La viabilidad del Gobierno y la credibilidad de la regeneración democrática Cristina Monge
Una campaña imposible: ¡Izquierdas, ríndanse!
No nos engañemos: es mentira que la campaña electoral se inicie este viernes. De hecho, para los principales partidos de la oposición (PP, Vox y el zombi Ciudadanos) la campaña empezó en noviembre de 2019, al minuto siguiente de anunciarse el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, tan “ilegítimo” para ellos como la moción de censura que en 2018 había sacado de La Moncloa a Mariano Rajoy después de la primera sentencia de la Gürtel. En este país, pese a los enormes avances de los últimos cuarenta años, sigue instalada una clave sistémica que arraigó en los tiempos de la Restauración y ha permanecido viva a través de golpes, república, dictadura, dictablanda, transición… Todo lo que no sean gobiernos de derechas (o con su permiso oportunista) serán Ejecutivos provisionales a los que hay que expulsar del poder cueste lo que cueste. A extender socialmente esa conclusión han dedicado recursos ingentes en el último siglo y medio todo tipo de caciques, aristócratas, banqueros, editores y pícaros de cuello blanco siempre dispuestos a nadar a favor de las elites dominantes.
Y ahí seguimos, como puede comprobarse en lo que viene ocurriendo desde la sorpresiva convocatoria de elecciones generales para el 23J y a pesar de que los márgenes favorables a la derecha más extrema desde la agonía del franquismo se van estrechando estos días. ¿Qué campaña electoral pueden hacer las izquierdas? A juzgar por los discursos hegemónicos (que a menudo contaminan a las propias fuerzas progresistas y acentúan sus complejos), ninguna vale.
Veamos:
- Ni Pedro Sánchez, ni Nadia Calviño ni Yolanda Díaz pueden presumir de los datos positivos de su gestión económica y social porque (según los mil quinientos sabios del análisis político y la demoscopia) la buena marcha de la economía no da votos, mientras que los restaría si fuera mal. (Así que uno no se explica los esfuerzos del PP y de sus altavoces mediáticos por negar el crecimiento económico, el récord en empleo y estabilidad del mismo, la inflación más baja de Europa, la eficacia de las medidas para reducir la factura de la luz… ¡Qué pérdida de tiempo si no da un solo voto!
- Tampoco pueden sacar pecho de la evidente desinflamación del clima político en Cataluña, porque resulta que quienes gobernaban cuando se produjo la mayor crisis constitucional desde 1978 han decidido que ellos no se equivocaron en nada y que lo que hemos vivido desde 2018 es simplemente una cesión absoluta del Gobierno español al independentismo. (No extraña que en ERC anden noqueados a la vista de tal conclusión y lo poco que les luce).
- No pueden las izquierdas advertir de los riesgos de una ola reaccionaria porque tal denuncia “no da resultado”, como ya se comprobó en Madrid, en Andalucía, en Castilla y León y en tantos otros lugares el pasado 28M. Así que nada de reivindicar el “no pasarán”, quizás es más conveniente un desenfadado “¡pista al artista!”, que en estos tiempos líquidos, gaseosos, de látigo fácil, no conviene enredarse en asuntos complejos y discursos “negativos”. ¿Cómo van a cargarse el derecho al aborto o a la eutanasia? ¡Ya está la izquierda poniéndose dramática!
- Los socios del Gobierno de coalición no pueden presumir de haber logrado “estabilidad”, porque tal rasgo político es exclusivo de las fuerzas conservadoras en la misma medida que el “rigor” en la gestión económica o la “responsabilidad” en cuestiones de Estado. ¿A quién importa que en los últimos cuatro años fueran cayendo coaliciones conservadoras en Madrid, en Murcia, en Andalucía, en Castilla y León… mientras se iban aprobando hasta tres presupuestos generales a escala estatal y resistían sin graves problemas los Ejecutivos autonómicos y municipales de coaliciones de izquierdas? ¿Qué más da que hasta tres veces estuviera hecho el acuerdo con el PP para renovar el Poder Judicial y que este lo torpedeara para mantenerlo bloqueado ya va para cinco años? ¡Bobadas! Todo eso da igual en comparación con las enormes grescas entre Iglesias y Sánchez, entre Díaz y Calviño o entre Irene Montero y Carmen Calvo. Que Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores Cospedal no se dirigieran la palabra durante dos años en el gobierno de Rajoy no causó el menor desgaste, tuvo que ser una condena por corrupción lo que acabó con aquella balsa de entendimiento.
Pedir simplemente la movilización de cualquier progresista y su participación el 23J ya arriesga de entrada la contestación de los permanentemente ofendidos: ¡tengo tanto derecho a abstenerme como usted a votar y no por ello soy menos demócrata!
- Pedro Sánchez no puede ir de programa en programa, de Motos a Ana Rosa, denunciando que ha sido víctima de una campaña de destrucción personal, de desinformación y engaño masivo a la que han contribuido poderes económicos y mediáticos desde hace cinco años. “El presidente confunde la crítica legítima con el odio”, claman los popes mediáticos y tertulianos que se sienten aludidos. Como si fuera tan difícil distinguir una crítica argumentada (por dura que sea) de un insulto, una infamia o un simple bulo. Los perspicaces que ven a ETA viva por todas partes no parecen capaces de diferenciar el periodismo crítico de un “sindicato del crimen”. ¿Cómo se le ocurre a Sánchez decir que ve una “desproporción” en los debates de los grandes medios entre analistas conservadores y progresistas? ¡Es de un victimismo intolerable! ¿Pero qué televisiones ve este señor?
- Yolanda Díaz no puede presumir de las bondades de la reforma laboral que (recordemos todos a una) iba a destruir millones de empleos y cerrar miles de empresas. Ahora que Feijóo ya no ve motivos para derogarla, falta un cuarto de hora para que nos cuenten que lo de Casero fue intencionado por parte del PP para salvar la normativa contra la que votaban (sólo por joder, claro). Ni tampoco puede Díaz hacer propuestas laborales y sociales de futuro o abrir debates valientes, porque realmente lo único que interesa a sus interlocutores es por qué “vetó” a Irene Montero en las listas de Sumar.
- No pueden, ni Sánchez ni Díaz ni nadie de sus equipos, denunciar con excesivo ímpetu los clamorosos retrocesos que los gobiernos autonómicos y municipales de PP y Vox vienen ejecutando, porque ese discurso le sirve a Feijóo para reclamar el voto útil: “Vótenme a mí lo necesario como para que no tenga que depender del bárbaro de Abascal”.
- Tampoco pueden Sánchez y Díaz mostrar un entendimiento excesivo, o simplemente una “competencia colaborativa”, no vaya a ser que se cabree la izquierda más “pura” y tache a Sumar de ser una panda de traidores al servicio de objetivos inconfesables.
- Pedir simplemente la movilización de cualquier progresista y su participación en las urnas el 23J ya arriesga de entrada la contestación de los permanentemente ofendidos: ¡tengo tanto derecho a abstenerme como usted a votar y no por ello soy menos demócrata!
Podríamos continuar con unos cuantos “no pueden” más. Y cada lector tendrá, seguro, ejemplos que añadir. La conclusión es sencilla, y abona la principal estrategia a la que están entregadas las derechas en este ¿inicio? de campaña: tras el 23 de julio, sí o sí, tiene que formarse un gobierno (ultra)conservador en España, ya sea con Vox, o con el apoyo de PNV, Coalición Canaria y un etcétera que ya se verá (de inestabilidad y tal ya otro día hablamos) o con la abstención del PSOE forzada por barones, Cebrianes, Guerras y otros gurús encantados en primer lugar (siempre) consigo mismos y en segundo orden con un bipartidismo tan ajeno a la realidad plural, moderna y diversa de España como Extremoduro actuando en la boda de Tamara.
P.D. Una vez más, y a pesar de todo, uno sigue confiando en la razón y en el corazón de una mayoría de demócratas que en España son conscientes de lo que hay en juego este 23 de julio. Y, efectivamente, quedarse “mirando” es una opción legítima. Y tan legítimo o más (permítanme) es no aplaudirla sino reivindicar la acción. Este mismo viernes, desde infoLibre, hemos convocado a socias, socios, lectores y referentes de la cultura, el arte, la literatura o la música para leer extractos de Orlando, de Virginia Woolf (ver aquí). Porque no hace falta que nadie haga pronósticos sobre la ola reaccionaria que “se avecina”. Es que ya está aquí. Ya ejerce prohibiciones, cancelaciones y censuras. Los derechos que no se defienden, se pierden. Usted mism@.
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