“Es Nicolás quien paga”: la campaña racista de la extrema derecha francesa contra los impuestos
En las filas de la extrema derecha francesa sopla un fuerte viento de poujadismo (derivado del papelero Pierre Poujade, ndt). Esta corriente populista burguesa de los años cincuenta —a la que se adhirió inicialmente el fundador del Frente Nacional (FN), Jean-Marie Le Pen— se creó en defensa del pequeño empresario francés, acumulando xenofobia, odio a los impuestos y, en general, a cualquier intervención del Estado.
Desde Laurent Wauquiez hasta Éric Zemmour, pasando por Éric Ciotti y Marion Maréchal, sus defensores actuales son cada vez más numerosos en la extrema derecha del espectro político. Recientemente, han aprovechado el éxito en las redes sociales del meme c’est Nicolas qui paie (paga Nicolás) entre los internautas reaccionarios.
Este meme, que lleva varios años circulando en los círculos libertarios, pero que ha experimentado un reciente resurgimiento, consiste en quejarse de que Nicolás, un profesional treintañero acomodado, paga con sus impuestos y cotizaciones sociales por todo el resto de la población.
Hay dos grupos especialmente señalados: los jubilados, a los que el meme ha bautizado como Bernard y Chantal, de 70 años, que se dan la gran vida en un crucero; y los jóvenes racializados, caricaturizados con el ejemplo de Karim, de 25 años, que se aprovecha de las ayudas sociales (desempleo, ingreso mínimo vital, prestaciones familiares) para enviar dinero, a través de Western Union, a sus familiares que viven en el continente africano. El lema “paga Nicolás” acumula así racismo, edadismo, desprecio de clase y rechazo de cualquier mecanismo de solidaridad. La combinación perfecta del autoritarismo libertario.
En una entrevista al periódico de extrema derecha Valeurs actuelles, su creador no oculta en absoluto sus intenciones políticas: se describe a sí mismo como “minarquista” —es decir, partidario de una intervención mínima del Estado— e “identitario”. Carga contra el “infierno fiscal” en Francia, el “sistema Ponzi” del régimen de pensiones, al tiempo que critica “los problemas financieros relacionados con la inmigración incontrolada y no integrada”.
Y aunque se define como “transpartidista”, pide a la derecha que “deje de lado sus guerras internas y emprenda un verdadero programa común que nos saque del socialismo mental”. Al menos, queda claro.
Omnipresencia mediática y política
Además de Valeurs actuelles, que se pregunta en su dossier de la semana si no se trata de “la próxima revuelta fiscal” y llama a todos los “Nicolás” de Francia a levantarse, los columnistas del mundo Bolloré (holding mediático industrial dominante, ndt), en Europe 1 o en CNews, ya han sacado provecho del éxito de ese meme. Lo mismo ocurre en RMC, donde ya se erige a Nicolás como símbolo de un nuevo movimiento tipo “chalecos amarillos” de tendencia ultraderechista burguesa.
El abogado Charles Consigny estimaba así en el programa “Les Grandes Gueules” que “Nicolás es el que va a hacer la revolución”. Y añadía: “Nicolas tiene 30 años, representa al 10 % de los franceses [los más ricos, ndr] que pagan el 70 % de los impuestos sobre la renta, es el 30 % de los franceses que financian la totalidad del sistema social”, lo cual es falso, ya que el 30 % del modelo social se financia con el IVA, que pagan todos.
Para el abogado y columnista, Nicolás es también “el que para él las 17:00 es más o menos media tarde, cuando mucha gente ya lleva mucho rato en casa. [...] Nicolás, va a acabar enfadándose”.
Gracias a cuentas como las suyas ganaremos esta batalla cultural
Lo mismo opina Laurent Wauquiez, del partido Los Republicanos (LR), que imagina a “Nicolás” ganando 3.000 euros brutos y 2.200 euros netos al mes, una vez deducidos el impuesto sobre la renta y las cotizaciones sociales. Según él, es insuficiente en comparación con el nivel de las ayudas sociales —ciertamente inferiores al salario neto de su Nicolás— que percibirían las familias numerosas de los barrios populares.
“Acabemos con las ayudas sociales y devolvamos a Nicolás el dinero que ahorramos”, lanzó quien ya se había destacado hace unos años cuando hablaba del “cáncer de las ayudas sociales”, haciendo caso omiso del artículo 13 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que establece que “la contribución común debe repartirse equitativamente entre todos los ciudadanos, en función de sus capacidades”.
El meme ha llegado a ocupar un lugar central en las concentraciones de la nueva extrema derecha. En la tribuna de la "Cumbre de las Libertades", celebrada el martes 24 de junio, “Nicolas” estuvo muy presente. El gran sarao de reaccionarios ultraliberales, coorganizado por la galaxia de los multimillonarios Pierre-Édouard Stérin y Vincent Bolloré, fue una oportunidad para aprovechar el antiestatismo cada vez más visible en los discursos de este ecosistema.
“Permítanme dar las gracias a todas esas cuentas de Twitter, a los Marc Vanguard, a los Nicolás que pagan, a los Bouli”, comenzó diciendo en el escenario Sarah Knafo, eurodiputada por Reconquista, que sueña con encarnar esta corriente que se inspira abiertamente en los presidentes argentino y salvadoreño. “Gracias a cuentas como estas ganaremos esta batalla cultural”, prosiguió entre los vítores de la multitud, antes de enumerar todas las subvenciones y ayudas estatales que ella —y el resto de la sala— consideran un despilfarro financiero.
Fusión de las derechas anti-impuestos
“Desde 2019, todos los Nicolás de esta sala han gastado la módica suma de 465 millones de euros para financiar carriles bici [...] Hoy en día, cuando una empresa contrata a un trabajador de las afueras, es otra vez Nicolás el que paga [...] También podemos dejar de hacer pagar a Nicolás 50 millones solo en 2024 para que el ministerio de Trabajo pueda acompañar a las microempresas y pymes en su estrategia de recursos humanos”, enumeró Sarah Knafo, rodeada de mediáticos voceros del antiestatismo como Olivier Babeau, coorganizador del evento con su think tank Institut Sapiens.
La eurodiputada de Reconquista, ferviente defensora de la unión de las derechas, se congratulaba entre bastidores incluso de una tendencia de fondo: además de sus visiones xenófobas y anti-inmigración, las diferentes facciones de la extrema derecha se están encontrando cada vez más en el terreno económico.
Éric Ciotti y Marion Maréchal, por ejemplo, mantienen discursos similares sobre el gasto público, el sistema redistributivo o el servicio público audiovisual. “Queremos acabar con el despilfarro del dinero público: ¡somos el país con el mayor gasto público y los impuestos más altos!”, decía el primero, mientras que la segunda señalaba recientemente un “hartazgo fiscal muy legítimo que hace que hoy seamos uno de los países donde menos se remunera el trabajo y donde tenemos la sensación de estar pagando siempre por decisiones que no son nuestras: la alimentación de la inmigración masiva, unos servicios públicos cada vez más deficientes y un asistencialismo galopante”.
Incluso el joven presidente de la Agrupación Nacional (RN), Jordan Bardella, parece seguir cada vez más claramente esta línea anti-impuestos y xenófoba. El 14 de mayo, en France 2, pedía que “Francia salga de la vieja costumbre de responder a cada problema con un impuesto”. “Quiero decirles a nuestros compatriotas que Francia es un infierno fiscal y que no tiene por qué seguir siéndolo”, añadió. “Por lo tanto, es evidente que hay que ahorrar en el gasto público innecesario —la inmigración, el coste del fraude, la burocracia estatal, la ayuda pública al desarrollo— antes de pedir esfuerzos a nuestros compatriotas.”
¡Viva el trabajo, viva el pueblo francés, vivan nuestros empresarios!
Desde hace meses, el presidente de RN y candidato suplente del partido para las elecciones presidenciales de 2027 viene haciendo guiños al electorado empresarial, entre cargas fiscales y visitas a la feria de la Confederación de Pequeñas y Medianas Empresas (CPME).
Impulsado por su asesor económico François Durvye, mano derecha de Pierre-Édouard Stérin, Jordan Bardella se ha propuesto hacer más aceptable el programa económico de su partido para el electorado de derecha que desea conquistar. En Narbona (Aude), durante el tradicional mitin del 1º de mayo, llegó a terminar su discurso con un vibrante: “¡Viva el trabajo, viva el pueblo francés, viva nuestros empresarios, viva la República y viva Francia!”.
Pero queda un elefante en la habitación: Marine Le Pen. Desde su ascenso en la década de 2010 entre una parte de las clases populares, ella nunca ha criticado duramente el supuesto despilfarro del modelo social y del sistema fiscal francés, por miedo a perder ese electorado. Incluso se ha pronunciado recientemente en contra de la idea de suprimir la ventaja fiscal de los jubilados, desviándose así del mensaje defendido por el meme “paga Nicolás”.
En una reciente contribución a la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, redactada por el diputado de RN Jean-Philippe Tanguy, tampoco se hace mención alguna a un infierno fiscal o a un exceso de gasto social destinado a los jubilados. El diputado de extrema derecha se ha contentado con pequeñas alusiones a las amplias reformas estructurales que deberían ponerse en marcha para reducir el déficit público, sin precisar cuáles.
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La convergencia de Marine Le Pen con el resto de la extrema derecha desinhibida se produce en torno al rechazo de cualquier política migratoria. Un “tabú muy costoso para las finanzas públicas”, se afirma en la contribución. Basándose en las cifras del Ifrap, que es más un lobby libertario que un instituto de investigación económica serio, la RN habla de un sobrecoste de 20.000 millones de euros que suponen los inmigrantes de primera y segunda generación para el modelo social, sin mencionar nunca las aportaciones positivas para la economía del país. En este punto, Marine Le Pen comparte la línea xenófoba de “Nicolás”.
Traducción de Miguel López