Las redes sociales ya viven en un mundo butleriano, ¿y 'nosotres'?

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Cada vez es más común escuchar en intervenciones políticas, medios de comunicación o ambientes educativos expresiones como “todas y todos”, “ciudadanos y ciudadanas”, “alumnos y alumnas”, entre otras, con el fin de reconocer la diversidad de género entre quien escucha. Esta fórmula lingüística, conocida como lenguaje no sexista, parece estar ganando aceptación; cada vez son más las personas que la usan y dejan atrás el masculino genérico. Menos acogida tiene el lenguaje inclusivo, que se decanta por el uso de la “e” o la “x” donde irían una “a” u “o”. Este, que se utiliza en su mayoría en redes sociales (aunque también en algún artículo periodístico), no termina de traspasar las fronteras de internet.

En el movimiento a favor del lenguaje no sexista o inclusivo, se argumenta que el uso del masculino genérico invisibiliza a las mujeres y a las identidades no binarias. En esta búsqueda por modificar nuestra lengua para reflejar e incluir a toda la sociedad, se encuentra la influencia de la filosofía de género, encabezada por destacados pensadores y pensadoras como Judith Butler, principal exponente de la teoría queer y persona de género no binario que emplea los pronombres neutros (en español “elle”, en inglés “they”) para referirse a sí misme (aunque también acepta los femeninos).

Para entender la relación de su pensamiento con el lenguaje inclusivo hay que comprender cómo interpreta Butler el género. Asegura que la identidad de género de cada persona no es un atributo que nos venga dado “por naturaleza”, no es algo que “somos”, sino que es más bien un hacer, un actuar, “el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales”, según explica el filósofo Aitor Francisco Della Ventur.

Los estudios de Butler de la década del 90 propiciaron la idea de que el lenguaje constituye un factor determinante en la construcción y reproducción de las normas de género. Le filósofe señala la presencia de una serie de sistemas de dominación que cohíben y encasillan a las personas en categorías binarias de género, donde el lenguaje podría constituir una herramienta más de dominación. Carolina Tosi, doctora en Letras, especialista en Lingüística e investigadora del CONICET, explica cómo “para Butler el sujeto se constituye como tal al entrar en la normativa del lenguaje, por lo tanto si no está incluido en las formas dominantes, queda excluido”. Al colocarse una persona “fuera del campo de lo enunciable”, es decir, cuando no ve representación posible en el lenguaje, “se pone en peligro el estatuto de una persona como sujeto”. Esta es la denuncia que se hace desde el colectivo LGTBIQ+, que muchas veces no se siente representado en el discurso dominante. Y es especialmente el caso de las personas no binarias o las personas trans, que a menudo son tratadas y nombradas desde un lenguaje que no les representa o directamente les excluye.

Milagros Lagneaux, investigadora del uso del lenguaje inclusivo y licenciada en comunicación social, no está de acuerdo con la frase que dice “lo que no se nombra no existe”: “Lo que no se nombra claramente existe, puede no tener lugar en el campo discursivo, pero pensar que la normativa del lenguaje es la que garantiza la existencia es algo a poner en crisis”. Una cosa es existir en el discurso y otra cosa es la existencia real, por mucho que no se nombren a ciertos colectivos o no se les reconozca, siguen existiendo.

Y es que al final, en nuestro día a día “podemos ser nombrades por nosotres mismes” pero la realidad es que somos continuamente “nombrades por otres”, según Lagneaux. Esto hace que muchas personas y colectivos sufran “violencia simbólica” y no se les reconozca como debería. El lenguaje, además de construir, tiene una gran capacidad para “destruir y excluir a las personas”.

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Butler, desde su filosofía, ha apoyado y visibilizado la existencia de identidades más allá de la concepción clásica de hombre y mujer (que no encajan en los cánones binarios de la sociedad, pero tampoco en los del lenguaje). “Es posible ser trans y no identificarse con el género que se nos ha sido asignado en nuestro nacimiento, o también es posible seguir considerándose mujer, pero por ejemplo, una mujer que no usa falda o seguir considerándose varón, pero un varón que sí usa falda”, explica Lucía Niklison, doctoranda en Lingüística y becaria del CONICET.

El lenguaje es algo vivo, y Niklison ve una similitud entre este y la identidad de género, pues ambos se crean y recrean mediante la interacción y la repetición. Esto permite que el lenguaje se vaya adaptando a las necesidades de la sociedad, y actualmente es cada vez más evidente la importancia de nombrar e incluir en los discursos a las identidades que históricamente han sido silenciadas. De esta manera, el lenguaje, con su capacidad de actuar sobre las percepciones sociales, podría ser intervenido “con el fin de lograr la visibilización de las mujeres y mostrar una apertura hacia las disidencias sexuales”, según Tosi. Para ello sería necesario ir más allá del lenguaje no sexista, las “damas y caballeros” no deben ser los únicos incluidos en los discursos.

El lenguaje inclusivo es la vía con la que Butler está más de acuerdo, pues “rompe el binarismo de la misma manera en la que lo ha roto la performatividad del género”, según Niklison. En definitiva, el lenguaje inclusivo podría ser considerado una herramienta para desafiar los sistemas de opresión y promover la igualdad y la visibilidad de todas las personas.

Cada vez es más común escuchar en intervenciones políticas, medios de comunicación o ambientes educativos expresiones como “todas y todos”, “ciudadanos y ciudadanas”, “alumnos y alumnas”, entre otras, con el fin de reconocer la diversidad de género entre quien escucha. Esta fórmula lingüística, conocida como lenguaje no sexista, parece estar ganando aceptación; cada vez son más las personas que la usan y dejan atrás el masculino genérico. Menos acogida tiene el lenguaje inclusivo, que se decanta por el uso de la “e” o la “x” donde irían una “a” u “o”. Este, que se utiliza en su mayoría en redes sociales (aunque también en algún artículo periodístico), no termina de traspasar las fronteras de internet.

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