Los zapatos de tacón y la delgadez extrema

Nieves Sevilla Nohales

¡Qué alegría tan grande me ha producido la rebelión de varias mujeres que en el festival de Cannes han decidido bajarse de los tacones, de los andamios y caminar por la alfombra de manera natural, con zapatos planos e incluso descalzas!

Y sobre todo que hayan sido unas actrices de renombre, iconos del cine y del mundo del espectáculo, porque no me cabe la menor duda de que influirán en otras mujeres y quizá, con suerte, ayudarán a las demás a imponer su propio criterio y a no dejarse llevar por modas estúpidas y peligrosas para la salud. No solo para la salud física sino también para la salud mental. Espero que cunda su ejemplo y que, sobre todo, las más jóvenes encuentren en este acto de rebeldía la fuerza que tal vez necesitan para ser ellas mismas.

Nunca he entendido dónde radicaba ese plus de belleza y seducción que se supone que produce llevar unos zapatos tan altos que impiden moverse con naturalidad, que obligan a desplazarse sobre las puntas de los pies, que carecen del equilibrio necesario para caminar con libertad, que obligan a que el cuerpo se desplace hacia adelante perdiendo la espontaneidad y la precisión en el movimiento. ¿Dónde está el embrujo, dónde el encanto? ¿Por qué una mujer semiparalítica que anda como un pato mareado es seductora? 

Una mujer sobre taconazos es una mujer frágil, casi quebradiza. Va a necesitar tu apoyo, hombre protector, para desplazarse. Pobrecita, no va a poder ser independiente. Es todo un símbolo.

Lo paradójico es que mientras que a las mujeres las suben sobre andamios, los hombres encuentran en el mercado los zapatos más cómodos de toda su existencia, amplios, planos y de piel suave. Que el señor ande cómodo, que no sufra ni la más leve rozadura, ni la más mínima molestia.

Una mujer sobre taconazos es una mujer frágil, casi quebradiza. Va a necesitar tu apoyo, hombre protector, para desplazarse. Pobrecita, no va a poder ser independiente

¿De qué estamos hablando? De machismo, naturalmente; de un machismo ancestral que se mantiene a lo largo de los siglos, pero nunca en la historia de occidente se había llegado a este extremo de sumisión a través de los zapatos.

Y existe también, en relación con la moda, otro aspecto preocupante. Las mujeres han de estar cada vez más delgadas, muy, muy delgadas, comer como pajaritos, no engordar ni un gramo. Se someten a dietas extremas que también son peligrosas para la salud; muchas tienen un aspecto débil, con la fragilidad de una persona enferma. Toda la ropa está concebida para esos cuerpos esqueléticos; si tienes cien gramos de más, ya no te queda bien. Pobrecita, estás gorda, tienes que adelgazar un poco más. Y si terminas anoréxica o bulímica, como les sucede a muchas adolescentes, es tu problema.

Sin embargo, ¿cuál es el prototipo masculino de nuestra época? Fuerte, fornido, escandalosamente musculado, opuesto al modelo femenino. Se trata de un símbolo. Otro símbolo de dominación masculina. 

Esto no tiene que ver, por supuesto, con la capacidad intelectual. La mujer en este aspecto sobresale en muchos campos y en otros está a la par que el hombre. Y, reconocida ya socialmente su capacidad, es preciso que siga siendo frágil, que necesite el sostén del hombre y su protección. Y, aunque parezca una simpleza, no lo es: ahí están los taconazos y la delgadez extrema, que son símbolos machistas.

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Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.

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