Buzón de Voz

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La mejor noticia del último mes lleva el nombre de Teresa Romero. El lunes 6 de octubre fue ingresada en una habitación de aislamiento del menguado hospital Carlos III de Madrid, tras confirmarse que estaba infectada por el virus ébola. Este miércoles, 5 de noviembre, ha recibido el alta porque está completamente curada. Lo ha logrado por su propia fortaleza y con la ayuda imprescindible de sus compañeras y compañeros de la sanidad pública, un equipo de casi cien personas que han dedicado estos treinta días a devolver la salud a Teresa, cuyo nombre quedará ya siempre señalado como el primer caso de ébola fuera de África.

Corren tiempos en los que, con o sin intención previa, los asuntos noticiosos de mayor impacto se fagocitan unos a otros con una rapidez asombrosa y peligrosa. La saturación desinforma. Tarjetas negras con gastos escandalosos en Caja Madrid dejan en segundo plano el mayúsculo engaño de las preferentes, mientras la imputación de Acebes se ve enseguida difuminada por otro auto sonoro de la juez Alaya. Isabel Pantoja y su folclórica resistencia a entrar en prisión tapa en cuestión de horas el injustificable tercer grado concedido a Jaume Matas, que ya contaba con el paraguas de la espectacular detención y encierro inmediato de Francisco Granados y su banda de los púnicos. Las ecografías de la corrupción siguen descubriendo enormes bultos, cuyo eco solo se disimula con el grito demoscópico de "¡que viene Podemos!" (como si su esencia no hubiera estado ahí desde el 15-M o incluso antes). 

Mientras ocurría todo eso y mucho más, Teresa Romero iba escapando lentamente a una muerte anunciada. Esa victoria es personal, pero también es el segundo triunfo de la marea blanca, que reaccionó al pánico suscitado durante los primeros días exigiendo una actuación profesional rigurosa y denunciando el dislate de la gestión política. El Gobierno se vio obligado a actuar, creando un comité científico y siguiendo sus criterios. Los propios médicos del Carlos III han reconocido que la indignación ciudadana expresada a través de medios de información y redes sociales ayudó a facilitar una reacción sanitaria eficaz. Y a disponer de unos medios que el PP en la Comunidad de Madrid, con Esperanza Aguirre e Ignacio González al frente, había podado sin contemplaciones.

"Tenemos la mejor sanidad del mundo pese a la nefasta dirección política", ha proclamado Teresa, técnico de enfermería, en su primera declaración tras recibir el alta. Cualquiera que repase la gestión política de los primeros días tendrá que dar la razón a Teresa, que no guarda rencores pero tiene memoria.

Durante aquellos días aciagos, en los que la ministra de Sanidad ofrecía explicaciones bochornosas y el consejero de Sanidad de Madrid directamente culpaba a Teresa de su contagio, tanto Ana Mato como Mariano Rajoy o su vicepresidenta Sáenz de Santamaría daban una sola respuesta cuando se les cuestionaba por las responsabilidades políticas de la crisis del ébola. Y esa respuesta consistía en que la prioridad era intentar curar a la enferma. Ya se hablaría de responsabilidades "en el momento oportuno". Llegaron incluso a reprochar a la oposición sus críticas, por pedir responsabilidades "en lugar de ayudar al Gobierno" a frenar el pánico que su propia gestión había desatado.

Pues bien. Teresa, felizmente, está curada, y decidirá si interpone o no alguna reclamación legal como profesional sanitaria que arriesgó la vida sin contar con los medios materiales ni la formación adecuada para ejercer su función. Es hora ya de elevar una doble pero muy sencilla pregunta: ¿a qué esperan la ministra Ana Mato y el consejero Javier Rodríguez para asumir su responsabilidad política? ¿Cuándo consideran Mariano Rajoy e Ignacio González, presidentes de los gobiernos de España y de Madrid, respectivamente, que es el "momento oportuno" para exigir la renuncia de quienes actuaron con una clamorosa desidia?

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