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María León: "Soy feminista y no me interesa que algunos políticos me inviten a coser un botón"

María Granizo Yagüe

Su rostro dulce, angelical, la traiciona. Pisa fuerte por la vida haciendo honor a su apellido. Leona, andaluza y familiar por los cuatro costados. Le gusta arriesgar, “ir siempre a la contra por carácter”. Sabe lo que es estar Con el culo al aire y venirse de Allí abajo para hacer los madriles y llegar a ser estrella de pantalla. Lleva en su sangre el gen del circo y de la interpretación. Quiso ser mujer bala pero se quedó en actriz. En una intérprete que, con recién cumplidos 36 años, ya tiene un Goya, una Concha de Plata y una amplia estantería abarrotada de premios que la sitúan en la historia de nuestra cultura y en el mástil del orgullo de un hermano que, como hizo con su madre, le ayudó a soñar.

María León vive rápido y dispara por su boca con la misma naturalidad que el clan de actores con los que se crio: le dijo al ministro Montoro que dejara la cartera ministerial porque su sitio era “estar junto a Jorge Javier Vázquez en Sálvame, discutiendo cosas que no tienen sentido”; replicó a la diputada de Vox, que proponía ”como cura al feminismo coser botones”, con un sentido “me tengo que retirar para no sufrir”; y define al partido de Abascal como “una mala película, en la que no tendría que haber público”.

Sus ojazos de luciérnaga despierta, calcamonías de los de su hermano Paco, le permiten ver con claridad la realidad que le rodea. Por eso, ni el éxito ni ser ya una de las actrices más cotizadas de nuestro cine, la ciegan: “Me da vergüenza la poca humanidad, no puedo evitar siempre ponerme en el lugar del otro. Qué difícil es defender y qué fácil criticar. Yo me voy a lo difícil: defiendo y no juzgo”.

La benjamina de la piña León

María León sobrevive de la alegría que le confiere ser andaluza de cepa y sevillana del barrio de Triana: “Me cuesta la tristeza”. Por eso es fiel, como todo su clan familiar, al principio de que “la vida es tan bonita que parece de verdad”. Un optimismo que, como digna León, contagia: “Hay que vivir, saber elegir y decidir. Lo malo es cuando uno vive y no decide”. Defendiendo el valor de la educación pública, en la que ella estudió, y combatiendo el abandono escolar prematuro, no dudó en hacer una campaña solidaria en la que afirmaba con rotundidad que “el mejor premio que obtuve en mi vida fue terminar la escuela”. Y a eso no le ayudaron mucho en casa.

La menor del clan León fue la tercera de los tres hijos de un matrimonio muy joven. Su madre, “la jefa” en su agenda del móvil, con apenas 22 años ya sabía lo que era la maternidad por partida doble. Guapa y “con muchos vecinos que se la rifaban, sólo hizo caso al que le ofreció medio bocadillo de jamón en un baile”. Había tenido dos niños con menos de un año de diferencia: Paco y Alejandro. Descendiente de militares e “hija del cuerpo”, de un guardia civil, la matriarca de los León, Carmina Barrios, se casó con Antonio, un tabernero hijo también del Guadalquivir que regentaba una venta del abuelo, “un buenazo, al que fusilaron por ser republicano”. Aquella fonda, famosa por sus jamones y chacina, estaba en la hispalense Barriada de Su Eminencia: una encrucijada de calles de obreros, de familias venidas de pueblos de la región que durante la dictadura luchaban por la libertad a su manera, unos metidos en las peñas y otros en la clandestinidad. Entre aquella taberna al borde de la carretera y una humilde casa próxima, nació María León Barrios diez años después que Paco, el hermano mayor. Rubia, menuda, y con los ojos tan celestes como el firmamento al que le acerca su carrera, se acurrucó en los brazos del primogénito y, desde entonces, nada les ha separado: “La familia unida jamás será vencida”.

La fascinación del familiar mundo circense

La pequeña de los León que cada día se parece “más a mi madre, cada día estoy más acarminada” pese a tener “una infancia muy feliz, de niña me sentía libre porque no tenía que protegerme de nada”, no tuvo, al igual que sus hermanos, más motivaciones para estudiar que la voluntad propia: “Nuestra madre nos decía si hacía mucho calor, que no fuéramos al colegio. Si veía a Paco estudiando, le decía que dejara los libros que se iba a volver loco. Habernos criado en esa anarquía nos ha hecho autosuficientes, ser como somos hoy. Desde luego nadie podrá decir que hicimos las cosas por inercia sino porque nos salió hacerlas, por voluntad propia. Eso sí, nuestros padres siempre han hecho caso a nuestras opiniones, desde muy pequeños”.

Aquella particular pedagogía podía haber salido mal, pero no fue así: el segundo de los hermanos, Alejandro, hizo la carrera profesional de militar y la ejerce destinado en Turquía. Paco, el mayor, comenzó a estudiar interpretación cuando finalizó COU pero, como los demás, ya con quince años contribuía a llevar a casa las habichuelas trabajando como payaso en las comuniones de “los niños pijos”, como camarero, como hombre-pollo publicitario en supermercados, y en todo lo que se podía. Ahora, con la Medalla de Andalucía y los premios y nominaciones más importantes del cine y la televisión, es uno de los más laureados cineastas y actores de nuestro país. A María, heredera de la locuacidad, ternura y desparpajo de su madre, le tiraba el mundo del circo desde chica: llenar tardes de fantasía “viendo a los tíos abuelos paternos actuar en el Circo Mundial” le marcó para siempre. Le atraía la magia, la libertad y las luces de aquel mundo. Allí también mamó un principio que le acompaña siempre: “Donde está la dificultad, hay aprendizaje”.

Buscando el sueño de la interpretación a ritmo de Morente

Con el sabor de su tierra en un tupper, el aroma irresistible de las papas con choco de su madre, y Generalife en sus oídos y en su corazón, la canción de Enrique Morente que se convirtió “en la banda sonora de mi vida”, María se instaló en Madrid. Impulsada por su hermano ya convertido en el famoso Luisma de Aída, comenzó a estudiar interpretación en Platea coincidiendo con la guionista que se convertiría en su cuñada. Con la primera herida que le infirió un profesor diciéndole que su marcado acento andaluz era un problema porque no se le entendía, María trató de aferrarse al salvavidas familiar que le había inculcado su madre: “La mejor medicina: el sentido del humor que ahorra muchos psicólogos” y, en vez de alejarse de sus raíces, respiró mucha tierra: “Hablo hasta diez veces al día con mi madre por teléfono y llegué a hacerme un día Barcelona-Madrid-Sevilla solamente por darle un besito y decirle que la quiero”.

Huyendo de convertirse en “boquerón dormido que se le lleva la corriente”, continuó buscando colarse en unos escenarios que trataban de recuperar la vitalidad que los atentados del 11M habían barrido de la capital. Año y medio después, en 2006, extrañando su sitio, “la casa de mi madre y de mi tata de Sevilla”, la hermana chica de Paco León debutó en la televisión con la serie “SMS, Sin Miedo a Soñar”. El camino comenzaba a despejarse.

Después llegaron otras series, Hospital Central, Una bala para el Rey y Aída. Años de inicios en los que la Leona percibió en primera persona las dificultades de los jóvenes por salir adelante: “Yo no entiendo de política pero sí de supervivencia. No tenemos políticos de talla. Ante tantas tonterías como dicen y hacen, yo prefiero tirarme a las calles, mirar a la gente a los ojos de verdad y dejar de vender basura. ¿Qué están solucionando en el país? Yo me siento española y andaluza. Me siento de dónde soy. He viajado mucho y cada vez que vuelvo a mi país, vengo con el corazón abierto. Después veo lo que hay y me dan ganas de llorar, vomitar y pegar como ellos. Pero yo no voy a pegar, si acaso, vomito en casa”.

'La Voz Dormida' gritó su nombre y 'Sin Fin' se quedó en su corazón'La Voz Dormida' gritó su nombre y 'Sin Fin' se quedó en su corazón

Militante del compromiso social irrenunciable de quien hace de sus raíces su esencia y con el superpoder del clan León de hacer reír y de reírse, “reír es lo que mejor se me da y lo que más hago”, la comedia Fuga de Cerebros la situó, por fin, en las pantallas del cine en 2009. Y mientras escuchaba copla y el singular flamenco de Soleá Morente que ponen música a su vida, le llegó muy despierta La Voz Dormida de Benito Zambrano, que le invitó a convertirse en la valiente Pepita de la posguerra. Con ella se reafirmó en que “cuando la política se vuelve ingobernable, como en nuestro país, donde el pueblo es maravilloso, lo que tienen que hacer derechas e izquierdas es ponerse de acuerdo en lo fundamental para que avancemos. Salimos de una guerra hace muchos años. De ahí, no vamos a sacar nada. Hay que darse la mano, mirarse a los ojos y no pegarse tanto. Tienen que escuchar más. A mí me interesa la opinión del otro, aunque no esté de acuerdo. Lo que no me interesa es que me peguen, me hagan sentir que soy una mierda y que me tengo que poner a coser un botón”.

Aquella película, basada en la novela de Dulce Chacón, trajo también a su hermano Paco “uno de los momentos más felices de mi vida” cuando María, antes de recoger el Goya a la mejor actriz revelación, volvió hacia atrás sus pasos para abrazar a quien tanto le había guiado. La misma película le valió el galardón del Festival de Cine de San Sebastián y dejar de ser para siempre, en su currículum, la hermanísima. Con su nombre y su hacer en una docena de series de televisión y trece largometrajes en apenas dieciséis años de profesión, María, también romántica, no duda en recomendar una de sus cintas favoritas sobre la trascendencia del amor: “Sin Fin, un sueño de película de los hermanos José y César Esteban Alenda, al menos para mí lo fue. Poco imparcial en los sentimientos, alza la voz y el orgullo de haberse puesto a las órdenes de su querido León también director y descubrir al mundo las dotes interpretativas de la madre que los parió en Carmina o Revienta y Carmina y Amén.

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Entre flamenco, 'Arde Madrid' y 'La Casa de las Flores' está el deleite

Intentando que la vida le suene muy alto “todo el rato, y a Morente”, la menor de la familia sevillana de actores sigue barriendo para casa y recomienda dejarnos llevar por el desenfreno y la leyenda del animal más bello del mundo en Arde Madrid. También por la intriga de la telenovela millenial La Casa de las Flores. Y para no perder “la templanza por las injusticias” de una sociedad machista, la actriz “indomable y disfrutona” nos invita a masticar y saborear las páginas de Morder la manzana de Leticia Dolera para que “las mujeres se apoderen de su vida y de su destino”. Honrada, después de echar la vista atrás para revisar su caminar, no se muerde la lengua ni para reconocer su peor trabajo: “Mi personaje en El autor se quedó vacío, nunca entendí a esa mujer ni me dieron la oportunidad de contarla”.

Recordándonos que su cielo “es un lugar con libertad y respeto, donde no se juzgue a nadie y en el que cada uno sea como quiera y viva como quiera” y que ese paraíso sólo lo encuentra “con mi gente y en la casa de mi madre”, María León despide su Playlist para tener otra de las cenas de sus sueños: “Una con mi madre y con lo que es para mí la marca España: el jamón, el aceite de oliva, el marisco de Galicia, las guindillas del Norte, el pimentón de La Vera. Un pueblo de gente trabajadora, que sabe reciclarse y que defiende sus raíces. Somos gente de categoría, de liga, de campo, de mar y de río. Gente de la que me siento muy orgullosa. Una España en la que el insulto no hace callo, sólo ruido”.

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