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Carta abierta al ministro de Cultura

Felipe Domingo

Avanza el verano y las fiestas se extienden por ciudades y pueblos. Festivales, conciertos, competiciones, tradiciones –en casos milenarias– forman parte de las mismas y entretienen a sus habitantes y turistas. Y... corridas de toros y otros festivales taurinos.

Cuando formó el nuevo Gobierno, Pedro Sánchez incidió mucho en impulsar la cultura y volvió a crear el ministerio, sorprendiendo a propios y extraños con el nombre del primer titular, el escritor Maxim Huerta. Su nombramiento fue muy mal recibido por el mundo taurino y los toreros porque se había manifestado en diversas ocasiones contrario a las corridas de toros. Fran Rivera dijo en el primer momento que no se sentía representado por él.

Sr. ministro: usted fue nombrado a la semana siguiente y de inmediato comencé a bucear en sus opiniones sobre la cuestión de la tauromaquia y me he quedado tan agradablemente sorprendido con esas declaraciones que me he animado a dirigirle esta carta.

Le transcribo algunas de sus manifestaciones: defendió en el año 2016, en la plataforma Capital Animal que “hay que asegurar los derechos de los animales desde los ámbitos artísticos y culturales y considerarlos iguales en todo”. En ese acto dejó clara su postura en el tema de la tauromaquia y la caza.

“Entiendo que cuando la especie estaba intentando sobrevivir e instalarse en el territorio, compitiera con otras especies como lo hace el reino animal. Pero habiendo avanzado en tecnología, ¿cómo es posible que sigamos teniendo instintos tan primitivos, tan alejados de la realidad, para seguir haciendo y manteniendo ese juego tan primitivo?”. Se refería, claro, a las corridas de toros. “Estamos ante la necesidad de un cambio antropológico radical”, decía usted. “No será un cambio fácil: la especie humana en su soberbia ha olvidado todo lo que la hace humana”. Será un reto, pero “hay que empezar a considerar a los animales iguales en todo. Iguales en inteligencia, sensibilidad, en derecho a la vida”.

A raíz del nombramiento de los miembros/as del Gobierno, escribí que necesitábamos un gobierno de activistas, ministras que estuvieran interpelando constantemente a los ciudadanos sobre las reformas necesarias a emprender, poniéndose a la cabeza para llevarlas a cabo y modificando las opiniones más negativas y, en este caso, crueles, sobre nuestras costumbres culturales y tradiciones. Por sus palabras, podría encuadrarle en ese deseo mío, si no aparca sus declaraciones o las tiene por no dichas. Y ahora tiene a su disposición un Ministerio, un Gobierno, un Parlamento y el Boletín Oficial del Estado.

Jesús Mosterín nos dejó como legado un artículo publicado en El País (1/11/2016) titulado Ocho jueces sin piedad, en el que critica sin lástima a los ocho Magistrados del Tribunal Constitucional que “sin piedad” firmaron la sentencia en la que daban protección a las corridas de toros. Dice que todo lo que no sea la propia naturaleza que nos transmiten los padres con sus genes es cultura. Cultura, pues, es lo que nos transmiten nuestros antepasados y lo que aprendemos por los parientes, amigos, profesores, cantantes, por los libros, por la historia, etc.

“La ciencia es cultura, pero también la superstición, lo es la democracia pero también la dictadura, el cosmopolitismo y el nacionalismo, la delicadeza del ballet clásico y también el cutrerío de las corridas de toros. Cultura es la música de Mozart como los petardos ensordecedores, el teorema de Pitágoras, y la creencia de que el número 13 trae mala suerte (hace un año que murió Ángel Nieto, el del 12 + 1). Las corridas de toros son una tradición cultural, pero también lo es la inquisición o el maltrato a las mujeres o los espectáculos crueles de los gladiadores con las fieras en el circo romano o la quema de herejes y las torturas de los animales”. Pero a la dictadura, a la inquisición, al maltrato a las mujeres o las fiestas romanas de los gladiadores con las fieras, nadie en su sano juicio se atrevería hoy a defenderlas.

Usted debe comenzar por atacar este asunto sin demora, primero, agitando las consciencias de los españoles y, segundo, con algunas medidas que como ministro de cultura le corresponden, en la creencia de que, como usted dijo, no será un cambio fácil. Pero como usted es consciente de este asunto, téngalo en cuenta y pase a la acción.

¿Hasta dónde podrían llegar usted y su Gobierno? Dos son los ámbitos en los que debiera incidir en relación con las corridas de toros: la protección de la infancia y la celebración de corridas de toros, sin derramamiento de sangre, incruentas. Usted conoce el ejemplo y los años de adelanto que nos lleva Portugal, nuestro hermano menor.

En mi opinión, enviar al Parlamento un proyecto de ley con estas peculiaridades sería una posición intermedia, de la que se podrían extraer la experiencia suficiente para legislar de otra manera más adelante. Al modo de lo que ocurrió con la ley antitabaco, primero se reguló la prohibición de fumar en los lugares y servicios públicos del Estado, como los hospitales, y en un segundo momento se extendió la prohibición a los lugares cerrados privados, como los bares, restaurantes, etc. con resultados óptimos.

Al estilo de lo legislado en Baleares para superar el escollo de la normativa estatal que declaró la tauromaquia como patrimonio cultural, que ahora podría ser modificada, y así salvar también la sentencia del Tribunal Constitucional que declaró inconstitucional el art. 1 de la ley del Parlament de Catalunya en su apartado f que prohibía el uso de animales en espectáculos que les puedan causar sufrimiento tales como “las corridas de toros y espectáculos de toros que incluyan la muerte del animal y la aplicación de la suerte de la pica, las banderillas y el estoque...”. Si no estoy mal informado, en Catalunya, a pesar de la sentencia del Tribunal Constitucional, no se han vuelto a celebrar corridas de toros.

El Comité de derechos de la infancia y la adolescencia de Naciones Unidas hizo a España en febrero pasado varias recomendaciones. Señaló que “la tauromaquia supone una extrema violencia para la infancia”. Como España es uno de los ocho países del mundo donde aún es legal la tauromaquia, la ONU requirió a nuestro país a elaborar leyes que protegieran a niños y niñas de los espectáculos que puedan contener violencia como los eventos taurinos. La recomendación 25 dice: “Con el fin de prevenir los efectos perjudiciales de la tauromaquia en los niños y niñas, el Comité recomienda que el Estado prohíba la participación de menores de 18 años como toreros o como espectadores de eventos taurinos”. Amplía la edad para que la infancia pueda participar en esos eventos de 16 a 18 años.

Pendiente de las noticias agosteñas, muy distintas, pero siempre interesantes, además de la puesta en escena de la obra El alcalde de Zalamea en el propio pueblo –como parte de las fiestas de verano–, he escuchado en las noticias de Telecinco (19/8/2018), que las escuelas taurinas se han incrementado en este último tiempo en España, pasando de 42 a 55, de las cuales 20 se encuentran en Andalucía y 4 en Madrid y otras en Castilla y León, como El Espinar. En ellas participan niños desde los 10 años con la ilusión de llegar a ser grandes matadores y cortar orejas.

Usted puede corregir en el Parlamento el rechazo y no aprobación por los grupos políticos de las proposiciones de ley que el grupo UP, siguiendo las recomendaciones de la ONU, ha llevado a las asambleas tanto en Madrid como en Andalucía. En Madrid, con el voto en contra del PP y la abstención de PSOE y Cs, no se aprobó la iniciativa para prohibir la asistencia y participación de menores en espectáculos taurinos. En Andalucía, los tres partidos rechazaron una proposición de ley en el mismo sentido.

En España, tan pronto alabamos las tradiciones como nos las saltamos por obsoletas. Desde luego, cuando se trata de tradiciones crueles las defendemos sin rubor, cuando ya hemos alcanzado el siglo XXI.

¿De qué cultura hablamos?

Quienes defienden el mantenimiento de las corridas de toros, como otros espectáculos con animales también crueles, los amparan en la tradición, cuando sabemos que no siempre fue así. Me remito al artículo de Álvaro Luis Sánchez-Ocaña Vara Las prohibiciones históricas de la fiesta de los toros. La tradición monárquica borbónica, frente a la de los Austrias, ha sido más bien prohibitiva que condescendiente con las corridas de los toros, tradición que no ha mantenido el rey emérito, un aficionado pernicioso.

Suyo afectísimo, _____________

Felipe Domingo es socio de infoLibre

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