La señora marquesa, el alcalde Almeida y el Instituto Homeopático convertido en colegio elitista
El edificio singular del Instituto Homeopático y Hospital de San José, levantado en el barrio de Chamberí de Madrid, lleva dos años funcionando como un colegio privado norteamericano. Aun admitiendo, sin otras consideraciones censurables, la buena voluntad de las partes que han intervenido en la transformación de su objeto primitivo (la atención médica y sanitaria con la medicina homeopática en boga entonces a las personas vulnerables y sin recursos del final del siglo XIX y principios del XX), en un colegio norteamericano elitista, su actual funcionamiento no impide considerar que esa decisión fue errónea y lo sigue siendo. La prueba más evidente es las vueltas de planificación que están dando al jardín posterior de los edificios que componen el Instituto homeopático, el hospitalillo y el palacete de estilo neomudéjar del Marqués de los Salados, su creador y benefactor.
Del error de aceptar que esos edificios, con un espacio reducido, tanto para las aulas de clase como para disponer de espacio para esparcimiento e infraestructura para juego y deporte de los alumnos, se derivan todos los problemas subsiguientes. Quienes observan estas deficiencias diariamente y sufren sus consecuencias, no solo por el ruido continuo, pues el jardín convertido en patio, y señalizado como aparcamiento, es un lugar habilitado para clases, esparcimiento, juegos y recreos, son los vecinos, cuyas casas y ventanas dan al jardín posterior. Estos vecinos observan a diario los cambios que se hacen en el jardín posterior con la intención de ofrecer espacio de uso del mismo a los profesores y a los alumnos, sin que puedan complacer a unos y a otros.
En ese espacio que estuvo muy bien ajardinado y en cuyo suelo jóvenes cultivaban la horticultura, con la habilitación del colegio, retiraron la tierra y esparcieron cemento. Cortaron arbolado y creyendo que habilitaban espacios para zonas deportivas: fútbol, baloncesto, destrozaron el jardín como espacio de descanso, tranquilidad y bienestar para las personas mayores y jóvenes que lo disfrutaban.
Mientras los alumnos adolescentes pateaban los balones en un espacio de 40 mts2, para que los balones no entraran por las ventanas de los vecinos o cayeran a los bajos, colocaron unas mallas que les impedía la visión. Por la protesta vecinal ante el propio colegio y la Junta Municipal y otras organismos, han logrado por fin que retiraran las mallas. Parte del suelo del espacio del jardín lo han marcado varias veces para ofrecer espacios de aparcamientos a los profesores, aunque otras tantas veces han desmarcado esos aparcamientos, no se sabe con qué intención. El suelo también ha sufrido modificaciones continuas. Ha pasado de tierra cultivable a cemento, sobre cemento, tierra y últimamente habían colocado césped artificial, retirado a su vez, recientemente.
Cualquiera que pase por la acera de la izquierda de Eloy Gonzalo, desde la Glorieta de Iglesia hasta la de Quevedo o desde ésta a Iglesia, observará a través de las ventanas, que están a ras de la acera, que hay alumnos, a determinadas horas, en el subsuelo del edificio, dando clases o realizando actividades escolares con luz eléctrica, porque las ventanas, pequeñas y enrejadas, están en la parte superior. En ciertos momentos se ha oído que el centro quería horadar la tierra para hacer un aparcamiento subterráneo o un polideportivo para los alumnos. Cualquier solución, muy costosa y complicada, no cambia el problema que tiene un colegio de esta categoría, si es que no lo agrava todavía más.
La conclusión es muy clara: Los edificios no reúnen las condiciones materiales para ofrecer a las familias y a sus hijos un colegio de élite para el desarrollo pleno de su personalidad. Este es un colegio muy alejado de los colegios norteamericanos que conocemos por las series y las películas. La matriz del colegio Brewster se enorgullece de que varios de sus alumnos han jugado en la NBA. Ninguna horizonte tiene este colegio madrileño para que algún alumno pueda llegar ni siquiera a la ACB o alguna de sus alumnas al baloncesto femenino. Las alumnas no muestran ningún interés deportivo, dicen los vecinos.
Los edificios del Instituto Homeopático y el Hospital de San José no reúnen las condiciones materiales para ofrecer a las familias y a sus hijos un colegio de élite para el desarrollo pleno de su personalidad
Los errores de la conversión del Instituto Homeopático y Hospital de San José en colegio norteamericano están concatenados. La señora marquesa, heredera de los inmuebles, quería recibir el pago de su herencia, a la que se cree con derecho entre los herederos; el alcalde de Madrid, Martínez Almeida, no optó a su compra, cuando tenía la obligación de mantener el edificio en el patrimonio de Madrid, como un edificio declarado BIC. Martínez-Almeida fue director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid y durante su mandato (2007-2011) se gastó de las arcas públicas más de tres millones para la reparación del edificio, por lo que conoce perfectamente que su decisión no se corresponde con la historia sanitaria y patrimonial de Madrid. El centro educativo de la marca norteamericana Brewster pensaba que adquiría un edificio singular para un colegio singular, elitista y necesario en Madrid. Todos se han equivocado. Lo lógico sería que el edificio volviera al patrimonio municipal para el servicio de los madrileños. Lo razonable sería que, comenzando por Brewster –que ocupa los edificios en alquiler con opción a compra– cayera en la cuenta de que es impensable un colegio de su categoría en un espacio reducido y sin posibilidad de ampliarse y ofreciera su reversión. Y, por último, que las familias de los alumnos también comprendieran que no les compensa el dinero que se gastan en la educación de sus hijos por los servicios que reciben.
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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre.