Educación para la violencia
A las generaciones de abuelos y padres, educadas por Custer, Rambo y Robocop, les han sucedido las de hijos e nietos, educadas por Aladdin, Call of Duty y Fortnite. Hijos y nietos han pasado del disfrute pasivo y ocasional del cine que hacían padres y abuelos, a gozar de forma activa y adictiva del videojuego; de contemplar a personajes violentos de la ficción a ejercer la violencia como protagonistas virtuales. En casi un siglo, la industria del entretenimiento ha modernizado los medios, aunque ha mantenido inalterables sus objetivos. Las nuevas generaciones siguen pensando que la educación está en sus manos.
A partir de los dos o tres años, las generaciones nativas digitales (GNDs) emplean los dispositivos electrónicos con más soltura que sus padres los rudimentos de la aritmética y la lectoescritura, a años luz de sus abuelos en el manejo del ábaco y el abecedario. Desde los dos o tres años de edad, las GNDs juegan con la llave que permite acceder sin límites al universo de la comunicación, la información y el entretenimiento. En su infancia, los abuelos tenían una radio y dos canales de TV y los padres empezaban a oír hablar en la FM y la tele a color de la informática como algo prodigioso a caballo entre la ciencia y la ficción.
La brecha tecnológica entre generaciones es abisal, de tal magnitud que abuelos y padres piden ayuda y guía a hijos y nietos para manejarse en un mundo que no controlan y donde fluctúan a la deriva hasta caer en la red de algún arrastrero. El mundo al revés. La percepción de la situación por parte de las GNDs les sugiere una posición de superioridad que las lleva a pensar que padres y abuelos no tienen ni idea de cómo funciona el mundo.
La brecha tecnológica entre generaciones es abisal, de tal magnitud que abuelos y padres piden ayuda y guía a hijos y nietos para manejarse en un mundo que no controlan y donde fluctúan a la deriva
Las élites han extendido a la época digital su irrenunciable objetivo de controlar la educación, como medio para imponer su ideología, a través de las pantallas. Son las mismas élites del poder que controlaron la comunicación audiovisual en los siglos XIX y XX, las mismas que controlan la imprenta desde el Renacimiento, las mismas que controlan la escuela desde la Edad Media, las mismas que inventaron dioses y dinero para imponer y justificar la esclavitud. La ideología, con las mismas raíces desde hace milenios, ha pasado a lo largo de siglos por las fases feudal, burguesa, liberal, industrial, capitalista y neoliberal.
Abuelos y padres, que lucharon para que sus descendientes accedieran a la educación y la cultura en mejores y más dignas condiciones que las suyas, parecen haber olvidado el valor de la Educación y han abdicado de su papel de educadores. Las GNDs alimentan hoy al mismo patrón que decidía a dedo en las plazas de los pueblos quién tenía o no derecho al trabajo (a comer) y en qué condiciones, un patrón actualizado a la versión 3.0 por Amazon, Uber, Glovo, etc. en una dictadura consumista que ha pasado de la vieja economía multinacional a la muy novedosa globalización. Más de lo mismo, en última instancia.
Si los abuelos disfrutaron con las masacres de pieles rojas del Séptimo de caballería o con el coronel Kilgore aniquilando amarillos hasta la locura, las GNDs perciben las matanzas en Sudamérica y el genocidio israelí como promos de Fortnite o Call of Duty, sin discernir entre realidad y ficción por la alarmante ausencia de pensamiento crítico, el enemigo a batir para que todo discurra como Wall Street, el Pentágono, la OTAN y los dioses mandan.
Por sus votos, memes y publicaciones en las redes sociales, parte de la juventud parece ansiosa por pasar de la ficción a la realidad, de la pantalla a la trinchera. La dinámica actual de violencia y odio, la polarización política y el ambiente prebélico –auspiciado por el rearme, la impunidad de Israel y la de la extrema derecha– los animan a salir, solos o en manada, a cazar mujeres, homosexuales, extranjeros y rojos como forma de entrenamiento.
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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.