres

Cientos de manifestantes frente a los juzgados de Los Ángeles donde Britney Spears declaró para recuperar su tutela.

Faïza Zerouala (Mediapart)

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La sentencia acaba de conocerse. La jueza Brenda Penny ha rechazado la petición de la cantante Britney Spears, que reclamaba que se le retirase la tutela a su padre, Jamie Spears, según informaba el pasado jueves 1 de julio la prensa estadounidense.

La estrella del pop está sometida a la voluntad de su padre desde 2008, tras sufrir una depresión. En 2019, logró el levantamiento parcial de la tutela de su progenitor, encargado de gestionar su fortuna, pero no sus decisiones personales, que pasaron a manos de una tutora profesional.

Por su parte, Jamie Spears reclamó acto seguido a la Justicia una investigación para que “el tribunal pueda confirmar si el testimonio de Spears es exacto” o no, sobre todo en lo que respecta a sus cuidados. Según The New York Times, los abogados del padre de la cantante presentaron una demanda en estos términos: “O se demuestra que las alegaciones son ciertas, en cuyo caso deberán corregirse, o se demuestra que son falsas y la tutela seguirá”.

El 23 de junio, la cantante se había dejado oír públicamente para denunciar el comportamiento abusivo de su padre. Decía estar “deprimida” y “traumatizada” y reclamaba recuperar el control de su vida.

Fue hace una eternidad, en 2007, ante nuestra mirada atónita y la de los paparazzi que no daban tregua a Britney Spears. La estrella, entonces princesa del pop de la dinastía musical de los 2000, sacrificaba su melena dorada con maquinilla en una sórdida peluquería de Los Ángeles. De este modo, delante de los objetivos de las cámaras, mataba su atributo metafórico de novia inocente y virginal de Estados Unidos. Enseñaba al mundo entero que se hundía.

A la salida, tapándose la cabeza con una capucha, golpeó con un paraguas a los fotógrafos que la perseguían, entre burlas, asombro y extrañeza. Britney Spears toca fondo, se encuentra en pleno proceso de divorcio de su exbailarín Kevin Federline, que se queda con la custodia de sus dos hijos pequeños. Se hunde aún más en la depresión. En enero de 2008, era hospitalizada tras negarse a entregar a sus hijos a su exmarido. Britney Spears queda entonces bajo la tutela de su padre, Jamie Spears, al que nunca había estado especialmente unida. Tomó el control de sus finanzas y de todo lo demás.

Desde hace 13 años, ha perdido el control de su propia vida. Y el pasado 23 de junio, Britney Spears, de 39 años, lo largó todo ante el tribunal de Los Ángeles, en una audiencia celebrada a distancia. La estrella habló rápido, demasiado rápido, y explotó en todos los sentido. Tanto es así que la jueza Brenda Penny le pidió que hablará más lentamente. Las palabras que emplea la cantante son tajantes. Le resulta difícil resumir en 24 minutos su vida y las privaciones que dice haber sufrido en los últimos 13 años (se puede leer en este enlace). “No estoy aquí para ser esclava de nadie”, explicó.

El desgarrador testimonio de la cantante

La cantante no niega su enfermedad mental, ni siquiera que necesite apoyo terapéutico. Habla de su depresión y sus dudas, explica que es “buena” en lo suyo, pero que se encuentra “acosada” por su familia.

Y detalla lo que significa su falta de libertad. Por ejemplo, Britney Spears no puede casarse con el bailarín Sam Ashgari, con quien mantiene una relación desde hace cinco años. “Quiero poder casarme y tener un hijo”. También asegura que “llora todos los días”.

Por ahora, la mujer que dice que no puede tomar una decisión tan trivial como elegir el color de los armarios de su cocina tampoco puede tener un bebé. “Tengo un DIU para no quedarme embarazada. Quiero quitármelo e intentar tener otro bebé pero este equipo me lo impide”. La cantante contó que no se le permitía ir sola a la peluquería o a hacerse la manicura. También sueña con poder visitar a sus amigos que viven “a ocho minutos”, sin necesidad de permiso. En resumen, la cantante contó que también está “traumatizada” y explicó que no puede dormir ni sentirse sola.

Profesionalmente, su situación tampoco es mucho mejor. Le habló a la jueza de la época en que vivía en Las Vegas, entre 2013 y 2017, para dar conciertos. “Trabajaba siete días a la semana, sin días libres. Si no acudía a mis citas de 8 a 18 horas, no podía ver a mis hijos ni a mi pareja”, declaró.

En 2019, al límite de sus fuerzas, lo dejó y canceló su espectáculo, el elocuente Domination Tour, programado de nuevo en Las Vegas. La versión oficial fue que lo debaja para cuidar de su padre enfermo.

Britney Spears cuenta la venganza de su familia a la que tuvo que enfrentarse. Esta última supuestamente le pidió a su médico que le diera un tratamiento mucho más fuerte. “Tres días después de decir que no a Las Vegas, mi psiquiatra me sentó en una habitación y me dijo que había recibido montones de llamadas diciendo que no colaboraba durante los ensayos y que no estaba tomando mi medicación. Todo esto era falso. Al día siguiente me dio litio, sin ninguna razón. Me quitó la medicación que había estado tomando desde hacía cinco años. Y el litio era fuerte, muy fuerte. Ya ni siquiera podía mantener una conversación. Me sentí borracha”.

En su relato, Britney Spears acusa a su padre y denuncia el control que intenta ejercer sobre ella: “El control que tenía sobre alguien tan poderoso como yo, le encantaba. Le gustaba controlar hasta el punto de hacer sufrir a su propia hija al 100.000%”.

The New York Times se preguntaba en una investigación si esta tutela era demasiado invasiva. Jamie Spears sólo permitía a su hija gastar 2.000 dólares a la semana, cuando la fortuna de la cantante está valorada en unos 60 millones de dólares (unos 50 millones de euros), según Forbes.

Britney Spears seguirá siendo la mala conciencia de los medios de comunicación, del público y de todos aquellos que se ensañaron con ella, agravando la presión que ya soportaba. Durante la década de 2000, Britney fue la víctima expiatoria de nuestros impulsos insanos.

Una estrella muy joven, acosada por la prensa

Sin embargo, todo había empezado bien; una historia de esas bonitas que le gusta a Estados Unidos. Nacida en Luisiana, la joven Britney Spears estaba dotada de una hermosa voz, al menos su familia estaba convencida de que podría convertirse en una estrella. Para ello, de niña se presentó a una serie de concursos de canto, entró en el Club de Mickey Mouse a los 11 años y consiguió su primer éxito, “Baby One More Time”, en 1998. Con esta canción, en la que aparece vestida de colegiala en el vídeo, reventó las cifras de ventas. Su carrera estaba en marcha, había hecho fortuna. Luego vendrían el “¡Uy!... I Did It Again”, “Crazy”, “I'm a Slave 4 U”, “Sometimes” o “Toxic”. Más tarde, la canción “Pieces of Me” contará su vida cotidiana sobreexplotada por las revistas.

La maquinaria se había puesto en marcha y Britney Spears se convertía en una gran estrella que ya no era dueña de sí misma. De inmediato, todo el mundo juzga sus acciones. Se escudriñan las relaciones amorosas de la estrella y no se le perdona nada. Su ruptura con Justin Timberlake, su boda exprés de 55 horas en Las Vegas en enero de 2004 tras una noche de copas con un amigo de la infancia, Jason Alexander, o su tumultuosa unión con Kevin Federline.

La prensa le hace preguntas íntimas sin pudor cuando comenzaba su carrera. ¿Sigue siendo virgen según su voluntad?, le preguntan los periodistas después de que la cantante que empieza hable de su deseo de tener relaciones sexuales sólo después de su matrimonio. Su peso, sus peinados se comentan. Se pliega a las decisiones judiciales. En 2006, se le acusa de ser una mala madre, después de que su bebé se cayera a los seis meses.

Cuando empezó a salir con los iconos Paris Hilton y Lindsay Lohan, algunos medios de comunicación hacen apuestas sobre la fecha de su muerte. El bloguero Perez Hilton, que se disculpó hace dos días por su falta de empatía hacia ella, estuvo escudriñando cada movimiento de Britney Spears para alimentar su sitio. La cantante está en todas partes pero no dice nada. Espectadora de su descenso a los infiernos y silenciada desde hace 13 años.

Hoy, la historia de Britney Spears aparece como lo que es, fruto de los tiempos, un enésimo ejemplo de la violencia que sufren las mujeres. La cultura pop se considera un tema menor, en el que no merece la pena detenerse. Sin embargo, son muchas las ilustraciones de los males de la época. En su momento, Marylin Monroe fue una víctima, al igual que Amy Winehouse, desaparecida hace diez años. Recientemente, la millonaria Paris Hilton también reveló el lado oscuro de su vida en un documental; ha revelado que sufrió abusos sexuales, psicológicos o físicos en un instituto al que fue enviada. La estrella Lindsay Lohan ha desaparecido, también consumida por la depresión y las adicciones.

Aquí, una mujer, qué más da si se llama Britney Spears y es una gran estrella, denuncia el dominio de su padre sobre ella y sueña con recuperar el control de su vida y su cuerpo. La historia de la cantante no es baladí. Revela la violencia de este creciente control paterno sobre ella, el deterioro a lo largo de los años de su salud mental y también la manipulación de su familia. Su sufrimiento psicológico nunca se tomó en serio.

Su éxito, su riqueza, su fama deberían haber sido las claves de su bienestar, o al menos de su emancipación. Pero Britney Spears escapó a toda benevolencia y fue etiquetada con más calificativos infames que ninguna otra. La cantante fue objeto de burlas por sus problemas psicológicos o por los fallos en sus conciertos. No importa que Britney Spears fuera una estrella idolatrada; cuenta que sufrió, como tantas otras mujeres que no tendrán un altavoz semejante, la violencia patriarcal.

Un movimiento global en las redes sociales #FreeBritney

En la era del #MeToo, en un momento en el que las mujeres intentan hacer oír como pueden lo que llevan décadas gritando sobre la violencia sexista y sexual que asola nuestras sociedades, es difícil cerrar los ojos y los oídos. Desde luego, Britney Spears no es la primera que sufre depresión, diversas formas de violencia o adicciones en una industria del entretenimiento con evidentes prejuicios sexistas.

Los tabúes en torno al sufrimiento mental persisten. Antes de declarar ante la jueza, la propia Britney Spears no había confirmado nada sobre su día a día. Durante años, sus fans más fervientes venían dando la voz de alarma con el lema #FreeBritney en las redes sociales, pero no ha tenido eco al margen de los fans de la estrella.

Algunos llegaron a organizar protestas, convencidos de que la tutela de su ídolo era abusiva y de que su familia la retenía contra su voluntad. Observaron la cuenta de Instagram de la estrella, repleta de fotos en las que aparecía bailando felizmente, de nuevo convencidos de que eran gritos de auxilio ocultos tras una felicidad demasiado demostrativa para ser cierta. Algunos, por ejemplo, le pedían que se vistiera de un determinado color en su siguiente post de Instagram para indicar que necesitaba ayuda.

A raíz de todas estas revelaciones, la cantante pidió disculpas. En una foto publicada en Instagram, escribió a sus seguidores: “Me disculpo por haber fingido que estaba bien durante los últimos dos años... Lo hice por orgullo y también me daba vergüenza hablar de lo que había pasado”.

Ya ante el tribunal, se sinceró sobre su miedo a no ser creída. “Lo que viví fue humillante y desmoralizante y por eso nunca hablé abiertamente de ello. Y, sobre todo, pensé sinceramente que nadie me creería. [...] Pensé que la gente se reiría de mí y diría: ‘Está mintiendo, consigue todo lo que quiere, es Britney Spears...’”.

A principios de este año, el documental Framing Britney Spears, emitido en Amazon Prime, relataba el destino de la cantante y la espiral destructiva en la que se vio envuelta.

En ese momento, en Instagram, explicó que no había visto la película completa pero que le había “molestado el modo en que se la describía” y que había “llorado durante dos semanas” y “todavía a veces”. Una vez más, la estrella dice que le han robado la vida y que le han pisoteado su consentimiento.

Sin embargo, el documental tuvo algo de bueno al provocar el malestar de los medios de comunicación, que capitalizaron las desventuras de la estrella. “Lo sentimos, Britney. Todos somos responsables de lo que le ocurrió a Britney Spears”, se disculpó la revista Glamour en un post de Instagram, según informaba en febrero The New York Times.

Su exnovio Justin Timberlake –el mismo que erigió su éxito sobre su ruptura con su canción “Cry me a river”, en la que la acusaba injustamente de haberle engañado mientras estaban juntos– también entonó su mea culpa. Reiteró su apoyo a la estrella en un mensaje publicado en Twitter. “Después de lo que hemos visto hoy, todos deberíamos apoyar a Britney ahora mismo. A pesar de nuestro pasado, bueno o malo, y sin importar el tiempo que haya pasado... Lo que le está pasando no es justo. No se debe impedir a ninguna mujer tomar decisiones que afectan a su propio cuerpo”. La estrella Mariah Carey, que también es escrutada por sus fluctuaciones de peso y sus rarezas, tuiteó su apoyo a la estrella: “¡¡¡Te queremos Britney!!! Sé fuerte”.

“Merezco tener una vida”, reclamó Britney Spears. No parece haberlo considerado así la jueza, que esta semana sentenció que su padre siga manteniendo la tutela legal de la cantante.

La justicia devuelve a Britney Spears su tutela legal tras 13 años controlada por su padre

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Traducción: Mariola Moreno

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